✨cuarto✨

37 8 2
                                    

La música retumbaba dentro de el Red Lights Club y Dan no pudo hacer nada más que bufar. No podía creer lo que estaba haciendo por su "hermanito" (notese el sarcasmo). ¿Por que lo hacia, de cualquier manera?

Dan sabía que Adrián jamás haría algo así por él, aún si la vida le dependiera de eso. Entonces, ¿por qué demonios estaba ayudando a alguien que no lo ayudo nunca en su vida? Por qué Dan no era como Adrián, y jamás lo sería.

Aparcó el auto en el primer lugar libre que encontró y después de cerrar el auto, corrió hacia el pub.

El grandulón que estaba frente a la puerta solamente lo vi y lo dejo pasar, sin pedirle una identificación o algo así a Dan. Quien notó los ojos rojos y mirada cansada de el grandulón. O estaba hasta el culo de droga, o solamente estaba muy cansado. Pero Dan decidió irse con las drogas, ya que era lo más realista.

Dan sabía que dentro de el club no se podían vender drogas por que era ilegal, pero; ¡que demonios! ¿Desde cuando hacia acá a la gente le interesaba la ley antes de ponerse hasta el culo?

Y ahí fue cuando se dio cuenta de que su hermano podría estar hasta el culo de marihuana o cocaína justamente ahora. ¡Tenía que detener lo que sea que Adrián estuviera haciendo! Llevarlo a casa y hacer como si esto nunca hubiera pasado. Sí, eso haría.

Al estar dentro del club, Dan estuvo completamente perdido. Si bien había venido un par de veces, había olvidado todo. ¿Cómo encontraría a Adrián, si no tenía ni la menor idea de donde estaba?

Su celular comenzó a vibrar dentro de su bolsillo, mostrando una llamada en curso por lo cual Dan contestó tan rápido como pudo.

"Estamos en el jardín. Apúrate que tu hermano es un grano en el culo." La voz de Connie habló rápidamente.

Dan corrió hacia donde (parecía) el jardín y en el momento en el que salió, vio a la rubia junto a su hermano. Connie luchaba por quitarse a el morocho de encima, la rubia rezongando y gruñendo sin parar.

La rubia, al ver a Dan, se levantó y prácticamente aventó a Adrián al suelo. Dan corrió hacia donde yacía el cuerpo de Adrián, echándole una mirada sucia a la rubia la cual se encogió de hombros y sacó un cigarrillo de su bolso junto con un encendedor y comenzó a fumar.

La rubia exhaló el humo antes de hablar de nuevo. "Ya era hora, tú hermano es un puto grano en el culo. Ni siquiera sirve para follar, no se por que me sigo juntando con él."

TMI, pensó Dan un tanto sorprendido por la confesión de la rubia. Dan no dijo nada más y levantó a su hermano entre sus brazos, pasando uno de sus brazos detrás de su nuca para que se sostuviera por sí mismo. Y así, Dan comenzó a llevar a Adrián hacia el auto.

Pero no sería divertido si nada pasara, ¿verdad?

La rubia, incluyendose a sí misma, camino detrás de los hermanos hasta que fue jalada bruscamente hacia un lado por lo cual dio un alarido. Dan paró sus pasos y volteó para ver que estaba pasando, topando se con Connie siendo agarrada por un muchacho fornido y (debía aceptarlo) guapo. Según recordaba, el muchacho era Evan Walker.

Un popular de la preparatoria, el típico jugador de fútbol americano que todas las chicas aman y aclaman. Para resumirlo, todo lo contrario a Dan.

"¿Adónde vas, babygirl? Aún no nos divertimos." Hablo el rubio mientras le apretaba el trasero a la rubia.

"Oh, vete mucho a la mierda. Hijo de puta, ¡no me toques!"

Dan solamente bajó la cabeza, sin saber que hacer. "Amigo, déjala." Hablo lentamente, lleno de miedo de alguien que era claramente más joven que él.

"Mira, cabrón, no me digas nada. Ella no es tu puta, es la mía. ¿Estamos claro?"

"¡Pudrete, Walker!" Gritó la rubia. "Vámonos, Dan."

"No, tu no vas a ningún lado con ese imbécil."

"¡¿A quien llamas imbécil, hijo de puta?!" La voz de Adrián sonó por primera vez.

Oh Dios mío, pensó Dan, cierra tu puta boca.

"¡¿Qué acabas de decir?!" Evan rápidamente agarró a Dan mientras uno de los amigos de el mismo agarraba a Adrián. "¡Repítelo!"

"Hijo. De. Puta." Dijo Adrián calmado pero aún borracho.

Dan recordaba una vez en la cual había roto un par de platos, unos hermosos y preciados platos de porcelana que sí madre había comprado por una gran cantidad de dinero.

Había sido un accidente, se había dicho a sí mismo, pero eso no le quitaba la culpa de encima.

Y eso era lo que pasaba justo ahorita.

No había sido él el que había llamado a Evan Walker, el bravucón que aunque era menor y más pequeño que él podría partirle la cara, pero aún se sentía culpable.

El primer golpe fue dirigido a la nariz de Adrián.

Dan jadeó al ver a su hermano ser golpeado, pero su boca fue cerrada por el puño de Evan.

El castaño gimió de dolor y se preparó mentalmente para otra serie de patadas y puñetazos. Eso dejaría marca.

Los golpes continuaron por algunos minutos, hasta que gritos comenzaron a hacerme presentes y escucho sirenas.

Era la policía.

"¡Levanten los brazos!" Uno de los policías gritó cuando estuvo frente a Dan, apuntando a todos con una pistola.

Evan, totalmente asustado al igual que sus amigos, soltó a Dan y levantó los brazos sin decir nada. ¿Qué podría decir?

El policía primero agarro a Evan y lo esposó, tirándolo al piso para luego agarrar a un amigo de Evan y esposarlo. ¡¿Qué demonios había pasado?!

Adrián fue soltado por los dos bravucones que los tenían agarrado de los brazos, y comenzó a reírse como un maniático.

"¿Hayas esto gracioso, huh?" Preguntó un policía mientras levantaba una ceja. "Él estar arrestando a tus amigos es gracioso, supongo."

"No." Dijo Adrián después de reír un poco más. "Lo gracioso es tu cara de culo. Tío, si necesitas un polvo acá está la señorita Dulavigne. Espera, no es así."

El policía cambio se expresión a una enojada, y Dan supo que estaban esa problemas al momento en el que Adrián fue tirado al piso para luego ser esposado de la misma manera en la cual había sido esposado Evan y sus amigos

¿Cómo saldría de esta? Se suponía que venía por su hermano y amiga prostituta, pero ahora se había metido en serios problemas con la policía y la única manera de salir de esta era llamando a sus padres.

Dan se sacudió al darse cuenta que estaba temblando. Recordaba muy bien a su madre poniéndose roja de la furia justo antes de abofetearlo.

¡Traz! Escuchó en su mente.

Su rostro había sido volteado hacia el lado contrario de la fuerte que había sido abofeteado.

"Se supone que debes cuidar a tu hermano, ¡no dejar que lo golpeen y que lo lleven a la cárcel! ¡Imbécil de mierda! ¡Eres un bueno para nada, una decepción para toda la familia!" Fueron las palabras exactas de su madre.

Nunca en su vida se había sentido tan humillado, y por primera vez en su vida deseó nunca haber existido.

genie» howell.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora