La niña que guardaba recuerdos rotos.

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Había una vez, una niña, no tan pequeña, no tan feliz, no tan bonita, no tan protagónica.

Ella tenía una mamá que trabajaba sin parar, llena de pendientes y montañas de tareas. Pero siempre intentaba hacer tiempo para ella y sus hermanos, intentando organizar actividades divertidas para la familia; ya fuese armar rompecabezas, visitar museos, ir al cine, pasear por el parque, ir a la biblioteca. Siempre intentando darle gusto a todos.

También tenía un papá, que no paraba de trabajar. Siempre estaba en el celular, atendiendo clientes, conversando con sus amigos, viendo videos de Facebook. El nunca tenía vacaciones, y cuando las tenía empezaban los problemas.

No es que fueran una familia tan unida, pero se querían, o al menos eso era una parte del tiempo. La otra eran peleas entre los adultos, niños aislándose de diferentes maneras sin hacer sus tareas, luego el padre huía de los problemas y salía de la casa, o se encerraba en su mundo de trabajo y la mamá empezaba a regañar a los niños por no haber hecho sus tareas. Los niños las hacían de mal humor, asustados y enojados mientras la mamá los apuraba y trataba de mantener en pie la casa.

La mamá había dejado de fumar desde varios años atrás, pero cada vez que estaba demasiado estresada o enojada fumaba. No una cajetilla o dos, solo uno o dos cigarros para relajarse, y siempre se disculpaba con sus hijos por eso. Pero ellos le decían que la entendían y que mientras no volviera fumar estaba bien. Y de verdad lo comprendían.

Su padre nunca fue una persona muy fácil de entender y eso lo sabían. Además de que pelear con el era como darse de golpes contra la pared y era seguro que el siempre ganaría por el típico argumento de "porque soy tu padre puedo obligarte". Había un círculo vicioso en la crianza de este padre. Si no recogía algo era porque todos tenían que recoger lo de todos sin importar que no lo hubieran hecho ellos. Y si le pedían que hiciera algo por los demás decía "No es mi tarea, ustedes deben hacer sus tareas y yo ya hice las mías".

No me malentiendan, el padre era una buena persona, pero no por eso era el más indicado para enseñar algo que a él no le inculcaron, La mamá siempre se quejaba del papá cuando él no estaba en casa porque no hacía bien las cosas y le dejaba toda la responsabilidad a ella. Pero siempre les decía a sus hijos "Su padre es una buena persona, yo no debería decir estas cosas sobre él y no quiero que lo odien por como yo hablo de él. Su relación con su papá es muy diferente a la mía con él. Nosotros somos pareja, el es su padre y deben de quererlo. Ya no voy a hablar de su padre ni a tomarlo como ejemplo" Pero ella siempre terminaba por hacerlo otra vez.

Los niños crecieron en un ambiente de peleas tan fuertes en las que el padre prometía no volver y en donde su madre sufría y se enojaba con él, per al final todo volvía a la normalidad. Su padre nunca se iba de la casa y todos actuaban como siempre.

La niña mayor empezó a entender porque su mamá hablaba así de su padre y le empezó a importar cada vez menos si su padre se iba o no. Mientras sus hermanos esperaban con lágrimas en sus ojos a que su padre regresara ella enfurecida cruzaba los brazos y se ponía a hacer otra cosa.

Además de los problemas intrafamiliares, nunca sobraba el dinero en la casa. Ambos adultos trabajaban hasta casi desfallecer sin mucho éxito, pues sus salarios no eran los mejores. El papá siempre intentaba nuevos negocios pequeños para sacar dinero extra, pero por una u otra razón nunca le duraban más que un par de años. Así como la mamá siempre traía un poco más de dinero a la casa por tener una mejor posición en su trabajo, se partía casi sin dormir de tanto que le exigían y aún así no era suficiente.

La hija mayor solo quería crecer para poder obtener un trabajo y ayudar a los gastos de la casa pero al mismo tiempo no era lo suficientemente capaz como para cumplir todas sus tareas domésticas, y siempre se frustraba por eso, además de ser sermoneada por su madre. La niña quería ahorrar cada centavo que le dieran, pero también se quería comprar cosas muy seguido, y eso la frustraba.

Creció sin querer tener pareja para no repetir lo que parecía ser una maldición de las mujeres de la familia de su mamá. Que siempre encontraban a un hombre que les demostraba que eran todo para él y terminaba viviendo juntos únicamente para que sus hijos no tuvieran que vivir con padres separados. tampoco eran muy buenos en la crianza porque no los habían criado así. La niña no quería vivir como su madre, como vivió su abuela o como vivió su bisabuela, teniendo que pelear por cada cosa que necesitaban.

Su madre les decía a ella y a su hermana que cuando tuviesen que escoger una pareja de por vida, escogieran a alguien que fuera lo suficientemente responsable como para poder ser una pareja equilibrada y no tener que cargar con todo ellas solas, como ella hacía casi todo el tiempo. Y le decía a su hija mayor que encontraría a alguien para ella lo suficientemente bueno.

La niña tampoco se sentía muy a gusto con su cuerpo, no se sentía bonita aunque siempre era elogiada por las personas conocidas. Ella no se sentía lo suficientemente bonita como para poder atraer a alguien. No se sentía capaz de ser amada, Esa era otra de las razones por las que no quería tener pareja cuando creciera. Porque tenía inseguridades de si misma.

y esta niña fue creciendo con todos estos factores, y aunque no era la persona más alegre del mundo, tampoco se sentía la más miserable. De hecho siempre que se sentía así minimizaba sus problemas comparándolos con personas que estarían muchísimo peor. El caso es que si se sentía feliz porque tuvo una infancia lo más feliz que se podía, también sabía que no todo podía ser color de rosas y que el mundo nunca sería inocente ni complaciente con las personas buenas. Ella era una persona que, si bien no era una santa tampoco era una rebelde sin causa. Estaba segura que era más buena que mala. Pero también que no era ni lo uno ni lo otro, si no que simplemente era ella. Sabía que el bien y el mal son conceptos que pueden modificarse según la sociedad lo vea y según cada quien crea en lo que quiera. Era algo como la ética. Ella tenía la suficiente ética como para poder sentir repulsión hacia lo que se considera crímenes.

En fin, ella era como ella era. Lo más simple sería decir, que era una niña ya no tan niña con unos recuerdos rotos, no tan rotos. Ya que al crecer se fue dando cuenta de cosas que cuando se es menor no puedes ver.

Chamay bat.

Relatos escritos con una taza de café y un poco de música.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora