21: Revelación

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Siento el líquido frío en mi vientre y escucho la máquina de la ecografía, a mi lado está Morgan bastante impresionada mirando hacia la pantalla.

—El sexo del bebé es...

—NOOOO—el doctor y yo nos asustamos por el gran grito que soltó mi amiga desde su asiento.

—Doctor, yo no la conozco, si quiere la puede sacar del consultorio. Auch—digo por qué me acaba de golpear el brazo.

—Porque mejor no hacemos una fiesta de revelación, el doctor me revela el sexo a mí y yo me encargaré de todo—Morgan está muy emocionada con esta idea, no me gustaría decirle que no porque ya casi se acaban las vacaciones y se irá a la universidad.

—No me parece mala idea—digo luego de pensarlo unos segundos.

—Perfecto entonces, señorita Hampson ya sabe, siga las indicaciones y que pase un buen resto del día, se puede retirar para decirle a su amiga el sexo del bebe— con toda la resignación me salgo, estoy a punto de escuchar detrás de la puerta, pero mi amiga me conoce tan bien que le subieron el volumen a la música instrumental del consultorio, genial no. Luego de unos minutos que para mí fueron eternos sale mi amiga toda sonriente. Iba a preguntar, pero ni siquiera me dejo hablar.

—Ni lo pienses, querida amiga, mi boca estará sellada hasta la fiesta, que será el sábado.

—Pero que dices, hoy es lunes, soy la madre, tengo que saber que llevo en mis entrañas.

—No, mi cielo, te aguantas.

—Está me las pagas, Morgan.

Como es de costumbre, Morgan me deja en casa, me despido de ella para dirigirme a mi guarida que en estos días ha sido mi hermosa cama. Pero miro la casa de mis amados vecinos, alias la casa donde vive el padre de la criatura, camino hacia la puerta y toco el timbre, en eso la puerta es abierta por un mismo Dios bajado del cielo, si esto fuera una película sería la chica idiota que se queda hipnotizada por el chico guapo.

—Pero miren quien está aquí, si es el pequeño demonio de Olivia, la vecina traviesa que ahora está embaraza de mi amado hermano, pero qué vueltas da la vida, ¿no crees?—el Dios que está parado enfrente mío es el hermano mayor de Ansel, Daniel, la verdad que el universo ama mucho esta familia con semejantes genes espero que el bebé saque un poco de ellos.

—Vaya, Daniel esperaba no tener que verte la cara nunca más en la vida, pero ya vez las cosas nunca salen como uno quiere—se pasa las manos por su pelo sedoso, castaño, negando con la cabeza. Daniel también fue parte de algunas de mis bromas que iban dirigidas a Ansel, pero resultaba que el que estaba en el lugar y momento incorrecto era Daniel.

—Y al parecer las cosas no les salieron bien a ti y a mi hermano— dice señalando mi vientre.

—Qué gracioso eres—le saco el dedo medio.

—Tus modales siempre resaltando—obviamente lo dice sarcásticamente.

—Hermano, aquí está tu mujer que vino a ponerte la correa—grita Daniel, él a diferencia de Ansel, su estilo es más varonil, más rudo, tiene un carácter que quisieras mantenerlo lejos de ti, es más parecido a su padre, al parecer esta familia tiene un poco de problemas con el Donovan mayor, porque Daniel se mudó a temprana edad de casa y sé que si está aquí en estos momentos es por su madre. ¿Qué como sé todo esto? Fácil a mi madre le encanta el chisme así como la ven y ella me cuenta algunas cosillas.

—¿De qué mujer hablas?—aparece Ansel en la puerta con unos pantalones de jugar basket y una franela blanca y sudado, pero ni así el muy maldito deja de verse guapo.

Perfectamente imperfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora