Vaneditt no dejó de llorar y yo no lo resistí más. La subí al auto, metí como pude la caja para que cuando llegara el momento hiciéramos el intercambio y presioné a Beck para que pise el coso cuadrado del piso y nos fuéramos. El hombre azotador quedó atrás, no hizo falta que lo golpee, él no la había tocado, mi Barbie me dijo que la había cuidado y es por eso que le perdoné la vida.
En todo el trayecto al hotel donde Beck y yo pasamos la noche los ojos de mi amor continuaban derramando lágrimas, pero cuando me veía sonreía y tenía su mano sobre mi polla.
El rubor subió a sus mejillas cuando una de sus manos por si sola se deslizó por mi muslo hacia la entrepierna de mi pantalón. Ella se había disculpado, pero no hacía falta, la entendía y comprendía por experiencia propia su nueva necesidad.
Impedirselo le haría daño, quitarle la mano la lastimaría, la haría sentir rechazada y en su intento de ser complaciente conmigo ella buscaría agradarme, llegar a mí y seducirme.
Lo sabía porque yo había hecho lo mismo con ella, la deseé en cuanto la vi por primera vez, pero un muñeco sexual tiene sus necesidades y estar en contacto con la piel de otro era una de las más importantes, dolía si ese contacto era negado.
—¿Te gusta?— su mano frotó la tela de mi pantalón de atrás hacia adelante queriendo provocarme.
—Me encanta— tomé su mano y me la llevé a los labios sin apartar la vista de Beck, si se atrevía a mirar él terminaría igual que su cuadrado.
—Puedes decirme si te molesta, Nic— murmuró por lo bajo mi barbie, su propia necesidad le impedía decirlo alto por miedo a mi rechazo.
—Está bien, entiendo lo que sientes, amor.— le sonreí lo mejor que pude, aún esperaba que me viera enojada, lo deseaba a verla llorar.
—¿De verdad?— ella se estiró y una segunda mano frotó mi entrepierna poniéndome más duro.
—De verdad— le sonreí con cariño y agradecí que el auto se detuvo en el estacionamiento del hotel y Beck se bajó. Vaneditt aprovechó para frotarme con más entusiasmo y yo me desabroché el cinturón de seguridad, la ayudé a hacer lo mismo y le señalé con mi dedo la altura a la que la habitación donde íbamos a instalarnos se encontraba, pero no me prestó atención, sus ojos brillaban ya no por las lágrimas y aprovechando que el auto no se encontraba en movimiento me bajó la cremallera y sacó mi polla.
—Vaneditt— comencé a decir, pero me detuve. El brillo en sus ojos era deseo de la clase más pura y si le decía que se detenga las lágrimas iban a volver. —No quiero aprovecharme...
Ella se paralizó con su boca abierta escasos centímetros de mi polla.
—Te duele, te arde en la piel la necesidad de tenerme— lamenté, pero así era —Pero puedes resistir si no quieres, prueba concentrar tu mente en nuevos métodos de seducción...eso me entretenía por unas horas— susurré eso último y aguardé.
Mi muñeca se apartó unas pulgadas, nuestras miradas se encontraron y con un pestañeo se disculpó antes de abalanzarse sobre mí.
El dolor de verla así ocupó mi pecho. Esto soy yo, yo deseo, yo anhelo contacto, yo suplico por él, yo me tomo el trabajo a insistir una y otra vez, aunque la respuesta sea siempre la misma, no ella, ella no debería estar tan vulnerable.
—¿Te gusta? ¿Lo estoy haciendo bien?— sus labios se posaron en la cabeza de mi polla y succionó sacándome un gemido involuntario.
—Sí, lo haces bien— le acaricié el cabello y acomodé mis dedos en su nuca, ella gimió en respuesta. La nuca había sido mi debilidad por mucho tiempo, pero nadie me besaba allí ni tampoco podía pedirlo, se trataba de un acto de amor. —Y te quiero, te amo Barbie.— ella succionó una vez más y fingí tener un orgasmo y sentirme complacido para que ella ya no se sintiera obligada a tocarme.
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Muñeca sexual 2 (+18)
Romans"Desde el momento en que dicen ciertas palabras y abren la caja, me convierto en su amante, mi cuerpo no tiene contról" Así era yo antes, un muñeco, pero no cualquier muñeco. Yo complacía los deseos de las mujeres, las hacía gritar de placer, pero n...