"Linaje"
1
Me gusta la nieve. No tengo muchas mas opciones tampoco. Vivir en un mundo blanco y frio, rodeado de montañas bañadas en gruesas capas de blancura espesa y gélida; todo eso se vuelve monótono y pacifico... con el tiempo, claro.
Ya perdí la cuenta de cuanto tiempo he estado viviendo aquí. Mi cabaña parece encogerse cada año que pasa, pero la realidad es que yo estoy creciendo. Para mi el tiempo no tiene sentido, en mi caso este pasa más lento que para los humanos... ellos si la tienen fácil. Yo no tengo idea de cuantas décadas he estado viviendo en este lugar, pero tampoco me gusta quejarme... como dije antes, me gusta la nieve.
Lo que no me gusta, para nada, es la sacudida que da el mundo cuando ella quiere hablar.
Muchos lo llamarían "terremoto", pero no es eso lo que pasa. Ella toma la bola de cristal en la que estoy prisionero y le da unas nada suaves sacudidas, así las montañas, los bosques, la nieve y mi cabaña se agitan en respuesta... es cuando pasa esto que yo decido no abrir la puerta por el resto del día.
Y eso pasó hoy.
Luego de la sacudida, literalmente tres segundos después, ella golpeó dos veces la puerta. No abrí. La dejé afuera.
La escuché llamarme, pero la ignoré. Sabía que volvería mañana, y al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente, así hasta que por fin la reciba.
No dispuesto a tenerla en mi territorio mas de lo necesario, le abrí al segundo día.
Se veía tan pulcra y rubia como siempre, salvo por el simple detalle de que no era ella esta vez.
– ¿Eres su hija? – le pregunte al verla en el umbral de la puerta.
Sus ojos grises me escudriñaron el rostro como si estuvieran intentando descifrar que era lo que todos veían en mi, el por que los Seis Pilares habían decidido encerrarme en la Bola.
– Su nieta – sus voces se parecían, no solo sus rostros – Lamento no haberme presentado antes – me tendió la mano – Mi nombre es Esme, Esme Grey.
Miro su mano. Su piel aun estaba cubierta por el grueso latex de su guante, debía ser una bruja elemental como su abuela. Redirigí mis ojos a los suyos y sonreí de lado, no estreché su mano.
Di un paso a un lado – Entre, señorita Esme.
Esme dejó caer la mano aun suspendida en el aire con un gesto desagradable en su ceño, tal vez creyó que no lo vi. Sonreí ante eso.
Entró y miró detenidamente el lugar donde vivía. La cabaña estaba hecha de troncos, el interior era como el de la casa de la bruja de Hansel y Gretel, solo que sin los dulces ni el horno gigante para cocinar niños.
Estaba algo desordenado, si. Pero no esperaba visitas, nunca lo hago. Veo que toma asiento en el sillón y pone sus manos sobre sus rodillas juntas. Me mira.
– ¿Cómo ha estado?
– ¿Qué clase de pregunta de mierda es esa? – digo tranquilo mientras me siento en la mesa de café frente a ella.
La encaro, estamos a casi treinta centímetros de distancia. Su mirada es tan robótica y vacía como la de su abuela, la perra que dio luz verde para que me metieran aquí.
Ella se aleja un poco – Necesito tener idea de como se encuentra psicológicamente.
– ¿Cómo estarías tu, tesoro? – pregunto – En serio, por favor dime.
El silencio sepulcral de su parte me dice que la han entrenado bien, le han hablado mucho sobre mi. De hecho, lo mas probable es que exista una asignatura específicamente para tratar conmigo en la academia de administradores, y eso no hace mas que alimentar mi ego. Sonrió sin notarlo y ella entorna los ojos.
– Sin respuesta, eh – me pongo de pie y me dirijo a la cocina. Tomo la cafetera y me sirvo un poco en una taza, me volteo hacia ella y le hago una seña hacia el café – ¿Quiere?
Negó.
Bebo un sorbo de mi taza mientras me siento a su lado en el sillón, muy juntos, solo para incomodarla. Pero Esme permanece petrificada en su lugar, con la misma pose solemne que todos los admin tienen.
Me recuesto contra el respaldo – ¿A qué viene aquí?
– A verlo.
– ¿Por qué?
Se voltea hacia mi – Lo necesitamos.
Alzo mis cejas – ¿En serio?
No contesta y yo rio un poco.
– Eso es adorable – tomo mas café – ¿Qué clase de monstruo amenaza el mundo como para que quieran usarme?
– No queremos usarlo. Queremos su ayuda.
Asiento – Entiendo – me incorporo y tomo una de sus manos sobre sus rodillas. La aprisiono suavemente entre mis palmas y acaricio la suya con la yema de mis dedos; la miro a los ojos, sonrío y hablo lentamente – Váyanse a la mierda.
Dicho eso, presiono un punto en el centro de su palma y su cabeza explota frente a mi. La materia gris, y los restos humanos ficticios parecen ensuciar mi rostro, las cortinas y la mitad del sillón. Al abrir mis ojos todo esta como nuevo.
Me pongo de pie, salgo al exterior, miro hacia el pálido cielo y grito: "¡La próxima vez, traigan a alguien que no tenga su cara!".
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COUNTDOWN
FantasyCaesar fue encerrado por ser un peligro para la humanidad, pero pronto se convertiría en la única salvación de la misma. Dios ha fallecido y sus hijos, los humanos, ya no pueden ir al cielo al morir. Sus almas se quedan en sus cuerpos putrefactos y...