1. Estúpida, ya nos exhibiste

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Leah

—¡Ya va! ¡Que ya va, dije! —grito con más fuerza ante el sonido abrumador que provoca la persona fuera del remolque— ¡Qué ganas de venir a joder a las ocho de la mañana!

Ya mi día empezó para la mierda.

Camino un poco somnolienta, pasando mis manos por los ojos para ver quién carajos jode a esta hora de la mañana. Me tomo el tiempo de revisar la zona de mi pequeña hermana, quién sigue durmiendo como si no existiera nadie más en sus sueños y la arropo cuidadosamente al ver que uno de sus pies no tiene una media.

Bostezo mientras camino para girar el metal oxidado de la puerta y cuando esta se abre, no puedo evitar rodar los ojos ante la presencia que ha venido con el ánimo de interrumpir mi preciado sueño con el actor de Peter Pan.

Hombre sabroso.

—¿Otra vez tú? —pregunto con desánimo.

El adulto que me lleva un poco más de cabeza y media emite una sonrisa divertida ante mi tan poco disimulado desagrado al verlo. No entiendo que tiene de gracioso joder a la gente que duerme plácidamente.

—Hola, Leah —él siempre tan educado.

—No está mi madre por si la estabas buscando.

Él niega con la cabeza.

—No vengo por ella. Sólo quería darte esto.

Su mano se dirige a su bolsillo trasero y de este saca un paquete de color blanco. Desde mi posición puedo notar que es un poco grande y cuando lo abre, trato de que no se me caiga la mandíbula al suelo al ver el contenido.

¿Eres consciente que no eres mi padre, verdad? —pregunto en un tono borde al hombre que se encuentra parado en la puerta de mi casa/remolque.

—Prometí que velaría por ustedes aun cuando tu madre y yo no estuviésemos juntos, Leah. Además, sé que lo necesitan —las palabras le salen demasiado tiernas y no sé de que manera pararme para dejar de sentir esta incomodidad que recorre mi cuerpo— El negocio está yendo bien y-

—Supongo que la gente ahora tiene necesidad de ir con un psicólogo —suelto el comentario sin pensar— Seguimos sin ser tu responsabilidad, Klein.

Hace una mueca con sus labios, lo noto pensativo, tal vez intentando buscar las palabras adecuadas para la siguiente oración que saldrá de su boca.

—Estuve con tu madre desde que eras sólo una niña, Leah. Cuando Miranda tenía un año —especifica como si me importase— Las considero mis hijas.

—¿Y el dinero en tu mano nos vincula de esa manera? —alzo las cejas observando el fajo de billetes que estira en mi dirección— Espero que no sea robado.

Klein suspira, acostumbrado de mi actitud. Estuvo conviviendo con nosotras más de ocho años, lo justo es que aprendiera a aceptarme tal cual soy o terminaría perdiendo fácilmente la paciencia conmigo.

—Es sólo una ayuda —aunque me rehúso, estiro mi brazo para terminar aceptando el dinero.

Tenía razón, lo necesitábamos.

Gracias —murmullo suave.

¿Cómo está tu madre? —pregunta cauteloso.

Ya se estaba demorando.

Me encojo de hombros.

—Drogándose y follando con hombres para traer comida a casa —sonrío mostrando mis dientes— Ya sabes, lo de siempre.

Quarterback, fuck you [Español] | En cursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora