11. era lo que Momo necesitaba

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Cuando Mina colgó su mochila sobre su hombro derecho y salió de casa dio un saltito asustada al notar dos grandes cuerpos frente a ella que estaban por tocar la puerta, se rió por su reacción vergonzosa y después les sonrió, abriéndoles la puerta a las alfas de su hermana para que pudieran entrar. Aunque ciertamente no esperaba del todo que en realidad se atrevieran a ir; conocía a Nayeon, sabía que su mejor amiga quería tanto a su unnie que incluso se alejaría para evitar hacer algo del que no esté consentido por completo. Y Minatozaki, bueno Sana seguía siendo tímida cuando de esos temas se trata.

De todas formas, se alegró de haber empacado para por lo menos una semana, incluso sabiendo que el ciclo de su hermana duraba tres días, porque no quería llegar cuando hubiera secuelas y las encontraran jodiéndose en la cocina o algo así. No quería ver un trío.

- Hay comida que dejé hecha, así que no se preocupen mucho por eso - les explicó con voz suave, poniéndose seria después para decir: -. Hay condones en su habitación, así que si algo pasa sean cuidadosas, ¿De acuerdo? Pueden llamarme en cualquier momento, estaré con Tzuyu unnie en su casa. -

- ¿E-estaremos solas? - Sana se escuchó nerviosa, casi temblando como un perro chihuahua, y eso claramente divirtió a la omega, pues sonrió de forma burlona.

- Nuestros padres trabajan hasta tarde, así que sí, estarán solas al menos hasta la noche. Cuando lleguen expliquen quiénes son y qué hacen aquí, les prometo que no les pasará nada. La mamá de unnie es una omega amable y mi papá un beta tranquilo, no les darán problemas.

La castaña miró a la coreana con algo de duda, pero Nayeon le sonrió y colocó una mano en su hombro para apretarlo en un silencioso apoyo, tratando de mantener la calma a pesar de que quizás podría estar mucho más nerviosa, tomando en cuenta que ya conocía a los padres de ambas omegas. ¿Y cómo no? Era el primer celo que pasaban las tres juntas, ambas alfas tenían miedo de que algo saliera mal y dañaran a su unnie.

Ninguna de las dos había estado antes con una omega en celo, y quizás no sean vírgenes y hayan pasado sus propios calores con betas, pero nunca participaron en el estado más vulnerable de una omega. Todo podría salir bien como también todo podría salir mal, lo que sucediera dentro de esa habitación podría ayudar o perjudicar aquella extraña relación que habían estado manteniendo.

Los nervios eran palpables, las ansias también, y el miedo de ser rechazadas por su unnie quien todo ese tiempo había permanecido en un tira y afloja con ellas les recorría los cuerpos.

Momo no las tomaba en serio a pesar de todos sus intentos, o al menos eso hace creer por la forma en que evitaba hablar seriamente sobre su situación. Tampoco habían querido presionarla o hacer que se estresara demasiado, por lo que poco a poco dejaron de insistir y solo permanecieron a su lado tratando de demostrarle que ambas eran buenas alfas para ella. Y se lo demostrarían en esa ocasión, una vez entren en la habitación no habría vuelta atrás y la decisión final será de unnie.

- Hagan todo lo que ella les pida, ¿está bien? No se nieguen a nada, este ciclo es delicado para nosotras, así que sean atentas. Y recuerden, esto es sobre ella, no sobre ustedes, no busquen su propio placer, busquen el de ella, ¿de acuerdo? - sus ojos les miraron amenazantes, su usual tono de voz suave escuchándose seria. Y cuando ambas alfas asintieron, Mina volvió a sonreír como solo ella sabía hacer - Confiaré en ustedes, ¡suerte~!

Con un puño alzado y una mirada sugerente, Mina salió de la casa cerrando tras ella para ir hacia el auto de su novia. Ambas alfas se quedaron en la entrada escuchando el motor desde afuera hasta que se hubo alejado, y entonces todo quedó en silencio. Al menos todo lo silencioso posible con los bajos lloriqueos desde la habitación de Momo; desde donde se encontraban podían sentir el aroma, de hecho, podían sentirlo desde fuera, y era tan fuerte que resultaba ser embriagador. Sus lobos rogaban por ir a atender a la omega que seguía sollozando, la cual les llamaba en murmureos jadeantes. Nayeon tragó saliva, mirando a Sana con una mueca asustada, recibiendo una llena de nerviosismo. Ambas asintieron sin decir ninguna palabra, simplemente siguiendo con lo que iban a estar por hacer.

Im fue quien tocó con sus nudillos de manera delicada la madera de la puerta, escuchando como la omega parecía ignorarlo desde dentro, pues continuó con bajos chillidos y un par de lamentos que solo angustiaron mucho más a ambas cachorras. Que su unnie estuviera sufriendo hizo que sus instintos estuvieran controlados, manteniéndolos a ambas alertas y todavía cuerdas para pensar con seriedad sus acciones. Sus narices picaban por la envolvente fragancia del suave caramelo que tenía el sabor de la miel en esos momentos, pero incluso aunque pudo haberlas tentado, sus pensamientos se concentraron en: calmar a unnie.

- Unnie - el murmuro de Nayeon se escuchó un poco más grave de lo normal, volviendo a tocar y sostener la manilla -, s-somos nosotras...

Ambas cachorras saltaron sorprendidas cuando la puerta se abrió con brusquedad, revelando un par de ojos felinos dilatados brillando en anhelo, los bonitos labios rojizos junto al sonrojo que se espolvoreaba por sus levemente rechonchas mejillas y un par de cejas fruncidas en molestia. Momo no llevaba nada más encima que la camiseta de Nayeon que era tan grande para ella que lograba cubrir perfectamente sus muslos, dejando una porción de la piel de sus clavículas asomándose. Las dos alfas parpadearon aturdidas, porque el olor del celo las golpeó como una cachetada en la cara al tenerla así de cerca, y casi chillaron asustadas cuando la omega las sostuvo a ambas desde los cuellos de sus ropas para obligarlas a entrar a la habitación.

- ¿Por qué tardaron tanto? - su voz se escuchó enojada y agitada, bajos gruñidos escapándose - ¡Las quería a las dos conmigo, pero solo enviaron sus tontas camisetas! -

- P-pero...

- ¡A la cama! - interrumpió con voz demandante, apuntando dicho lugar con un dedo firme y ojos llameantes.

Ninguna quiso retarla, así que en silencio obedecieron para sentarse a las orillas del colchón y mirarle con ojos cautelosos. La omega bufó molesta, acercándose para empujarlas a ambas y hacer que se acostaran, para así poder gatear por las sábanas hasta llegar al cuerpo de Nayeon y deslizarse encima. La coreana tragó saliva ruidosamente al sentir la nariz de la pelinegra husmear en su cuello, sintiendo un tirón en su vientre bajo cuando escuchó después el gemido que soltó al llenarse del fuerte aroma de la cafeína tostada.

Después de que se alejara pudo respirar un poco más tranquila, oyendo la risa de Sana cuando la omega hizo lo mismo con ella, aunque con Minatozaki, la pelinegra se atrevió a lamer la zona mientras una de sus manos acariciaba el torso de Nayeon sobre la ropa.

- Mimos... - murmuró apartándose, mirándoles con ojos acuosos - por favor.

Nayeon alzó una mano para tocar la mejilla izquierda de la pelinegra, sonriendo con ternura cuando la sintió pegar su rostro contra su palma como si intentara buscar más atención. - ¿Quieres muchos mimos? ¿Quieres que las dos te demos cariño? -

Momo asintió, gruñendo bajito cuando sintió la mano de Sana acariciándole ese pedazo de muslo que la camiseta amplia no llegaba a cubrir, sonido que bien pudo escucharse como el ronroneo de una gatita hambrienta de mimos. Estaba tan sensible que donde sea que tocaran se sentía bien, la comezón caliente sosegándose.

- Ven aquí, unnie. -

La coreana pidió con voz suave para no asustarla, teniendo a la omega obedeciendo sin objeciones. Cuando se acomodó en medio de ambas, las alfas se acercaron a sus costados para poder abrazarla, los brazos rodeándole el cuerpo con facilidad. Y Momo volvió a casi ronronear, contenta por la atención puesta en ella, sonriendo cuando sintió las narices de sus alfas olisquear su cuello, las grandes manos acariciándole con cariño.

Justo eso, era lo que Momo necesitaba.

❝Cappuccino Candy❞ ~『NaMoSa』G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora