El pacifismo religioso. Dice que se debe evitar la guerra porque esta contradice algún mandato religioso o bien invocando la creencia común entre los beligerantes. Hay varios problemas con esta doctrina: Uno, la religión no siempre condena la guerra: a veces la fomenta. Dos, los beligerantes a veces no comparten una misma religión. Y tres, lo más importante, la prohibición religiosa de la guerra no soluciona las razones del conflicto. El pacifismo religioso ha sido la razón de numerosas treguas. Pero cuando terminan los juegos olímpicos, las saturnales, la navidad o el ramadán, los combates se reanudan como si nada. La ideología que se propone eliminar la guerra sin eliminar las causas de los conflictos debería llamarse "treguismo", no pacifismo, dado que lo que propone es básicamente una tregua perpetua.
La Pax romana es la idea de que una potencia que se ha quedado sin rivales serios actúe como el sheriff de los estados, imponiendo por la fuerza unos ciertos estatutos de su propia invención. La idea fue retomada recientemente por muchos políticos y pensadores norteamericanos. Los dos principales problemas con esta doctrina es que el estado de potencia indiscutible no se sostiene fácilmente por mucho tiempo. Y por otra parte un sheriff nunca inspira el respeto que tiene una verdadera autoridad legal.
El pacifismo hedonista es una versión innoble del pacifismo religioso. Dice que la guerra es desagradable y, por lo tanto, debe ser evitada. La energía que se destina a la guerra debe ser orientada a otras actividades más placenteras. El problema con esta doctrina (tiene muchos problemas, pero vamos a señalar solo el principal) es que, si se dedican todas las fuerzas psicológicas, económicas, etcétera, a una diversión, a una nimiedad sin importancia; entonces, esta deja de ser una diversión y se convierte en un asunto importante para mucha gente. Y, si se convierte en un asunto importante, se está dispuesto a matar y morir por ello. Si todo el mundo adoptase la doctrina del pacifismo hedonista, la guerra de los verdes y los azules en la antigua Constantinopla o la guerra del fútbol, entre Honduras y El Salvador, dejarían de ser curiosidades históricas y se convertirían en el tipo más frecuente de guerras. Por no mencionar que las tres rebeliones masivas de esclavos contra Roma estuvieron lideradas respectivamente por un bufón, un aeda y un gladiador.
El pacifismo asociado a una reforma política o económica es la afirmación de que la guerra desaparecerá cuando cambien las relaciones económicas o la forma de gobierno. Es difícil saber hasta qué punto esto es solo un tópico retórico, una promesa hueca cuya falsedad no se va a poder verificar hasta que el régimen político o económico cambie, o algo que sus predicadores creen honestamente. La ceguera de este tipo de pacifistas a veces es asombrosa: Rousseau dice que la guerra es una consecuencia de la monarquía, al mismo tiempo que se dedica a historiar las guerras de la república romana. Los comunistas del siglo XIX nos dicen que el comunismo eliminará todas las guerras mientras escriben diatribas en contra del militarismo de los jesuitas. Y, en nuestros días, mucha gente predica que todos los males de la política internacional se solucionarán si el PCC cae y China se convierte en una democracia: Como si Estados Unidos no existiera.
Los pacifistas pragmáticos buscan eliminar la guerra por algún recurso superficial, pero efectivo, sin meterse con sus causas de fondo. Hay tres doctrinas dignas de mención en esta categoría.
Paz por el monopolio de las armas. Dice que, si una potencia tiene el monopolio de un arma tan devastadora que no sea posible hacerle frente, todo el mundo aceptará desmilitarizarse y someterse a su imperio. Solo hay un ejemplo histórico de esta situación: el fuego griego bizantino. Modernamente, la idea fue propuesta por algunos generales norteamericanos al final de la segunda guerra mundial. Esta doctrina tiene varios problemas: Uno, siempre se puede pelear una guerra asimétrica. El dominio de la potencia con el monopolio del arma invencible solo es sostenible si dicha potencia usa ese poder con sabiduría y moderación, de modo que su imperio no resulte más odioso todavía que la guerra y la mayoría acepte su dominio como un precio razonable a pagar por la paz y la seguridad. Dos, se sostiene en una situación extremadamente atípica y que puede cambiar en cualquier momento.
Otra doctrina pragmática digna de mención es un poco su opuesta: la doctrina del equilibrio del poder. Si todas las potencias tienen unas fuerzas similares, nadie podrá emprender la guerra con éxito, por lo que buscará una salida diplomática. La reducción del poder militar se puede lograr mediante el "desarme gradual simultaneo". El problema con esta doctrina lo señaló claramente Nietzsche, y es que se funda en la mutua desconfianza. Que, convengamos, no es un suelo muy firme para edificar una paz. Nietzsche propone en cambio el "desarme unilateral súbito". Hay algunos pocos ejemplos históricos de desarmes unilaterales súbitos que evitaron guerras, pero se trató de guerras absurdas que en principio no deseaba nadie.
Por último, el pacifismo internacionalista dice que, si hubiese un solo estado, este no tendría a quien hacerle la guerra. Esta doctrina, primero que nada, olvida que existen las guerras civiles. Un vistazo a los números basta para comprobar que las guerras civiles no son una broma, sino que son tan sangrientas como las guerras entre estados. La mitad de los conflictos más sangrientos de los últimos dos siglos fueron, o bien guerras civiles, o bien conflictos mixtos, donde una o más potencias extranjeras tomaron partido en una guerra civil. Pero, más importante, que sólo pueda existir un estado mundial no quiere decir que no puedan existir innumerables proyectos acerca de cómo debería ser ese estado mundial. La guerra del Pacífico entre los nacionalistas norteamericanos y japoneses fue tan sangrienta como la guerra en Europa. Pero terminó en una verdadera paz. Mientras que la guerra en Europa, en donde se enfrentaron 3 proyectos cosmopolitas, terminó con la total destrucción de uno y un estado de guerra fría entre los dos restantes. Porque puede haber tantas naciones como se desee, pero sólo puede haber un estado mundial.
Gaston Bouthoul llama "pacifismo plañidero" a la doctrina que dice que la guerra desaparecerá si los artistas y los retóricos logran pintar con todos sus colores los horrores de la guerra: porque entonces nadie más querrá hacer la guerra. El problema del pacifismo plañidero es que no se preocupa por entender las causas de las guerras. Como dice Bouthoul, las plañideras no curan al enfermo: los médicos lo hacen, porque estudian las relaciones causales de su enfermedad.
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Algunas reflexiones acerca de la guerra.
غير روائيUn ensayo en donde se ofrece una definición acerca de qué es la guerra, se analizan sus causas y se discuten, desde una perspectiva realista, no romántica, los pros y los contras de varias propuestas que se han hecho acerca de cómo evitarla.