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– La chica que apareció de la nada –
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Narra Chirai
—Uff, mira sus piernas. Parecen infinitas.
—Ya sé ¿Le viste el trasero? —Bulma y las chicas murmuraban en voz baja— que sucede ¿Es la hermana perdida de las Kardashians o que?.
—¿A ella se le habla o se le reza? —Lazuli dudó. Analizando la morena que estaba un par de metros delante de mí.
Cuando me giré a verlas, pararon de confabular y halagar a la chica que se fundía en un abrazo eterno con Broly. En su lugar, intentaron sustentar mi autoestima de su descenso en picada.
—Hiug, mal look —Milk fingió espanto.
—Lo sé, ni siquiera es tan alta —Bulma le siguió el juego imitando su actitud de desagrado.
—Tsk, ese peinado no le favorece.
Me forcé a sonreír a medias.
Una de mis mayores inseguridades siempre fue mi estatura. Por un sin fin de motivos estéticos y situaciones cotidianas que no vale la pena enumerar. Tener siquiera la estatura promedio fue mi sueño inalcanzable, y parecer un mini pekka no ayudaba en absoluto.
Sobre todo cuando ves a una chica:
A la que le sobra... todo lo que a ti te falta.
—No necesitan hacerme sentir mejor hablando mal de ella —les aseguré sacudiendo la cabeza en ambas direcciones— odio las personas que critican a alguien para sentirse bien consigo mismas. Es hermosa —reconocí— una diosa del olimpo.
Frené mis pasos.
Quería enfrentar a Broly y decirle la verdad como Lazuli me recomendó.
Acabar con este jueguito patético de niña de cinco años, que huye de las mariposas en el estómago.
Mariposas.
Tsk.
¿Quién fue el idiota que inventó esa ridícula expresión para ir y darle un buen puñetazo?
Quizá...
Era tarde.
Cuando los vi, me sentí miserable; no resistí más y regresé andando sobre mis pasos. Apretando mis puños a los costados. Se veían tan bien juntos, que el mundo parecía ser un montaje escénico en su propia película de amor.
Bulma frenó en seco mi caminata, sujetando mi muñeca entre sus dedos.
—Sus ojos no brillan como cuando está contigo —argumentó, en una pequeña sonrisa la cual no conseguía animarme— no veo la magia.
—Tsk, por favor, no te atrevas a sentir lástima por mí —me rehusé a creerle tironeando de su agarre— ni intentes ser bruja.
—También tienes lo tuyo boba. Eres un mujeron —insistió, dándome una pequeña nalgada que me arrebató una sonrisa. Tiene un gran poder para persuadir personas, también la capacidad de hacerte reír en tus momentos mas grises, sin siquiera pedirlo. Ahora ya estoy observándola de brazos cruzados, reconsidero mi postura— créeme, si fuera hombre estarías en mi cama.
