El comienzo

758 63 26
                                    

Cuando llegaron a casa era más de medio día

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando llegaron a casa era más de medio día. Ambos se quitaron los zapatos en la entrada y se pusieron sus pantuflas.

—Voy a preparar algo de comer —Leo avisó —¿Te quedas a hacerme compañía? 

Un ruidito sorprendido salió de la garganta de Fiat, sus ojitos bien abiertos y brillantes le daban un sí rotundo sin tener que abrir la boca para nada, pero igual habló.

—Sí, por favor —murmuró mordiéndose el labio con nerviosismo.

Eso casi consigue derretir el corazón de Leo, pero pudo recomponerse a tiempo para caminar junto a Fiat a la cocina. El minino se quedó en una esquina de la mesa que había mientras Leo se posicionaba frente a la encimera. Haría una sopa, eso siempre les había gustado y era reconfortante después de una situación tan estresante.

—¿Quieres ayudarme un poco? —le dijo, tratando de incluirlo.

Por ahora se sentía con pies de plomo, pues todo estaba muy reciente y no quería dar un paso en falso. Pero tampoco quería pensar demasiado solo fluir con el momento.

—Sí, sí, por favor —dio un pequeño saltito con ambas manos unidas —¿Qué puedo hacer?

—Comienza llenando una olla hasta la mitad con agua y echa las pastillas saborizantes, yo mientras troceo la verdura, ¿vale?

Fiat asintió con entusiasmo poniéndose manos a la obra. Mientras Leo comenzó con su parte. Se sintió a gusto con el ambiente. El silencio no fue espeso como en otras ocasiones. Aunque estaba consciente de que en algún momento tendrían que hablar, poner las cartas sobre la mesa, sobre todo por el bien de Fiat. No se merecía ni una pizca de todo el sufrimiento que obtuvo por su culpa.

—Leo.

Fiat se había acercado sin hacerse notar, era suave hasta caminando y eso a Leo lo enamoraba más y más. Fiat había tenido que contenerse de llamarlo amo, era curioso que jamás se pudo acostumbrar y aún en sus pensamientos lo seguía llamando así.

—¿Hum? —murmuró mientras seguía cortando la zanahoria.

—¿Puedo cortar también? —le preguntó desde su espalda con aquella voz tan bonita que tenía.

No pudo resistirse a él y con un asentimiento le invitó a acercarse. Leo se quedó muy cerca para supervisar mientras que Fiat se posicionó frente a la tabla de cortar. Agarró el cuchillo de una forma incómoda e iba a comenzar a cortar cuando Leo se cernió sobre él, agarrando la mano que sostenía el cuchillo.

—Así no —dijo demasiado cerca de su oído sin darse cuenta.

El torso de Leo se había pegado a la espalda del gatito, haciendo que sus piernas temblasen y su piel se pusiera de gallina. Un escalofrío le recorrió de pies a cabeza cuando Leo envolvió su mano contra el cuchillo y lo guio para empezar a cortar la verdura juntos, enseñándole sin hablar.

Fiat miró su mano, estaba totalmente escondida contra la de Leo, pues sus manos eran finas y las de Leo bastante más grandes que las suyas. El roce se sintió mágico a pesar de estar simplemente guiándolo para cortar. Sin pensarlo, giró la cabeza, mirando a través de sus pestañas la cara de Leo. Su ceño fruncido en concentración, sus dientes atrapando su labio y luego soltándolo. Era simplemente una obra de arte. Suspiró embelesado, atrayendo la atención de Leo.

—La verdura está en la tabla de cortar no en mi cara —murmuró divertido.

Fiat río suavemente.

—Tu cara es más interesante —dijo en el mismo tono, sin darse cuenta de lo que realmente significaban aquellas palabras.

Ambos se quedaron mirando a los ojos, en aquella ínfima distancia, tan pegados como se podía, con sus manos una encima de otra y sus rostros a tan solo centímetros, donde ambos podían notar la respiración del otro.

Leo se tomó el tiempo para observar el rostro de Fiat, cada pequeño lunar, el sonrojo leve que había en sus mejillas, sus abundantes pestañas que iban hacia abajo, y esa naricita que tanto le atraía, donde tiempo atrás había dejado sus besos.

Antes. Cuando todo era confianza y amor.

¿Qué faltaba? ¿Amor?

No, eso nunca había faltado. Los ojos de Fiat gritaban "ámame" sin siquiera ser consciente de ello. Y Leo quería hacerle ver que sí lo amaba. Que eso nunca había cambiado.

Quería hacerle olvidar todo ese dolor que alguna vez le causó su ausencia. Quería borrar todo rastro de sufrimiento. 

Y sin meditarlo ni un segundo, cerró la distancia entre sus rostros. Posó sus labios sobre aquella naricita que iba tomando un tinte rosado por el rubor que se intensificó en la cara de Fiat. Soltó la mano de Fiat para acariciar su mejilla de una forma tan dulce que consiguió un gimoteo del pequeño. Estaba necesitado, rogando porque no parara. Por tener más de todo lo que Leo quisiera darle.

Se apartó con un leve chasquido de su nariz, pero no apartó la mano de su mejilla, siguió acariciando con su pulgar de forma suave.

—No te alejes —Fiat gimoteó —Por favor —más gimoteos salían desde lo más profundo de su garganta —Solo un poco más.

Para sorpresa de ambos, pequeñas lagrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Fiat ni siquiera se había dado cuenta, simplemente quería seguir siendo mimado.

—Tranquilo, bonito, no me estoy yendo —puso su mano libre en la otra mejilla, tratando de borrar las lagrimas con ambas manos —No es necesario llorar, estoy aquí para ti —besó de nuevo su naricita y después cada una de sus lagrimas.

El ronroneo no tardó en aparecer y Fiat cerró los ojos dejándose hacer. Hacía mucho tiempo que no recibía ese tipo de atención y no quería que acabase pronto. Estiró sus brazos con un puchero, tratando de hacerse entender, cosa que logró porque Leo lo tomó en brazos y le hizo enroscar sus piernas en su cadera. Escondió su cara en el hueco de su cuello, olfateando tanto como podía aquel aroma que tanto había añorado.

No había notado el movimiento pero Leo lo había llevado a su habitación y cuando trató de dejarlo en la cama se aferró más a él gimoteando. Leo suspiró.

—Vale, lo entiendo —le susurró acariciando su espalda —Nos quedaremos así todo lo que necesites.

Se sentó con él en brazos, siguiendo las caricias por su espalda, oyendo el dulce ronroneo que poco a poco se fue haciendo más leve pues Fiat había caído rendido en los brazos de morfeo.

Leo, estaba consciente de que habían dado sus primeros pasos y... curiosamente todo fue muy natural, no se sintió mal en ningún aspecto, y tener dormido a su gatito entre sus brazos era tan reconfortante que no había podido pensar en nada más.

Esto era solo el comienzo.

Esto era solo el comienzo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mæw (Leo & Fiat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora