02.

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Yuichiro Ichinose

Al principio, lo dejé pasar.

Después, un sentimiento de curiosidad me carcomía por dentro en busca de respuestas, pero yo fui más fuerte.

El espejo que me obsequió un señor raro en aquella casa se encontraba en el fondo de mi cajón de baratijas.

Al principio, pensé que era un truco, un juguete con baterías que brillaba al tocar un botón. Pero al examinar el espejo con cuidado y darme cuenta de que estaba hecho de plata y gemas reales, mi primera reacción fue esconderlo en un lugar donde no pudiera verlo. Noté unas palabras en la parte posterior, pero como no sabía en qué idioma estaban, ni siquiera intenté traducirlas.

Una parte de mí quería deshacerse de él, sobre todo porque me lo había dado alguien con pinta de loco. A veces sentía que el espejo me observaba, pero seguramente solo estaba siendo paranoico.

De vez en cuando, lo sacaba para mirarlo. Era un objeto realmente bello, pero cada vez que lo contemplaba, me invadía una tristeza inexplicable, así que volvía a guardarlo.

Aunque una parte de mí quería deshacerse del espejo por seguridad, otra parte deseaba conservarlo.

Revolví mis cabellos negros con desesperación ante mi incapacidad de tomar una decisión, lo cual alarmó al profesor y me llamó la atención.

—¿Tiene algún problema, señor Ichinose?

A veces olvido no hacer rarezas en público. Soy demasiado despistado y sueño despierto la mayor parte del tiempo, lo que me lleva a situaciones como esta, donde mi dignidad se ve comprometida.

—No, señor Hiragi.

—Entonces continúa leyendo donde nos quedamos.

Maldita sea, odio mi vida. Ojalá me tragara la tierra.

Así concluyó mi día. Gracias a Yoichi, pude saber en qué parte estábamos, y aunque el profesor se dio cuenta, lo dejó pasar. Creo que ya está acostumbrado a mis despistes, pero siempre temo que llame a mis padres por ello, como temen todos los maestros.

—Has estado demasiado despistado, más de lo usual. ¿Algo te inquieta? —me dijo Kimizuki mientras acomodaba sus lentes.

Negué.

—No tiene importancia.

—Ahora que lo pienso, estás raro desde que Shinoa y tú entraron a esa casa de los raros.—Comentó Yoichi.

Kimizuki y Mitsuba asintieron.

—¿Acaso algo ahí dentro te causó un trauma? —Bromeó Mitsuba.

Si supiera que su broma es real, se burlaría de mí, ya que Shinoa y yo insistimos en entrar en la casa.

Es una mala jugarreta del destino ser tan curioso. Supongo que de ahí salió el dicho "la curiosidad mató al gato".

No he mencionado el espejo a los demás aparte de Shinoa. Siento que me tomarían por demente e intentarían mandarme a un manicomio, y mucho menos a mis padres. De pequeño, iba al psicólogo por otras circunstancias y realmente no deseo volver a ese sitio. En cuanto a Shinoa, ella no ha dicho nada del asunto. Supongo que espera que yo lo haga, aunque tampoco tengo mucha fé en que me crea del todo.

De cierta manera, me siento un cobarde. Aparte de tenerle miedo a un simple espejo, estoy ignorando lo que podría ser un misterio o una aventura que tanto he anhelado desde hace años.

Miré de reojo a Shinoa, sin saber qué hacer: ¿decirles o quedarme callado? Esto no es algo importante que necesite su ayuda, pero es una anécdota que podría hacerme parecer demente.

—Lo sabía, están tramando algo ñ.—Dijo Mitsuba, poniendo las manos en la cintura, como si fuera a regañar a sus hijos tras una travesura.

—No estamos haciendo nada malo —Dijo Shinoa.

—Entonces, ¿por qué Yuu-san no dice nada?

Todos miraron hacia mi dirección mientras yo fingía demencia.

—Solo no nos llamen cuando todo esté mal, como la última vez.

Tenían un punto. La última vez que Shinoa y yo teníamos algo entre manos, acabamos en la estación de policía por un escándalo en la vía pública. Los demás se vieron involucrados por estar con nosotros, y por suerte, padre Guren nos sacó de ahí, ya que es el jefe de policía, pero estuve castigado dos meses. Aunque, como dije antes, no considero esto una travesura o algo importante. Pero cuando iba a negarlo, Shinoa resumió todo lo que le conté, y todos me miraron.

Me siento traicionado, como si me hubieran clavado una navaja en el pecho. Maldita Shinoa, me las va a pagar algún día.

—Genial, ahora estás demente.—Se burló Kimizuki.

—No... —Excusa, rápido.—Ella está mintiendo, no lo crean. Esa cosa es una baratija de juguete.

—¿Me estás llamando mentirosa? —Shinoa puso su mano en el pecho en señal de indignación.—Solo te estoy salvando por si algún monstruo sale de ese espejo o terminas absorbido por él.

—Estás exagerando. Además, ni siquiera lo he tocado desde ese día.

Sabe que miento por la manera en que me mira. Me da escalofríos que me mire así.

—Si no es nada del otro mundo, puedes mostrárnoslo.—Dijo Kimizuki, y sentí que se estaba burlando de mí.

Rodé los ojos y accedí a mostrarles el espejo. Nos encaminamos hacia mi casa, que no estaba muy lejos de la escuela, aunque llegué tarde.

Al llegar, no había nadie. Supuse que Shinya estaría en la cafetería y Guren patrullando o en la estación de policía. Subimos a mi habitación y ellos tomaron asiento en mi cama, esperando ver el "espectacular espejo que brilla".

Lo saqué del cajón y se los mostré. Lo miraron con curiosidad.

—Mágico o no, es lindo —dijo Mitsuba, mirándose en él.

—Haz que brille.—Animó Yoichi.

—Desde ese día, no he hecho eso ni otra cosa.—Rasqué mi cuello con incomodidad.

—O estás loco.—Dijo Kimizuki.

Decidí ignorarlo. Siempre me molesta, pero estoy seguro de que, muy en el fondo de su negro corazón, se preocupa y siente algo de afecto por mí.

—Tiene unas palabras en latín. ¿Sabes qué dice? —Mencionó Yoichi.

Negué con la cabeza, avergonzado de admitir que ni siquiera intenté traducirlas.

—Tomé algunas clases gracias a mis padres. Déjame ver si puedo traducirlo.—Sonrió.

Yoichi es un chico muy amable. Me causa ternura. Es el único que no se burla de mí.

Solo tardó unos minutos en traducir lo que decía el reverso del espejo.

—Mi lazo inicia aquí, así que al otro mundo quiero ir.

—¿Qué significa eso? —Pregunté, curioso.

—No tengo la menor idea.

—Tal vez, tú tienes que decirlo, Yuu-san.

Nuevamente, todos me miraron, analizando cada una de mis acciones. Tragué saliva, nervioso.

—Mi lazo inicia aquí, así que al otro mundo quiero ir.

Al principio, no sucedió nada. Me sentí ridículo, pero casi al instante, el espejo comenzó a brillar, aunque no tan fuerte como la última vez. A través de él, pude ver a un chico de cabellos rubios que también me miraba sorprendido. Su cabello era largo, cubriéndole las orejas, y sus ojos, de un azul zafiro, me recordaban a las gemas incrustadas en el espejo.

Antes de que pudiera reaccionar, sentí un gran peso encima de mí.

Dimensiones || MikaYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora