Ⅲ. Una desgracia llamada destino

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III. Una desgracia llamada destino

Desgracia, deshonra, así es como una dama pasa de ser la esmeralda de la temporada para convertirse en la razón de las risas de todos en el lugar, resulta que a nuestra querida señorita Wharton, se le descosió el vestido en media ceremonia de pres...

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Desgracia, deshonra, así es como una dama pasa de ser la esmeralda de la temporada para convertirse en la razón de las risas de todos en el lugar, resulta que a nuestra querida señorita Wharton, se le descosió el vestido en media ceremonia de presentación.

El lugar en un murmullo de risas silenciosas, miradas juzgadoras y expresiones de burla por el acto que acababan de presenciar, Jane sentía que el mundo se le venía encima, no era la primera vez que alguien se reía de alguna acción o de algún acto en el que era partícipe, pero ahora era diferente, porque, todas las personas que se reían en ese momento no eran amigos, familiares, ni siquiera eran personas que ella conocía.

Y el hecho de ser la burla de decenas de desconocidos, empezó a hacer hincapié dentro de ella, su respiración empezó a tornarse más trabajosa, sus manos y pies se sentían fríos y todo empezaba a darle vueltas, necesitaba quitarse ese vestido, necesitaba salir huyendo de ahí con rapidez antes de que se desmayara en medio pasillo y fuera motivo de más señalamientos y miradas crueles.

Solo que, presa de propia paranoia no se percató que, en medio de todos esos ojos diabólicos y sonrisas distorsionadas, existían dos pares azulados de orbes que la miraban con preocupación y sin ningún rastro de burla, dicha o desdén en sus expresiones, incluso, se sentían molestos por la burla emitida hacia la joven dama y fue Eloise Bridgerton quien se escabulló entre la multitud para seguirla y tratar de consolarla.

No quería ni imaginarse lo que la pobre señorita Wharton debería estar sintiendo, si ella, con solo poner un pie alrededor de tanta gente ya se sentía nerviosa, no quería ni pensar en lo que Jane estaba sintiendo, en el bochorno de haber roto su vestido en la multitud, de haberse sonrojado y de ver sus ojos brillantes por las lágrimas que estaba reteniendo.

No supo cual, de todas las reacciones que percibió dentro de la señorita Wharton, la indujeron a seguirla, a querer socorrerla, solo sabía que no quería dejarla sola, que no podía hacerlo, era como un llamado místico, un susurro de una voz delicada en su oído, indicando el camino a seguir para encontrarla.

Y esa misma voz que le susurro al oído, hizo lo mismo en el de Benedict Bridgerton, el cual, no fue tan afortunado como su hermana Eloise, pues Anthony colocó fuertemente su mano sobre su pecho, impidiéndole cualquier acto de avanzar hacia la dirección en la que la hermosa y joven dama salió corriendo, huyendo de la sociedad tan cruel que no tardaron en ponerle un nombre ridículo para seguir mofándose de ella y él no dejaría que eso pasara, no dejaría que ridiculizaran a su musa.

–¿A dónde crees que vas? sería todo un escándalo si vas en su ayuda–Anthony lo retiene con fuerza en su sitio, ganándose una mala mirada de su parte

—¿Crees que me importa un escándalo en este momento?

—escucha, no se de donde conoces a la señorita Wharton o como es que la encontraste antes de este día, pero por tu bien, lo mejor es que te alejes de ella, no es convencional y...

Eloise BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora