extra. una pequeña manada

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La casa era un caos, un completo caos.

- ¡Ven aquí!

El grito de Nayeon se escuchó por toda la casa, seguido de escandalosas risas infantiles. La alfa corría detrás de la niña que desnuda huía de ella, saltando por los sillones y riéndose del desespero de Nayeon por atraparla. Habían estado así hacía ya un buen rato, cuando la alfa le quitó las prendas para poder bañarla, pero la niña había huido tan rápido como sus cortas piernas se lo permitían, solo volviendo loca la chica que trataba de agarrarla para que dejase de exhibirse por toda la casa.

- ¿Qué pasa? - Sana entró a la sala principal, donde Nayeon seguía correteando detrás de la cachorra. En sus brazos sostenía un bebé, quien chupaba tranquilo de un biberón lleno de tibia leche. Lo mecía con cuidado, arrullándolo.

- ¡Tu hija no quiere bañarse! ¡Dile algo! -

Minatozaki rodó los ojos ante el desespero de Im, quien se dejó caer en el sofá a mirarle cansada por todo el ejercicio que la cachorra le hizo tener. - Somi, ¿Qué te he dicho sobre molestar a mamá Nayeon?

La aludida dejó de correr para lentamente acercarse a su mamá Sana, bajando la cabeza y moviendo el pie en un gesto tímido. La niña era una tierna combinación entre los ojos felinos y labios de Momo, junto al tono de piel y la nariz de Sana, además de ese lacio cabello negro que le caía desordenado por sus hombros. La niña era adorable, pero sin duda también era un pequeño demonio de tres años. Se la vivía molestando principalmente a Nayeon, porque era un blanco perfecto al caer tan rápido en sus pequeños trucos de manipulación. ¡Pero no podían culparla! Era débil cuando la pequeña ponía sus ojitos brillantes de cachorrita y le hablaba con ese aegyo infantil tan bonito.

- No molestar a mamá Nay porque es sensible - respondió en voz baja, un tono digno de un infante.

- ¡Oye! - la aludida se quejó ofendida, aunque ninguna la tomó en cuenta.

- ¿Qué más?

- Cuidar a mamá Nay porque puede hacerse daño.

- ¡Se supone que es al revés! - volvió a quejarse, otra vez siendo ignorada.

- Así es bebé, ahora dale un abrazo a mamá Nayeon.

La aludida refunfuñó como una niña pequeña, pero de todas formas abrió los brazos para dejar que la chiquilla se abrazara a ella, envolviendo su pequeño cuerpo desnudo. Así que aprovechó, alzándose con ella en brazos, gritando un: - ¡Te tengo, ahora a bañarse! - corriendo hacia el cuarto de baño, escuchando las quejas dramáticas de la pequeña alfa.

Sana negó con la cabeza, mirando al bebé en sus brazos, quien había dejado de tomar su leche para comenzar a mover sus extremidades sin orden alguno, mirándole con esos grandes ojos marrones decorados con pestañas largas. Era un bebé bonito, con la tez acanelada y lacios cabellos oscuros, una tierna nariz pequeña como la de Momo y labios como los de Nayeon. Un bebé alfa de nueve meses. Era tranquilo, pero desde el momento en que llegó a sus vidas les había dado problemas porque: el mini alfa no lloraba cuando tenía hambre, ni cuando ensuciaba su pañal, lo único que sabía hacer era balbucear y mover sus extremidades sin control. Tuvieron que hacerle de adivinas, porque al no hacer ruido ellas no podían saber qué era lo que necesitaba exactamente.

Cuando Momo no estaba en la casa, todo era un desastre. Ambas adultas podrían ser alfas, pero la omega estaba al mando, podía controlar a los mocosos en cuestión de segundos y arreglar los desastres que todas esas alfas creaban con tan solo cruzarse de brazos y mirarles con las cejas fruncidas en irritación.

❝Cappuccino Candy❞ ~『NaMoSa』G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora