2 - Sin fórmulas

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Otto

Levantarme sin haber dormido mucho es algo que me pasa seguido.

Hace días que no puedo descansar como se debe, y a eso me refiero con al menos ocho horas diarias.

A veces, despierto a mitad de la madrugada y ya no puedo volver a conciliar el sueño. Cuando eso pasa, me quedo un rato en la cama y luego desayuno para salir a correr y dejar que el tiempo pase para no darle importancia a mi mal estado.

Estoy en constante movimiento ya que, si no tengo que ir a clases, voy a practicar con el balón, o le hago los recados a la abuela cuando ella se quiere quedar a ver la televisión tranquila.

Su novela es sagrada, no se la puede molestar en esa franja horaria. Lo aprendí a las malas.

Siempre me dice que debo salir más, y yo entiendo lo que quiere decir. Ella pretende que le presente a alguna chica, y está claro, que eso no pasará.

Primero, porque no he conocido a nadie en varios meses, luego de la ruptura con Amira, no estuve con nadie más.

La abuela nunca la conoció, pero creo que sospechaba que estaba con alguien por sus preguntas sugerentes. A parte, no fui muy discreto metiendo excusas de a dónde me marchaba por la noche  o cuando me llamaba esa muchacha insistente, como ella le decía.

Sí, mi ex novia era un poco molesta.

Un poco mucho.

Y a mi me gusta que respeten mi espacio. Dibujaría una línea entre mi cuerpo y elegiría una distancia óptima para que lo demás no pudieran pasarla. Pero, lastimosamente para mí, eso no es posible.

Le dejo un mensaje a mi madre deseándole unos buenos días antes de salir de casa. Desde que me marché que no la he visto mucho. Hace años me mudé a la ciudad para empezar mis estudios en la facultad, y ella, junto a mi padre, se quedaron en el pueblo.

De vez en cuando los visito pero no mi estadía no dura mucho tiempo ya que mi vida es un caos. Yendo y viniendo a todas horas. Sin pararme a pensar en mi vida emocional o sentimental.

No sé cómo decirle. Tampoco es que me importe mucho. Yo no siento nada, mi corazón está seco, como las hojas que piso mientras camino por la calle desolada.

Aunque no creo que mis amigos queden fuera de eso, pero no es lo mismo. Querer a una persona por amistad no es igual a querer de forma amorosa.

Yo quiero a mi grupo. Claro que sí. Ellos hacen de mi vida algo mejor.

Al primero que conocí fue a Theo. Él iba al mismo salón que yo, en realidad, seguimos yendo juntos porque estudiamos la misma carrera. Sin embargo, ahora todo es distinto, somos como hermanos, y no dos desconocidos que intentan entablar una conversación sobre los componentes químicos del aire.

Que, por cierto, son el nitrógeno, oxígeno, dióxido de carbono, neón, helio...

—Hey.

Alzo la vista hacia el chico que me habló. La luz me lastima un poco porque el sol se posa frente a mi, impiéndome ver con claridad.

Irónico.

No entiendo por qué está si transcurre el invierno. Supongo que es un testarudo. Es algo en lo que nos parecemos.

Mientras menos insistan, más presente me tendrán.

Soy algo complicado.

Miro a mi compañero, la camisa que lleva me gusta, es de un color marrón ocre, y su cabello luce como siempre y a su vez, diferente. Comienzo a pensar que tiene un método para cambiar su peinado, y lucir totalmente natural.

Hasta me hace creer que el mio es tan simple que aburre.

Y es porque ahora está negro. Así lo tuve siempre, antes del azul y del blanco.

Que, ahora que recuerdo, me dijo que el último estilo me quedaba bien, pero no le hice caso.

Típico de mi y mis problemas de inseguridad.

—Hola, Ivar.

Estrechamos nuestras manos y él acomoda la mochila sobre su hombro. Comenzamos a caminar hasta el establecimiento.

Siempre lo encuentro allí, o más bien, él me encuentra.

Y estoy seguro de que su casa queda del otro lado de la calle.

Pero no tengo estoy en condiciones de pensar, solo disfruto de su compañía que, es totalmente silenciosa ya que no me habla, y yo no soy el que comienza con las charlas.

Lo miro con atención, el aro que lleva en su oreja es negro, parece el botón que le falta a su prenda, eso me hace sonreír.

Ivar es tan sencillo... no le importa como se ve, no le interesa lo que los demás piensan de él y sabe cómo debe actuar dependiendo de la situación.

Admiro esa parte de él.

Y el muy egocéntrico sabe que lo estoy recorriendo con la mirada. Me encuentro con sus ojos cafés, y me sonríe.

—No hablarás si yo no lo hago, ¿verdad?

—Parece que después de tantos años conociéndome, empiezas a entenderlo.

—¿Qué? ¿Que eres un químico sin fórmulas? —se burla.

Niego con la cabeza, viendo a las personas a nuestro alrededor. A lo lejos, se encuentran nuestros amigos, al verlos, Ivar alza su mano para saludar.

Pero yo estoy intentando hallar una respuesta ingeniosa, para dejar a ese idiota sin palabras.

Sin embargo, parece ser que el idiota sin voz, vuelve a ser Otto.

Arráncame esto que sientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora