✨primero✨

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Dan nunca vio en su futuro el colegio, es más, no podía esperar para acabarlo. Pero cuando su emocionada madre llegó a casa, celebrando que su hijo mayor por fin iría a la universidad: no puedo decir que no y destrozar las esperanzas que su madre ya había construido.

En cierta manera, sentía que se lo debía. Después de haber sido un estudiante cualquiera y haberse metido en muchos problemas durante su adolescencia, pensaba que esta sería la única manera en la cual podría pagar la infelicidad que le había causado por los últimos diecinueve años (ya que el último año lo había pasado sólo en la universidad como su madre lo había soñado).

Dan siempre fue la oveja negra de la familia, siempre siendo el raro y apestoso puberto que se iba al rincón o a su habitación a jugar videojuegos. Él realmente nunca tuvo amigos (tampoco los pidió) y así se sentía bien; siempre hundido en una soledad incontrolable que si no fuera por sus videojuegos, se consideraría depresiva.

Mientras Adrián sacaba los mejores grados en todo colegio al que asistía, Dan sólo quería que sus años de colegio terminarán para ya nunca volver jamás.

Ese era otro detalle, el que (aunque él fuera el mayor) su hermano pequeño siempre fuera perfecto en cualquier cosa que hiciera. Su manera de hablar, su manera de controlar, hasta su manera de caminar; todo en él era perfecto y eso mataba a Dan internamente. Se suponía que él debía ser el ejemplo a seguir, se repetía mentalmente. Se suponía que él debía de disfrutar la escuela y siempre ser perfecto en todo lo que hiciera, pero desafortunadamente nada nunca fue así.

Tal vez era que había heredado los gustos de su padre, quien en su juventud nunca quiso estudiar y tan pronto vio la oportunidad, dejo la escuela. Ahora era un mecánico que trabajaba doce horas al día para pagar su estúpida universidad. Aún así, su padre adoraba su trabajo y podría pasar (prácticamente) todo el día en el taller sin ninguna queja. Pero eso no borraba que si él hubiera tenido una mejor y más avanzada educación, tal vez hubiera obtenido un empleo en el cual no se mancha de grasa y obtuviera una gran paga quincenal.

No era justo, Dan se decía, el invertir tanto tiempo en algo que realmente odias y que probablemente no volverás a usar en toda tu vida. Y aunque Dan lo tratara, no lograba mantenerse enfocado en las clases. Sí, se veían y escuchaban interesantes al principio pero luego de tres semanas todo le aburrió. Además, no se sentía correcto él estar ahí. Sí, tenía un par de amigos y hasta una novia (o debería decir ex-novia) pero jamás se encontró entre ellos. Como si nunca hubiera pertenecido y se hundiera en su soledad, de nuevo.

¿Cuándo fue la última vez en la cual no tuvo que quedarse toda la noche repasando los apuntes de cualquier clase ya que no había puesto atención? Ninguno de estos días. Demonios, ni si quiera recordaba cual fue la última película que había visto sin estar preocupándose por sus grados. ¿Cuál sería el día en el cual acabaría su infierno viviente? Al parecer, ese día no estaba cerca.

No era su culpa, se había dicho. Nunca fue su culpa que no haya heredado el gusto por los estudios de su madre, ni tampoco era su culpa que odiara el colegio. Por qué lo odiaba. Demonios, ¡cuanto lo odiaba!

La mirada del morocho se concentró en los miles de árboles que se veían por su ventana, algo ansioso por lo que sea que lo esperaba adelante.

Había dejado la universidad, al fin había pensado en sí mismo y había dejado lo que le daba pesadillas vivientes. Estaba asustado, ¿que diría su madre de él? ¿De su comportamiento? Podía escucharla parlotear con sus amigas mientras decía que el repentino cambio de Dan había sido nada más que un berrinche y capricho del cual ella estaba muy decepcionada.

¡Al diablo lo que piensen! Se dijo a sí mismo la mañana en la cual tomó la decisión y después de cinco minutos se dirigió a la oficina del decano para (oficialmente) dejar la universidad. Fue un alivio, uno del cual sabía que nunca se arrepentiría ni hoy ni en un millón de años. No tendría un gran futuro, pero tendría uno en el cual sería feliz y estaría satisfecho con lo que había hecho.

En cuanto a su vida social en la universidad, era algo mediocre, sí, pero al menos tenía amigos. Claro, estos "amigos" eran las personas más falsas de el mundo pero, de nuevo, el nunca había encajado ahí. También estaba su (ex)novia, Carly Brooks. La típica rubia que todos deseaban sin embargo, Dan la había tenido a su lado por cerca de un año (la cual él estaba casi seguro que había sido la relación más larga de ambos).

Las relaciones nunca habían sido lo suyo y con tan sólo veintiún años, Dan había tenido tres novias. Debía admitir que Carly había sido la más bonita de todas (y tal vez la más formal) pero, diablos, como molestaba.

No puedes salir usando eso, la había dicho una vez que Dan estaba vestido totalmente de negro. Le molestó, pero no dijo nada y cambió su camiseta por una blanca. Realmente nunca fueron compatibles, pero nada perdería con intentarlo. Y esperó, esperó hasta que se cansó y decidió terminar todo justo una hora antes de haberse largado de su estúpida alcoba en la universidad.

"Nunca funcionara y no quiero quedarme estancado en algo que odio con mi vida," dijo sin arrepentimientos. "Si quieres apoyarme o no, pero realmente no me importaría. Jamás estaremos bien juntos y lo sabes. Básicamente, estoy rompiendo contigo." Término duramente aún después de que había sentido a la rubia casi romperse en lágrimas, casi. El sabía que solamente estaba fingiendo, ya que la rubia siempre hacia eso cuando no conseguía lo que quería.

Dan simplemente ignoró los llantos y se fue de la habitación de la rubia sin mirara para atrás, tomando todas sus cosas y entrando en el taxi que había llamado previamente. No había tiempo para arrepentirse, no podría ir para atrás después de que había tomado esa fuerte decisión.

Iría a buscarse a sí mismo y se olvidaría de todos. ¡Al diablo las opiniones de otros! La única aceptación que necesitaba era la suya y después de veinte años se había dado cuenta.

genie» howell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora