5 - ¿Qué te ocurre conmigo?

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Ivar

Cuando llegué al club, varios de mis compañeros ya estaban haciendo un calentamiento previo al juego.

Miré por todos lados, pero él no estaba.

No me fue fácil alejarme de Otto por voluntad propia. Y menos cuando me daba cuenta de que se me dificultaba tener esa idea presente de ignorarlo.

Varias veces fui a buscarlo a esa esquina, pero me di la vuelta al entender que solo me estaba hiriendo.

Termino de correr un poco, y charlamos sobre cómo dividir los equipos.

Me quedo con la camiseta roja.

Y un perezoso y serio Otto, llega al lugar con sus ojos fijos en el suelo, y se detiene un segundo para analizar el panorama.

Hay un lugar libre en mi equipo, pero él se dirige al otro lado del campo y se coloca una casaca negra.

Suspiro algo tenso cuando encuentro su mirada. Su rostro me incrimina. Un escalofrío recorre mi cuerpo.

Conozco esa mirada.

Está molesto conmigo.

El juego comienza y el balón cae inmediatamente en mis manos. Corro unos pocos metros y un compañero se me adelanta. Cuando lo noto, me alejo y le paso la pelota para que, finalmente, anote dos puntos.

Pasan los minutos y todo está bien, pero quedamos empatados y nunca nos vamos sin que haya un ganador.

La última jugada y todo se define.

No me gusta perder.

Corro desesperado hacia un extremo, el balón se pasea entre las palmas de los que van de rojo, cuando, una cabellera rubia alza la vista en mi dirección. Levanto los brazos cuando la bola entre anaranjada y marrón, vuela por los aires con la intención de llegar a mi pecho, pero cuando salto para conseguirla, mis rodillas chocan con algo, y fallo.

El balón rueda cuando me hallo en el suelo, sobre un moreno que me observa con el ceño fruncido.

Otto acaba de marcarme. Corrijo, cometió una falta sobre mi.

Es tiro libre.

Y me levanto para efectuarlo pero siento como me toman de la muñeca con fuerza, y volteo para ver a mi amigo a punto de explotar.

Antes de que pueda rehusarme, me arrastra consigo hasta salir del gimnasio. Tarda en separarse de mi, y cuando lo hace, acaricio esa parte de mi piel ardiendo.

—¡¿Qué te sucede?!

Otto al ver lo que causó, abre mucho sus ojos y trata de acercarse, pero doy un paso hacia atrás.

—Lo siento.

Suspiro por la falta de aire, siento mi corazón latiendo descontrolado en mi pecho, y no sé si es por la adrenalina o el nerviosismo.

—¿Qué quieres? —pregunto, aún a la defensiva.

Él se queda mudo, al parecer le cuesta hablar porque rasca su nuca para hacer tiempo y yo me impaciento.

—No me hables así.

—¿Así cómo?

—Así de mal —acusa—. ¿Qué te pasa?

Acomodo mi cabello que se hospeda sobre mi frente y trago saliva.

Me cuesta comportarme como un idiota.

—Nada, Otto. Solo tuve...

—Un mal día, ¿verdad? —completa, con una amarga sonrisa—. Ya no creo tus excusas.

—No es eso —digo, casi en un susurro.

—¡Claro que sí! ¿Qué te sucede?

Solo quiero huir, no sé que decirle, y eso me hace sentir vulnerable.

Escapa, Ivar, no caigas. No caigas.

—Volvamos al juego, no ha terminado aún y seguramente nos están esperando...

—Ya se fueron.

Verifico si lo que dice es verdad. Y efectivamente, ya no se escuchan las voces, ni las zapatillas raspando el suelo.

Estamos a solas.

No.

—Pero yo aún no, así que, haré lo mismo, si me lo permites.

Sin soltar mi cabello despeinado y húmedo, me doy la vuelta dispuesto a marcharme, pero unos pasos a mis espaldas me impiden seguir, y su voz me atrapa por completo.

—¿Qué te ocurre conmigo? —pregunta temeroso.

Oh, no.

Apreto mis puños y cierro los ojos. Mis hombros se tensan y no puedo controlarlo.

¿Por qué tiene que ser insistente justo ahora, cuando nunca en su vida lo ha sido?

No respondo, y lo oigo resoplar.

No me muevo, y él toma mi hombro para obligarme a verlo.

Veo esos ojos oscuros, brillan. Y oprimo mis labios dejándolos a un lado.

—Ivar...

Arráncame esto que sientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora