Capítulo 3

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El día ya era por sí mismo lo bastante hermoso. Con una fresca brisa y el cielo nuboso, el clima era perfecto para actividades al aire libre.

El tranquilo ambiente de su vecindario solo les traía más calma a su hogar, y vaya que a vista de todos la necesitaban.

Lo que los demás no sabían era que al final, ellos eran una familia como cualquier otra. Siempre con buenos momentos y buscando tiempo para compartir y pasarla juntos.

Claro que, para la mayoría de las personas, siempre ha sido más fácil juzgar por lo que crees que preguntar y averiguar por ti mismo.

Sentado en el jardín trasero, con una sombrilla brindándole sombra, se permitió perderse entre sus pensamientos.

YoonGi estaba en la cocina preparando limonada. El día de hoy lo tenía libre de cualquier actividad y qué mejor que pasar el día con su pareja.

Eso era a lo que se referían.

Tal vez sus vecinos como las personas mayores que eran y decían ser. Tan "correctos" y llevando muchas cosas como solían hacerlo en sus tiempos, podrían pensar que ambos, como los jóvenes que eran, estaban descarriados, llevándole la contra a todo lo que antes solía ser.

Lo que no se ponían a pensar, era que tanto JiMin como YoonGi, así de raros como aparentaban ser desde fuera de las paredes de su casa, podían llegar a ser tan anticuados como una pareja de adultos mayores, en el buen sentido.

Si tan solo alguien se diera el tiempo de conocerlos un poco más podrían darse cuenta de que, quizá no eran tan diferentes como pensaban. Claro que eso nunca sucedió, solo eran apartados, ignorados, como si no estuvieran ahí.

Eso fue hasta ese curioso día en que aquel peculiar chico tocó a su puerta ofreciéndoles un pastel de arroz.

Vaya que se extrañó con eso. Y no solo por el hecho de haber sido encontrados en una... muy comprometedora situación.

E incluso después de eso, contando con lo callado que era TaeHyung en su propia casa, alegraba de alguna manera la monotonía en la que tanto tiempo había estado sumergida la comunidad.

Porque al final, él tampoco era tan diferente a ellos.

El sonido de la puerta corrediza lo hizo salir de sus meditaciones existenciales.

No tardó en levantarse a ayudar a su esposo con las cosas, sudando frío al verlo casi hacer malabares con tal de cargar la jarra de la limonada, los vasos, los platos y una charola con emparedados, todo al mismo tiempo.

¡Por lo que más quisiera, sus platos no!

—D-déjame ayudarte, bebé.

YoonGi no tardó en cederle los vasos y platos. Conocía bien a su JiMinnie.

Suspiro de alivio cuando todo llegó sano y salvo a la mesita en el jardín.

El mayor comenzó a preparar las cosas, sirviendo la limonada y acomodando todo para tener una buena merienda.

Detuvo sus acciones al notar como su pareja miraba a un punto perdido en la nada.

Desde que despertó lo había notado bastante pensativo. Comenzaba a preocuparse.

—¿Pasa algo, cariño? Estás muy callado. —pregunto, a la vez que abrazaba posesivamente su cintura y besaba su cuello con cariño. —¿Es porque me comí la última mandarina?, ¿mmhm? —rio con nerviosismo. Mimi enojado era cosa seria. —Y-ya te expliqué que no sabía que la querías, bebé.

El menor rio suavemente por la voz titubeante de su pareja.

—Noo~, no es por eso.

—¿Entonces? —se puso frente a él, posando sus manos sobre las caderas de su amorcito, acariciando su mejilla con ternura. —¿Te sientes mal otra vez?

¿Tu esposo es un demonio? ʸᵐ ᵀʰDonde viven las historias. Descúbrelo ahora