Mikasa
Las constantes llamadas y mensajes me han orillado a dirigirme a la estación de policía otra vez. He impreso todos sus escritos, incluyendo mis vergonzosas fotografías... sin embargo nunca parece ser suficiente, al menos no para ellos.
— Señorita, la ultima vez quedo en traer un testigo y no ha traído nada ¿Cómo espera que tomemos en serio su caso?
Escucho decir al hombre regordete que no deja de llenarse la boca de tabaco. Su oficina es desagradable, igual que el, que parece tomar a juego todo lo que le digo.
— No ha podido venir —le explico lo más tranquila que puedo—, pero le he traído esto —señalo las fotografías impresas—. Esto debería bastar, además les he dado el número de teléfono para que rastreen las llamadas.
— Son números desechables, ya conocemos las terminaciones de dichos números. —me explica sin voltear a verme—. No los podemos rastrear, es imposible.
— Algo se debe poder hacer.
— Si, puede irse a su casa, si tenemos algo se lo haremos saber. ¡Nicole! ¡Traume un café ahora! —grita ignorándome por completo.
— Señor tiene que ayudarme, no puedo salir de mi casa sin miedo...
— Entonces le recomiendo que se quede en casa hasta que nosotros le hablemos ¿Le parece? —pregunta mientras sus dedos gordos mueven la cuchara del recién traído café.
Con absoluta indignación y decepción salgo de las oficinas, realmente esperaba obtener mas respuesta de su parte, creí que aquellas fotos serian mas que suficiente pero no fue así. Son las 2:00 de la tarde y no tengo trabajo por hacer, Hange me ha dado el día libre como si presintiera que voy a ocupar ese tiempo, como si supiera que algo está por pasar.
Mi ropa holgada comienza a sacudirse por las brisas frescas de la ciudad, y estúpidamente extraño mis pequeños shorts deportivos enrollándose en mis muslos. No he podido usarlos nuevamente, no desde que comencé a sentirme siempre en una constante persecución. No me consta, pero se que me observa desde algún edificio o callejón, de cualquier lugar....
El mismo temor me ha orillado a tomar las clases de defensa que Erwin ha conseguido para mí. Me encontraba indecisa al respecto, pero se que el chico de cabellos negros se negara a seguir entrenando conmigo, porque me ha quedado claro de que no le interesa desde que no se ha aparecido como mi testigo.
«Sina» es el nombre del lugar en donde esta mi nuevo entrenador, el local no es grande, pero desde afuera puedo ver su gran iluminación. Entro curiosa y rápidamente la temperatura fresca del lugar alivia mi piel irritada y sudorosa. Observo las maquinas robustas que yacen en una esquina y los espacios con colchoneta suave que abarcan mas de la mitad del lugar. Me gusta, me gusta mucho y espero mi entrenador también sea de mi agrado porque siento que aquí puedo aprender lo que necesito para sobrevivir.
— Mikasa ¿Verdad?
Su voz llega desde mi espalda y me giro rápidamente para responder a su pregunta. Es alto, muy alto y su cabello rubio parece separarse en su frente pequeña. No estamos cerca, pero puedo ver el color ámbar asomarse por sus ojos pequeños.
— Si —afirmo mientras estiro mi mano para saludarlo.
— Mike, mucho gusto.
Es un hombre serio y me lleva años de edad, aunque no se cuantos en realidad. Su bigote curioso mantiene mi vista ocupada, y espero aquello no sea un distractor cuando entrene en pareja.
— Erwin me dijo que ya habías estado entrenando antes ¿Eso es cierto? —pregunta mientras se dirige hasta las colchonetas en donde se deshace de su calzado.
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Olvidarte jamás
RomanceDespués de un trágico accidente, el destino a llevado a Mikasa a vivir a la orilla del mar en donde conocerá a un hombre perteneciente a las fuerzas armadas. Pero en tiempos de guerra el destino es aún más incierto y cruel, y a veces nos obliga a o...