Parte 3 La estación

15 2 6
                                    

Cuando el teléfono sonó en altas horas de la madrugada, de un salto se incorporó, puso en silencio el televisor y supo al instante que iban a encomendarle una nueva investigación. Y no se equivocaba, su jefe le pedía que se presentara en su oficina a primera hora del día siguiente; quería tener una conversación con él.

Su reciente ascenso no venía con mayor tranquilidad y eso que ya llevaba ocho años en la brigada; pensó que la suma de experiencia no lo beneficiaba en absoluto. Lo cierto es que, tras la reunión, comprendió que su designación esta vez era para tratar de solucionar un problema que el actual jefe heredaba de su predecesor, quien poco y nada había hecho al respecto y a pesar de haber contado en sus filas con personal avezado y callejero. Por tal comprendió que, el haber sido designado a la investigación, en lo único que iba a favorecerle era en que de irle bien podría prestigiarlo y quizá lograría la tranquilidad añorada. Había sido recientemente destinado allí, al igual que el nuevo jefe, quien puso todo en sus manos.

Con cabecera en la capital federal, el extenso ramal se extendía por gran parte del conurbado oeste, por donde atravesaba sectores sumamente peligrosos. La suma de robos era incalculable y la queja de los pasajeros se había incrementado considerablemente en los últimos tiempos. El nuevo jefe de la jurisdicción se abocó en solucionar dicho problema puesto que por allí vislumbrabas una posible consideración para el futuro de su carrera, un poco desprestigiada en los años últimos. Pero la indiferencia con que trató a su llegada al recién ascendido sargento, parecía que generaría una discordia prematura de este para con el resto de los subordinados, puesto que claramente se los notaba divididos.

A medida que transcurrían los días, dicha indiferencia para con él ya le desagradaba sobremanera, fue creándose una ligera incertidumbre y pensó que quizá se debía a su mote de "duro", pero de ningún modo estaba dispuesto a soportarlo. De todos modos, tras la reunión, no trató de averiguar el porqué de su designación, le bastó con comprender que una vez más iba a deberse a su trabajo como a su propia capacidad.

El primer reconocimiento del lugar lo hizo de una manera discreta, sabiendo que ningún efectivo tenía como consigna viajar en dicha línea, solamente recorrían los andenes de la estación cabecera. Cuando hizo los primeros pasos por el andén, supo que sería importante que nadie sospechara de su presencia y menos de su identidad, por tal contaba a su favor con una larga cabellera que profundizaba su imagen de reo, incluso hasta lo hacía sospechoso, sin embargo, bajo su campera de jean, una sobaquera ajustaba una Browning 9 mm.

Caminó de una punta a la otra de la estación observando detenidamente y de este modo supo el rincón en donde algunos adolescentes se drogaban, donde transaban las prostitutas, incluso donde pernoctaban unos ebrios irrecuperables. A los pocos días, ubicado en el último asiento de uno de los vagones, hizo su primer recorrido en la línea; por esas horas de la noche el tren se colmaba de pasajeros ya desde las primeras estaciones. Durante el recorrido nada le pareció anormal, y así una vez y otra, hasta tal punto que se preguntó si de verdad ocurrían los robos y arrebatos.

Verdaderamente la cosa parecía venir más simple que la que esperaba. Pero una noche en la que nuevamente hacía el recorrido, tras una repentina detención, escuchó los gritos desesperados de una mujer en medio del pasillo. Con suma cautela observó hacia allí, y no bien la vio comprendió la veracidad de los hechos: ya no tenía su cartera y tampoco su bolso y en su cuello una ligera excoriación suplantaba lo que recientemente había sido una cadena de oro. El tren, con imponente rugido, continuaba su marcha aplacando el eco de cualquier grito. Por ambos lados de las vías, donde las trepadoras se enmarañaban por entre los simétricos rombos de los oxidados tejidos, parecían generarse nuevas fronteras, y aquéllos, los de ese mundo, podían estar al acecho esperando a que éstos se internaran por allí para desvalijarlos.

Secretos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora