Capítulo 5

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Se levantó a abrir la puerta en cuanto el timbre sonó.

Sabía bien de quién se trataba. Ni más ni menos que de su vecino, JiMin. Aunque estaba seguro de que a estas alturas podría tomarse la libertad de llamarlo su amigo.

Durante los últimos tres días había estado recibiendo este tipo de visitas. Siempre la misma rutina.

Tocaba a su puerta, él lo invitaba a pasar y después se pasaban el resto de la tarde platicando de casi cualquier cosa. Al menos así fueron los últimos dos días.

Recuerda que el primer día que fue a visitarlo lo encontró afuera con su mirada baja y su carita con una expresión decaída. Se le hizo extraño ya que aún si lo conocía desde hace poco, siempre parecía traer el mismo buen ánimo.

Saliendo de sus pensamientos, se acercó a abrir la puerta. JiMin le dedicó una sonrisa cálida pero que no llegó a sus ojos.

-¿Puedo pasar? Me siento solito... -dijo con un pequeño puchero en sus labios.

-Sabes que sí. Pasa, pasa. -tomó su mano, animándolo a seguirlo dentro de su vivienda.

-Gracias. -murmuró apenas audible.

-¿Cómo has estado, JiMinie? -preguntó apenas se sentaron en la acogedora sala de su casa. -¿YoonGi ya ha venido a verte?

Por como el brillo en sus ojos pareció apagarse Tae pudo adivinar que no era así.

Le parecía algo triste. Siempre había notado a ambos tan cercanos.

A lo que JiMin le había dicho, nunca se habían alejado el uno del otro. Tal vez por eso mismo le estaba costando tanto sobrellevarlo.

Y es que el rubio no se soltaba a llorar solo porque le daba vergüenza hacerlo frente a otras personas. No tenían idea de cuánto dolor le estaba causando su soledad.

-Encontré algo de comida caliente en la cocina cuando me levanté... pero él no estaba ahí... -siguió hablando con ese tono de voz decaída.

Y TaeHyung solo podía pensar en mil y un maneras de hacerlo feliz nuevamente.

La mitad de su atención estaba con su acompañante y la otra mitad ya estaba maquinando cientos de ideas que podría poner en marcha.

Sí que sí.

Entendía que la situación era complicada.

Hasta no saber del paradero del mayor no podría poner manos a la obra.

¿Tal vez si hacía alguna clase de ritual satánico aparecería? Era un demonio después de todo, no veía porque no.

Solo pudo resignarse a distraer a JiMin toda la mañana, alimentarlo y encargarse de que fuera a casa cuando el sol comenzó a ponerse.

A la noche, la intranquilidad no lo dejó dormir.

Sabía que su rutina se seguiría repitiendo de no hacer algo.

Y no es que le molestara, si no que no creía poder seguir viviendo sin la revoltosa pareja que conoció cuando llegó ahí.

Los quería de vuelta. Tan melosos e imprudentes que daban alegrías a sus mañanas.

Por su parte, JiMin tampoco estaba logrando dormir.

La sensación de soledad lo embargaba. Estaba tan acostumbrado a dormir con su esposo abrazando su cintura, repartiendo besitos en su cabello o en sus mejillas que ahora le era imposible conciliar el sueño sin él a su lado.

A través de la ventana podía ver los primeros rayos de sol asomarse. Comenzó a dormitar un poco. Sus ojos se sentían pesados y poco a poco comenzó a quedarse dormido.

¿Tu esposo es un demonio? ʸᵐ ᵀʰDonde viven las historias. Descúbrelo ahora