2: Encerrados

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Ya estamos en el aula esperando que el profesor de matemáticas se digne a llegar, mientras tanto Morgan y yo planeamos que vamos a hacer este fin de semana.

—Buenos días, clase.

Ya al llegar el profesor todos nos quedamos en silencio mientras el profesor explica algún problema que la verdad no estoy entiendo nada. Por lo tanto, me giro y me pongo a charlar con Morgan.

—Señorita Hampson y señorita Smith, ¿pueden explicarle a la clase cómo se hace el ejercicio que acabo de explicar?

—Bueno, la verdad es que no entiendo nada de lo que está explicando—le digo al profesor.

—Por lo que veo, señorita Hampson, usted no ha aprendido su lección de porque todavía sigue en este instituto. ¿Tengo que recordárselo delante de la clase?.

—No tiene que hacerlo, pero si quiere puede mandarle saludos a su esposa de mi parte.

En cuanto termine de hablar Morgan no pudo evitar soltar una carcajada y luego de ella le sigue la clase, para nadie es un secreto la broma que le hicimos al profesor hace unos meses. El profesor se quitó sus lentes bastante molesto y me dio una mira, que si las miradas mataran ya estaría muerta.

—BASTA YA, USTED Y USTED SEÑORITAS ESTÁN CASTIGAS DESPUÉS DEL RECESO LES TOCARÁ LIMPIAR EL SALÓN DE EDUCACIÓN FÍSICA.

El profesor nos señaló a mí y Morgan con la cara todo roja de la rabia, yo estoy haciendo mi más grande esfuerzo para no reírme en su cara y que todo esto se ponga peor. Ya cuando salimos a receso no puedo evitar reírme de lo que acaba de pasar con el profesor.

—¿Viste como se puso todo rojo? Pensé que le iba a dar un infarto del coraje—me dice Morgan todavía riéndose.

—Te juro que casi me le rio en su cara, es que están gracioso verlo molesto.

—Chicas, se puede saber que es tan gracioso,
—dice Caleb llegando a nuestra mesa.

—Ya sabes como es Olivia siempre haciendo de las suyas.

—¿Y quién fue esta vez? No, déjame adivinar, dice haciendo un gesto pensativo, el profesor Salas cierto.

—Por eso eres mi mejor amigo,
—le digo sonriendo.

Mientras charlamos animadamente escuchamos como la puerta de la cafetería fue abierta y unas risas se escucharon y veo a Ansel caminando hacia su mesa con su intento de caminata de Beyoncé, seguro de que él en su mente escucha la canción crazy in love, no hay duda de eso.

—No entiendo que se cree ese tipo por Dios, están pedante—no puedo evitar decir.

—Amiga, no puedes negar que el tipo está para comérselo—dice Morgan.

—Yo estoy de acuerdo con Morgan—la apoya Caleb.

Me giro lentamente y los miro directamente a los ojos y les digo:

—Son mis amigos o mis enemigos.

—Dios, no puedo creer lo dramática que eres Olivia—dice mi amiga, digo casi mi enemiga.

—jajaja—le digo y le enseño el dedo medio. Escucho como se carcajea la muy maldita.

Escuchamos el timbre y vamos de camino a limpiar el salón de educación física, no sé que es peor si querer ir a clase para no limpiar o querer limpiar para falta a clase, la verdad no sé cuál es peor.

—Vaya, supongo que vamos a tener mucho trabajo que hacer—escucho que dice Morgan.

—Definitivamente, prefiero ir a clases que limpiar este mierdero.

¡Es todo un desastre!. Balones regados por todos lados, toallas tiradas en el piso! ¡Oh Dios! ¿Eso es popo?, ya ni sé distinguir que carajos es eso.

—Hay que buscar los utensilios de limpieza, los buscas tú o los busco yo—dice Morgan.

—Yo los busco, aquí ni siquiera se puede respirar, qué asco.

Dicho eso, salgo del el salón hacia el cuarto de limpieza, veo el pasillo desolado, ya que todos están en sus clases. Cuando veo el cuarto de limpieza abro la puerta y voy buscando todo lo que necesito para limpiar el salón.

—Oh por Dios—dije al sentir como la puerta se cierra sola.

Me acerco e intento abrirla, pero nada. Lo que me faltaba quedarme encerrada en este cuarto de porquería.

—Ayuda—empiezo a gritar, cuando escucho pisadas al otro lado de la puerta—¿hay alguien ahí? Pregunte.

—Ya llegué para salvarte Hampson—no puede ser quien esta detrás de la puerta, sea Donovan.

—¿Puedes abrir la maldita puerta?—le pregunté.

—Claro que si, solamente tienes que decir las palabras mágicas y la puerta se abrirá, hasta rimó, ¿no crees?.

—Que mierda dices, Ansel, solo abre la puta puerta.

—No, hasta que digas las palabras mágicas, sería bueno que te des prisa porque no tengo todo el día, y tengo que volver a clases.

El muy carbón le divierte esta situación, seguramente el muy desgraciado se está vengando por lo de esta mañana.

—Di cuáles son las palabras mágicas y acabemos con esto—respondí, este lugar ya me tiene desesperada, es bastante pequeño y hace mucho calor.

— Nada más tienes que decir, amado Ansel, eres el hombre más guapo que he visto en toda mi vida, eres tan bello que pareces tallado por los mismos Dioses.

—Oh, no, estás equivocado si piensas que voy a decir semejante estupidez.

—Pues fue un placer, ya me voy a clases— en eso escucho como sus pasos se van alejando, así que, no me queda de otra que decir eso—empiezo a tocar la puerta para que él escuche y se devuelva.

—Está bien, lo diré—tomo un bocado de aire, antes de repetir aquello—amado Ansel, eres el hombre más guapo que he visto en toda mi vida...

—No se escucha bien, ¿puedes decirlo más alto?—me pregunta de forma burlesca.

—Te juro que cuando salga de aquí te patearé las bolas y te dejaré sin descendientes.

—Si como digas, entonces te quedaste en que soy el hombre más guapo, sigue.

En ese momento pego mi cabeza de la puerta para no decirle ahí mismo que se vaya a la misma mierda.

—Eres tan bello que pareces tallados por los mismos dioses—terminando de decirlo, me abre la puerta y veo su sonrisa de ganador.

Pero tal y como le dije, le di una patada ahí abajo que lo estoy viendo como se retuerce del dolor, en eso aprovecho y lo empujé hacia el cuarto de limpieza para dejarlo encerrado, pero Ansel lo vio venir y me toma de la muñeca llevándome con él al cuarto, el muy idiota tropieza y se cae y yo me caigo encima del.

—Pero se puede saber que está pasando aquí.

Levantó la vista y adivinen quien está en la puerta, si señores y señoras el director, no me puedo imaginar lo que está pensando a vernos de esta manera. Solo espero que esta vez no me expulsen.

Perfectamente imperfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora