IX

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Kira fue quien se encargó de explicarle la situación. Dejó que descansara en su cálido abrazo y le acarició el pelo con suavidad, mientras le contaba la historia de aquel fantasma feroz.

Al parecer, se trataba de una deidad: la deidad de la lluvia, que había caído en desgracia. Hubo un tiempo en el que fue una deidad aclamada por todos los campesinos, quienes dependían de las ocasionales tormentas para tener una buena cosecha. Se practicaban rituales para alabarla y se le otorgaba suntuosas ofrendas cada vez que la temporada de sequía se acercaba. Pero con el correr del tiempo las innovaciones en irrigación fueron avanzando, llegando a su punto culminante con la dispersión de conocimiento y tecnología que hubo tras el tratado de paz y su consiguiente contacto entre la raza humana y la demoníaca. Ante esto, los campesinos acudieron cada vez menos a ella y poco a poco fue olvidada. El templo una vez brillante se convirtió en aquel edificio ruinoso y la aclamada deidad no era más que un pobre fantasma olvidado.

Las vidas arrebatadas no eran suficiente para opacar todos aquellos años en donde se encargó de traer abundante lluvia, resguardando la vida y la salud de una población entera. Fue por ello que los sellos no pudieron dañarla.

Kira no preguntó como se rompió la formación. Y Ruby jamás lo mencionó.

Al poco tiempo el asunto fue olvidado y el reino siguió otorgándole prioridad al problema más urgente: el asesino serial de héroes aún no había sido detenido. En un corto tiempo dos vidas se habían sumado a las perdida, y ahora eran doce los muertos que se habían enterrado.

En la junta de héroes, Kira contempló el asunto junto a sus súbditos y observó con atención la situación interna de la junta. Había dos tipos de reacciones más usuales: la primera era el miedo que inquietaba a muchos. Las héroes con esta reacción eran fáciles de detectar; un par de ojos escurridizos que miraban hacía todos lados con desconfianza y una paranoia que iba comiéndose poco a poco sus nervios. La segunda se reflejaba en el ansia asesina que podía observarse claramente en los ojos emocionadas de unos pares.

Por suerte aun quedaba un mínimo porcentaje que mantenía la calma. Mísia era prueba de ello. 

-He investigado al tercer guardia real -. Una suntuosa pila de papeles fue puesta sobre la mesa con un poderoso estruendo, llamando la atención de los presentes-. Daré un breve resumen de su situación general. Fue nombrado Akane por el difunto Rey Reún. Se trata de un huérfano sin apellido que tampoco fue muy apreciado por el rey, quién lo nombró Akane por el tinte rojo de la sangre en la cual lo encontró sumergido - una hoja fue volteada antes de que prosiguiera -Su poder es cambiaformas; último en su linaje,  razón de su adopción. Fue sellado sin oponer resistencia  por el consejo de ancianos el día que se firmo el tratado de paz. Esto ha sido asegurado por diferentes especialistas el mismo día y  por lo menos cinco veces más en lo que va del año. Aquí está el registro - levantó un documento ante los ojos atentos de la audiencia y lo empujó al centro de la mesa. Fue tomado y revisado, pasándose de mano en mano para constatar. Mísia siguió su informe-. En cuanto a su estado actual, se encuentra aislado en la zona más húmeda del bosque al noroeste de la ex vertiente fronteriza. Vive en una pequeña cabaña por sí mismo y no ha dejado el bosque en los ultimos diez años. Los informantes que fueron enviados a evaluar su situación mencionan que toda su casa esta repleta de hierbas que crecen entre las paredes y enredaderas que cubren los pisos, lo que nos hace cuestionarnos su estabilidad psicológica. Actualmente tiene veintiséis años, mide un metro setenta y tres y pesa sesenta y dos kilos; su fuerza es incluso peor que la de un ser humano promedio. Eso es todo. 

Al terminar su informe, Mísia volvió a tomar asiento con la espalda erguida. Había una leve sonrisa en la esquina de la boca del rey, quien no pudo contenerse de mencionar:

-Ciertamente miserable.

MadrigueraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora