Prólogo

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Cuando la figura del hombre apareció al pie de la montaña, todo lo que quedaba de la pequeña comunidad era una pila de cadáveres y moscas zumbando alrededor. El viento soplaba y traía consigo el aroma de la putrefacción, amenazando con inutilizar su sentido del olfato.

Se adentró en las calles del pequeño pueblo fronterizo. La sangre y el barro se habían mezclado en una pasta pegajosa que se adhirió a la suela de sus zapatos. Pero no había desagrado en su rostro. 

Finalmente, tras un tiempo andando sin rumbo, algo llamó su atención. Entre los cuerpos amontonados y las extremidades dispersas, una mano decorada con un anillo sangriento logró destacarse. Arrancó el anillo sin cuidado y le dio vueltas entre sus dedos, dejando surcos rojos en la piel blanca.

Se trataba de un anillo de madera tallada. La calidad no era buena, pero presentaba ciertos patrones geométricos con los que estaba profundamente familiarizado.

Siguió el patrón con su huella dactilar. Entonces un punto rojo brillo en su frente, como un diminuto rubí destellando ante la luz solar. El buen humor pareció iluminar brevemente sus ojos, dotando aquel rostro afilado de un encanto especial.

Devolvió el anillo de vuelta a la mano en el suelo con tan solo un movimiento de su manga. Este rebotó dos veces antes de descansar sobre la palma amarillenta. Para cuándo el movimiento se detuvo, el hombre que lo arrojó ya había desaparecido.

Dentro de una apretada madriguera en el bosque que bordeaba el pueblo, un pequeño niño no tuvo tiempo a intentar escapar antes de que una mano se aferrara a su tobillo, arrancándolo del diminuto agujero que se había convertido en su escondite. La lamentable criatura observó con horror el rostro del hombre que lo miraba con amabilidad. Clavó sus uñas en la tierra con los pelos de punta, intentando aferrarse desesperadamente.

Su sentido del oído era particularmente bueno, pero no sintió a esta persona acercarse.

- Los conejos alcanzan a vivir hasta diez años - el hombre habló con una voz agradable, ligeramente profunda-. Parece que no te queda mucho tiempo entonces.

El agudo sentimiento de terror hizo que sus pupilas se contrajera. Los latidos de su corazón se congelaron por un momento, para luego estallar en una carrera espantosa. Estaba al borde de la desnutrición y todo su cuerpo parecía haber sido sumergido en un río de sangre, con la suciedad hecha costras marrones y el cabello apelmazado contra su frente. Intentó sacudirse del agarre, pero los dedos enganchados alrededor de su tobillo tenían la fuerza de unas pinzas. La boca del hombre se curvo un poco en la esquina, casi con simpatía. Le dio al niño una horrible presión mental.

-Su-Suéltame - escupir tal palabra le costó toda su fuerza de voluntad. Apretó los dientes hasta que la mandíbula le palpitó de dolor, obligándose a mantener la vista en los ojos del hombre que lo sostenía. En su interior, el niño pensó que así debería sentirse aquellos conejos que cazaba para comer con sus hermanos, cuando se retorcían espantados en las trampas al verlo acercarse con una daga.

- La humanidad es ciertamente algo desagradable. Mira el estado al que te sometieron - el hombre ignoró su patética resistencia. Aunque sus palabras fueron suaves se podía percibir cierta frialdad tras la expresión gentil de su rostro. La fuerza en su agarre nunca menguó- ya no tienes un lugar en la humanidad. Te asesinaran en cuento salgas del bosque y la esperanza de vida como conejo se te está agotando - tras decir esto sus ojos parecieron brillar y su voz se volvió incluso más suave, paradójicamente acentuando la sensación de peligro en el infante - Entonces, mi niño, ¿por qué no vienes conmigo?


Nota:

Los conejos domésticos suelen vivir entre 6 y 8 años, sin embargo, en algunos casos pueden vivir unos pocos años más. 

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