Su Perdición

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Alondra era de una belleza salvaje, era creída, egocéntrica, sabía lo que tenía y cómo usarlo, por ello sabía que no debía mostrarle que la quería para mí, debía crear su necesidad para que ella sola viniera a mí.
 
—Dimitri, deberías de controlar la bebida, últimamente en el afán de olvidarla, estás bebiendo demasiado, debes pasar la página.
 
Nunca podría pasar la página, Anahi era la mujer que amaba, la sumisa que tanto busqué y nadie podría darme esa entrega, pero Alondra desataba en mí la sed, el hambre por poseerla, era una pasión insana que hacía levantar mi vigor completamente con solo verla bailar.
 
—Yo controlo todo Dominic, en cuanto a Anahi, ella en algún momento va a aparecer y yo dejaré todo por ella, pero antes recibirá su castigo por abandonarme sin escuchar mis explicaciones.
 
—Vaya que eres cabrón, ella te vio cogiendo con Geovana ¿y quieres castigarla por eso?
 
—Pues sí, por no hablar conmigo, en nuestra relación siempre la sumisa debe contarle a su amo todo y pedir su libertad, ella no lo hizo, por lo tanto es mía… sigue siendo mi propiedad.
 
Dominic siempre me había alcahueteado cada sumisa, pero sabía que Anahi era diferente, que significaba demasiado para mí. Y en ese momento apareció Alondra bailando con un vestuario tan provocativo, su cabello rizado se movía con cada uno de sus movimientos, entonces su mirada de fiera se cruzó con la mía y mordió su labio inferior, me estaba provocando, así que solo bebí mi vaso de coñac y le di una mirada indiferente a su coquetería tan predecible, si ella era una creída, yo era el Dios del egocentrismo y las tácticas de seducción, pero yo quería más que eso, quería verla doblegada a mis pies, así que me levanté de la mesa y le pedí a Dominic que nos fuéramos, ella me miro desconcertada y por un momento dejó de bailar, había conseguido descolocar si seguridad, y por esa noche eso había sido suficiente, así fui noche tras noche, ignorandola, hasta que ya estaba cansado de juegos estúpidos, hablé con el dueño del establecimiento y le pedí un baile privado con ella, pero se negó muchas veces, me llevaba la chingada ante su negativa respuesta repetidamente, y por ello ese día planeé algo que ella no esperaba, pagué por todo lo que pudieran consumir en esa noche los clientes en ese establecimiento, mi capricho salió bien caro, pero valía todo con tal de tenerla para mí.
 
—¿Qué extraño que nadie haya venido aun? —Preguntó Alondra al administrador.
 
—Chiquilla parece que alguien alquiló el club de forma exclusiva para ver los chow, y como no haces privados, te quiere ver bailar en tarima como haces siempre.
 
—Eso es ridículo ¿Quién pagaría tanto por ver bailar a una mujer que no puede tocar? —El administrador sonrió y le dio la señal para que empezará a bailar.
 
Ella subió confundida y cuando volteó mientras bailaba, me vio… era yo, el cabrón con infulas de Dios, el estúpido que la habia sorprendido. No siguió bailando, sin embargo se acercó rápidamente a mí con una mirada de advertencia que pude descifrar.
 
—¿Crees que soy una puta a la que puedes comprar? —Sonreí ante su insulto.
 
—No eres una puta, pero serás la mía cuando me de la gana, mírate estás aquí dejando tu show a medias, te consume la rabia por eso, mientras tu sexo palpita y quieres besarme, pero tu orgullo puede más, no me interesa comprarte, podría tener otras por menos valor y que no jodieran tanto como tú, ahora sigue con el espectáculo que yo pagué.
 
—Eres un maldito arrogante, el típico riquillo que cree que uno tiene que dejarse embelesar por sus extravagancias, conmigo te equivocas.
 
Esa era la mujer que yo deseaba, sus insultos eran un látigo a mi hombría, ella me volcaba sensaciones álgida de placer con su forma de ser, esa mujer ya era mía.
 
—No más que tú, porque eres tan molesta, tan creída que piensas que voy a rogarte para que pueda probar tu coño, pero tú me rogarás, me meteré tanto dentro de tus pensamientos que desearás una maldita caricia mía, y puedo jurar que tus bragas estan húmedas, pero sigue bailando.
 
Ella me miró fijamente y me dio esa mirada de vale madres que me alteraba a poseerla, hubiera podido hacerlo, pero deseaba más guerra con esa mujer, bailó para mí como quería, su mirada se clavaba como una estaca en mi pecho, me hacía sentir de nuevo, no era amor pero me quemaba entero por esa mujer.
 
Así que al terminar el show me levanté y cuando ya me iba el administrador me llamó:
 
—Alondra quiere verlo en su camerino. —Eso era lo que necesitaba, una cercanía, pero debía controlarme porque no se la dejaría fácil.
 
Al pasar al camerino ella seguía con su vestuario, me miró de forma despectiva y en ese momento se desnudó frente a mí, vaya que esa mujer era de armas tomar, pero yo estaba listo para su primer disparo.
 
—Esto es lo que quieres, ven y tómalo, pagaste por ello. —Ya aunque estuviera dispuesta a ceder, lo hacía en el fondo solo porque tenía rabia por lo que había hecho y yo quería tenerla de otra forma, sus senos eran apetecibles, su aureola me llamaba a gritos, y su vagina era tan deseable, su vientre podría estar llenado de mi simiente, así que me acerqué a ella y sentí su corazón errático, esperando mi beso, pero no lo hice, mi mano recorrió su sexo y rocé su capullo con maestría, abrí sus pliegues vaginales mientras sentía su mirada desafiante, pero un destello de deseo, gimió en mi oído, mientras yo hurgaba su flor con soltura, la sentí al límite y en ese momento me detuve.
 
—Por hoy es todo lo que quería de ti —Me saboreé su sabor y sonreí como un poseso.
 
—¿Vas a dejarme así? ¿Quién te crees qué eres para no dejarme correr?
 
—Soy el que te va a volver loca cada puto día, y me pedirás a gritos que te la meta, que te folle como puta.
 
Me miró confundida, y me costó aguantarme, porque quería metersela, pero no quería eso, quería más de ella, quería su entrega.
 
—Sigue soñando, jamás voy a pedirte eso, y menos si te vas así.
 
No me conocía, no sabía que estaba frente al demonio, ella llegaría a mí indefensa, frágil y doblegada a mis pies como yo quería, porque esa mujer era diferente y yo la quería completa, la quería solo para mí.
 
Le di la vuelta de un solo movimiento, y ella pensó que la tomaría, estaba excitada, su mirada pedía sexo, pero solo besé su hermosa espalda y pasé mi lengua observando como se estremecía y cerraba los ojos, y en ese instante me detuve y salí de ahí inmediatamente, hubiera querido ver su cara de rabia, de necesidad, de fiera enjaulada, pero ya había obtenido lo suficiente por esa noche.
 
Continuará…
 

Mile Morales"Dulce Cayena"🌺

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