06.

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Yuichiro Ichinose

Dejé de discutir con Kimizuki cuando noté que Mikaela comenzó a merodear por la zona en busca de algo. Mis amigos también estaban atentos a sus acciones. Lo vi recoger un pedazo de vidrio y continuar buscando, lo cual alarmó a mis amigos. Yo, sin embargo, confiaba en Mikaela. Aunque tenía apariencia de asesino, no creía que nos intentara hacer daño.

Parecía haber encontrado lo que buscaba, pues se detuvo. Pero me alarmé cuando usó el vidrio roto para cortarse la mano, dejando que la sangre fluyera. Aunque sabía que era un vampiro, no pude evitar preocuparme por él.

—Como lo sospechaba —dijo, mirándonos por unos segundos antes de observar la herida en su mano—. Es propiedad de vampiros, y para ser exactos, de la nobleza.

—Mika...

Se acercó a mí y, con su mano no dañada, revolvió mi cabello.

—Te prometo que te voy a explicar todo.

Solo sonreí y asentí con la cabeza. Tenía mucha curiosidad sobre él y de dónde provenía. Todo lo que me había contado hasta ahora era superficial, y aunque me llenaba de curiosidad, también me daba miedo lo que podría descubrir. Pero le prometí que lo ayudaría.

Lo seguí hasta la casa, con mis amigos detrás de nosotros. El lugar estaba en completa oscuridad, avanzábamos gracias a Mikaela, quien parecía ver bien en la oscuridad.

—¿No deberíamos llevar un arma? —susurró Yoichi, sosteniendo el brazo de Kimizuki.

—Silencio —ordenó Mikaela—. Pueden oírnos desde largas distancias y no quiero que piensen que somos enemigos.

—¿Acaso ya no lo somos? ¡Estamos invadiendo su propiedad! —susurró Mitsuba, molesta.

—No es invasión si no lo saben —dije.

—Tú cállate, Yuu-san.—me regañó Shinoa.

Iba a contestarle cuando Mikaela cubrió mi boca con su mano y se quedó quieto, mirando a su alrededor.

—Nos están mirando —susurró.

Lo miré de reojo, ya comenzaba a sentir miedo. Estar con Mikaela era una cosa, pero estar rodeado de otros vampiros con sed de sangre era otra muy distinta.

De repente, todas las luces se encendieron, revelando a dos personas... o vampiros. Ya no sabía. Quería irme, pero al mismo tiempo, no quería. Mi mirada se dirigió a Mikaela, quien parecía inmutable ante la presencia del par. Noté que nuestras manos estaban entrelazadas; debía haberla tomado inconscientemente en algún momento.

—Mikaela Tepes —dijo uno de ellos—. ¿Tu madre sabe que andas en este mundo?

—Crowley Eusford, ¿qué rayos haces aquí?

—¿Lo conoces? —pregunté.

—No exactamente —respondió Mikaela.

—El idiota de Ferid me desterró al mundo humano por no acatar sus órdenes, ¿puedes creerlo?

—Eso fue hace años, ¿por qué no has vuelto?

—No sé cómo volver.

—Genial, vinimos aquí para nada —se quejó Kimizuki.

—Tal vez yo no lo sepa, pero tal vez el príncipe bonito sí —dijo Crowley.

Mikaela se tensó, y todos lo notamos. ¿Mikaela es un príncipe? ¿Príncipe vampiro?

—Ni siquiera sé cómo llegué a este mundo, ¿y quieres que sepa cómo volver?

—Yo no puedo salir de esta casa, solo mi amigo humano —dijo Crowley, señalando al hombre a su lado, quien nos saludó.

Ahora recordaba que él me había dado el espejo. Tenía el cabello y los ojos negros como la noche, y su piel era blanca. Era alto, pero ahora no parecía tan escalofriante como antes. ¿Por qué me habría dado el espejo en primer lugar?

—Pero él no puede buscar las cosas adecuadamente, no sabe los símbolos e idiomas que tú y yo conocemos —continuó Crowley.

Mikaela suspiró antes de comenzar a caminar hacia la salida.

—¡Lo tomaré como un sí! Puedes volver cuando quieras —dijo Crowley con diversión.

Salimos del lugar con más calma. Era un vampiro amigable, o al menos eso quería suponer ya que Mikaela no se había puesto a la defensiva.

—Vamos por un helado, se me bajó la presión por el susto —dijo Shinoa.

—¿Helado?

—¿En el mundo de los vampiros no hay helados? —preguntó Yoichi, intrigado.

Mikaela negó con la cabeza—. Ni siquiera sé con exactitud qué es eso. ¿Es un postre humano?

—¡Vamos para que lo pruebes! —dije con emoción.

Podía enseñarle cosas de este mundo a Mikaela, y mientras estuviera aquí, podría ayudarlo a adaptarse. Mis ánimos mejoraron con esos pensamientos, y no pude evitar hacer que Mikaela corriera hacia el lugar para probar el helado. Agradecí que no se enojara por el repentino empujón; también yo necesitaba algo dulce después del susto de hace unos minutos.

Cada uno pidió su helado, y Mikaela insistió en probar el mío, ya que desde que se volvió vampiro no había comido comida humana. Ese dato solo hacía que surgieran más preguntas en mi cabeza.

—Efectivamente, no me gustó —dijo frunciendo el ceño y limpiándose la lengua con una servilleta.

—De lo que se pierden los chupasangre —bromeó Mitsuba.

Ante ese comentario, él solo miró hacia otro lado. Yo la miré entrecerrando los ojos, y ella se encogió de hombros mientras hacía un puchero. Creo que también se dio cuenta de su error.

—Creo que hay que evitar hablar de esas cosas en lugares públicos. Es mejor no llamar la atención —dijo Yoichi, y todos asentimos.

De alguna manera, tenía razón. Si había dos vampiros en este mundo, seguramente habría más, y si se enteraban de que sabíamos algo sobre ellos, sería peligroso.

Una vez que terminamos de comer, decidimos que cada uno tomaría su rumbo.

—¿Puedes hacerte invisible? —pregunté con curiosidad.

—No.

—Mis padres ya deben haber vuelto. Necesito una excusa para que te quedes en casa.

—¿Soy una molestia?

—No, claro que no. Es solo que no puedo decir que eres un... ya sabes.

—Entiendo...

Todo el camino me la pasé ideando una mentira blanca. Mikaela solo veía mis expresiones y a veces se reía por las caras que ponía. Es la primera persona que no se queja ni se burla cuando hago eso.

—Yuu, ¿eres tú?

Escuché la voz de papá desde la cocina. Olía muy bien. Por suerte, antes de salir de casa les avisé que iba a salir, así me ahorraba los regaños.

—Oh, ¿quién es tu amigo?

Caí en pánico por un momento—. Se llama Mikaela Hyakuya. Es de nuevo ingreso y se quedará con nosotros. Y se preguntarán la razón, perdónenme si no les avisé, pero en la escuela había un programa de recibir a un extranjero que es de intercambio en tu casa y me anoté.

Creo que lo dije muy rápido, ya que mis padres se quedaron sorprendidos. Me ahorré un sermón, pero presiento que uno se acerca.

—Después lo vamos a hablar —dijo Guren—. Suban a tu habitación, les avisaremos cuando esté la cena.

Mikaela les sonrió e hizo una reverencia antes de seguirme hasta mi habitación.

Espero que nada de esto se salga de control.

Dimensiones || MikaYuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora