La sonrisa de un verdadero rey:

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Como el chico albino había dicho antes de salir de viaje, él y Elvira durmieron a la intemperie por la noche, descansando con los caballos cerca de la entrada a Kothen.

La razón era que Erik quería llegar a su reino descansado y cuando hubiese luz del día, para verlo todo con más claridad. Además, había necesitado tiempo para contarle a Elvira la verdad y quería asimilarlo todo y dejar que ella también lo asimilase.

Aunque por la noche ninguno de los dos príncipes ha podido descansar realmente, ambos se han levantado llenos de energía con los primeros rayos de sol.

- Buenos días. - Saluda Erik cuando ve que Elvira abre los ojos y se estira ligeramente.

- Buenos días. ¿Listo para recuperar tu reino?

- Más listo que nunca. - Responde el chico albino esbozando una amplia sonrisa. Una sonrisa que habría enamorado a cualquiera, una sonrisa que habría infundido ánimos al más cobarde.

La sonrisa de quien sabe lo que quiere y que lo conseguirá. La sonrisa de un verdadero rey.

* * *

Nada más entrar al reino se encuentran las calles desiertas y un silencio sepulcral. La nieve, más espesa en esa zona del terreno que en Ikrob, impide que los caballos avancen al mismo ritmo que los príncipes, por lo que deciden dejarlos descansar en un establo, a simple vista abandonado.

- Está todo tan vacío. - Susurra Elvira.

- Sí, desde luego no es como lo recordaba.

Con paso lento pero sin detenerse se adentran más aún en el reino. Las casas y establecimientos se van haciendo más numerosos y de vez en cuando alguna ventana se abre, dejando ver rostros curiosos que les observan.

- ¡Es él! - Se escucha un grito en medio de las calles. Con esas dos palabras muchas más ventanas se abren y aparecen en escena un montón de personas, que se suman al grito inicial.

- ¡Es verdad! ¡Es él, no hay duda!

- ¡Por fin! Nuestras penas se han acabado.

A pesar del murmullo nadie se atreve a acercarse a Elvira y Erik, que siguen caminando sin prisas pero sin pausas.

- Te han reconocido... - Susurra Elvira a su amigo.

- No es muy difícil, poca gente realmente tiene el pelo tan blanco como yo. Además, me parecía bastante a mi hermano mayor.

Los habitantes del reino siguen asomándose, casa vez más. Algunos incluso bajan de sus dormitorios y salen de sus viviendas para ver a Erik desde más de cerca. Sin embargo, nadie le dirige la palabra directamente.

- ¿Por qué nadie te habla? - Pregunta Elvira en voz baja, curiosa.

- Supongo que por miedo. Aún están en guerra. Las familias nobles tienen bastante poder en los reinos del Norte, especialmente en Kothen, y al no estar la figura del rey son ellos los que mandan.

- Pero, si ni siquiera han elegido a alguien para gobernar.

- Exacto, siguen peleando. Por eso los ciudadanos tienen miedo, con cualquier mínimo acto cualquiera de las tres familias de nobles puede acusarte. Y tienen poder suficiente como para arruinarte la vida.

- Pero tú eres el rey, puedes acabar con esto, ¿Verdad? - Pregunta Elvira, observando de reojo cómo las gentes de Kothen esbozan sonrisas a su paso pero sus ojos transmiten temor.

- Por supuesto. - Asegura el chico albino.

El miedo e inseguridad que yacía en su mirada ha desaparecido y se ha visto reemplazado por una determinación sobrehumana. Está dispuesto a recuperar el trono, más aún después de haber visto las condiciones en las que está su reino.

En poco tiempo llegan frente al castillo de Kothen. Es una fortaleza grande e impotente, con torreones puntiagudos y de un material duro y resistente.

En la puerta aguardan dos guardias, que vigilan sin mucho esmero.

- Alto, ¿Quién eres? - Pregunta uno de ellos a Erik cuando intenta pasar al interior del castillo.

- El rey de Kothen. - Responde el chico albino simplemente.

Con ambas manos sujeta las lanzas de los guardias y las aparta de su camino, dejando paso para él y Elvira.

Antes de continuar se gira para preguntar a los guardias:

- ¿Dónde están Borg, Gustaf y Hans?

- Los señores están en el castillo, pero no van a recibir a un extraño. - Contesta con desdén uno de los guardias.

Erik esboza una sonrisa de medio lado, le dedica una mirada fría y responde con sequedad:

- Recibirán al rey de Kothen.

Acto seguido vuelve a darse la vuelta y se adentra en el castillo a paso rápido. Apenas ha cambiado desde la última vez que estuvo en él, se ve más sombrío y vacío, pero también es verdad que sus recuerdos están llenos de momentos alegres y agitados.

Lo conoce de maravilla, por lo que no se pierde. Lo primero que hace es ir al salón del trono. Elvira le sigue sin pronunciar palabra, observando de reojo todos los recodos del castillo. Para su sorpresa se encuentran la estancia vacía.

- ¿Dónde están esos malditos nobles? - Pregunta Erik casi gritando.

No recibe más respuesta que escuchar  su pregunta una y otra vez, repetida por el eco de las paredes.

- Tal vez no están aquí. - Susurra Elvira pasados largos minutos.

Casi como si hubieran esperado a ese preciso momento, se escuchan sonoras pisadas, cada vez más cerca, y no tardan mucho en ver a uno de los tres nobles aparecer.

- Pero mira a quién tenemos aquí. - Comenta con voz chillona. Es de estatura media y complexión delgada. Tiene una mata de pelo rizado algo largo pero sin brillo, de un rubio tan claro que perfectamente podría confundirse con blanco. En contraste tiene unos ojos oscuros como la noche y unos labios pálidos.

- Hans. El más estúpido de los tres. - Comenta Erik a modo de saludo, sonriendo sarcásticamente. - ¿Dónde están los otros dos?

- Nos has tenido esperando años, ¿Por qué tanta prisa de repente? - Una voz grave y profunda se suma a la conversación.

Pertenece a un hombre alto y musculoso. Tiene la piel blanca como la nieve y el pelo negro como el carbón, con los ojos del mismo color.

- Borg, tan prepotente como siempre.

- Y tú tan cobarde como siempre, Erik.

- Pero, ¿Quién es la chica que te acompaña? - Una tercera voz se une a ellos. Esta vez es de un chico más joven, casi de la edad de Erik. Con el pelo casi tan blanco como él pero con los ojos verdosos en vez de azules. Además, su cara está salpicada de pecas.

- Gustaf, el último payaso que quedaba.

La guerra de los nueve reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora