Noche

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Levi

Son las 8:00 de la noche, sé que voy retrasado a mi encuentro porque la luz del sol se ha ido como todas mis putas ganas de entrenar, pero es la segunda semana en la que ella esta bajo mi cargo y no puedo desistir, sobre todo después de ver lo entregada que esta por aprender.

Me duele el abdomen, pero no más que mi pómulo derecho el cual fue golpeado en entrenamiento. Las secuencias de ejercicio son un asco y me molesta saber que mi esfuerzo en esa estúpida academia no es reconocido por las personas de la ciudad, sobre todo por los del gobierno, los cuales espero reconozcan que me parto el culo todas las mañanas, cuando me den el emblema de soldado nato.

He llegado al punto de encuentro y se que ella ronda cerca de aquí porque puedo ver una playera azul junto con sus tenis color rosa Salmon, los cuales de seguro pueden cegarte si los ves por más de dos minutos. Me coloco justo a lado de sus prendas que se han llenado de arena mientras mis ojos intentan encontrarla para empezar de una vez por todas con lo que teníamos planeado este día.

Observo las canchas, las palapas vacías y otras zonas aledañas hasta que mis ojos la distinguen. Esta varada en el mar, justo al lado del muelle de pesca que suele estar vacío como toda esa zona. Está sujeta a la barandilla mientras flota con los ojos cerrados. Luce relajada y no tensa como es costumbre y he de admitir que eso no es algo que yo esperara ver.

Al verla completamente humedecida puedo entender la función de la ropa que sigue llenándose de arenilla, la cual ya necesito que utilice porque el tiempo corre despavorido y yo me muero por llenar mi estomago con lo primero que me aparezca enfrente.

Subo a la barandilla y con lentitud camino hasta ella mientras el roció del mar me llega hasta el rostro. Tiene el cabello empapado y acicalado hasta atrás, haciendo que sus pestañas largas resalten de su rostro blanquecido. Luce como una niña abrazada al muelle, mientras sus pies chapotean uno tras otro, levantando gotas de agua que visitan mis pantalones.

— ¿No tienes frio? — le pregunto desde arriba y me doy cuenta de que la he espantado porque ha soltado el muelle y lo ha vuelto a tomar rápidamente.

Sus orbes grisáceos destellan de entre la oscura noche y me pierdo en el brillo que reposa en su iris.

— ¡Levi! — me ve asombrada y se abraza con más fuerza a la plataforma como temiendo que el agua agitada se la lleve lejos de ahí.

— Te enfermaras — le informo al comenzar a sentir frio en lo desnudo de mis muñecas — Sal ahora — le recomiendo cuando estoy caminando de regreso por el muellecillo.

La mujer parece pensarlo porque sigue arraigada en el mismo lugar, aun y cuando le he indicado que saliera por la temperatura.

— ¿Sucede algo? — le pregunto cómodo desde mi asiento de arena. Estoy tan cansado que no tengo inconveniente con tirarme sobre la arena.

— Pensé que ya no vendrías por la hora. — me indica sin voltear a verme.

Luce extraña, podría decirse que avergonzada, pero no puedo verla del todo desde mi lugar.

— El entrenamiento estuvo horrible. — le cuento mis pesares y de paso me deshago de mi camisa camuflajeada quedándome solamente con una playera interior sin mangas. — me hicieron cargar mi peso más de 10 veces, además nos obligaron a nadar con un barril sujeto a las pantorrillas.

— Suena horrible — dice desde el mismo lugar y sigo sin entender porque no sale.

— Si, pero anda, entrenemos de una maldita vez, me quiero ir a tirar al departamento.

Me arrojo de espaldas a la arena esperando pacientemente a que desaloje el agua, pero la mujer no habla, no se mueve, ni se inmuta por la temperatura.

— ¿Quieres que te pase el maldito cambio de ropa? ¿Eso es lo que quieres? — le pregunto irritado mientras observo como mira determinadamente la prenda.

Olvidarte jamásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora