2. Sedna.

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Se dio cuenta de que había estado demasiado tiempo en la oscuridad, cuando el negro dejó de ser un color. Recordaba que en un pasado lejano (tan lejano que a lo mejor lo había imaginado), una mujer le había dicho que había colores para diferentes emociones. Había uno para la esperanza, y seguramente habría uno para su situación. El negro, claro está. ¿Desolación? ¿Soledad? ¿Indiferencia? No. El sitio en el que estaba él, sentado, abrazándose las rodillas, era tan profundo que las emociones no llegaban. Era el sitio donde la oscuridad, el negro, ya no era un color. Porque cuando no ves ni tu propio cuerpo, y sus límites, es natural que esta se convierta en todo tu ser.

—¡Te llaman!—gritó una voz, al mismo tiempo que dos brazos le agarraron y tiraron de él hasta levantarlo. Él parpadeó. Seguía en la oscuridad. Un poco distinta, eso sí. Distinguía tres figuras. Dos le sujetaban con firmeza, y la tercera estaba apoyada contra la pared de la cueva.

Una vez a la semana, o varias, dependiendo de la época, alguien bajaba a por él. Por algún motivo, había muchas personas con Inconvenientes que decidían marcharse en primavera. Y entonces Los Que Eran Como Ellos le mandaban a él para enseñarles que solo los muertos podían marcharse. Hoy era uno de esos días.

Era siempre lo mismo. Estaba demasiado tiempo en la oscuridad, y luego había muchas, muchas escaleras, y luego estaba de rodillas frente a un grupo de personas. Estas le daban un nombre y una fotografía. También una de ellas, le ponía la mano sobre la cabeza y le hacía algo que le dejaba desorientado. Y en ese estado empezaba a trabajar. Se paseaba, mareado, bajo la luz del sol, buscando una cara que coincidiese con la de la imagen. No tardaba demasiado en encontrarla.

—Cynthia Potts.—afirmó, plantándose frente a la mujer. Ella se detuvo, y se ajustó la gafas, intentando ver quién había pronunciado su nombre. En contraste con el intenso rosa del atardecer, se alzaba frente a ella, un chaval de pelo blanco y ojos negros, que la observaban con solemnidad.

—¿Le conozco?—Había algo raro. Era como si la luz se detuviese justo a espaldas del chico. Como si ella estuviese caminando por un callejón el mitad de la noche, y no a las cinco de la tarde. Cynthia de repente tuvo la certeza de que iba a morir. Pensó en Isabel.—¿Cómo sabes quién soy?

Esto fue confirmación suficiente. Sedna extendió ambos brazos al frente, y de la punta de sus dedos empezaron a brotas hilos negros, cada vez más amplios y densos, hasta tocar el suelo. Estaban reptando hacia ella. Cynthia Potts quiso gritar, pero su cuerpo entero estaba paralizado debido al miedo. Inclinó su cabeza, y se le cayeron las gafas. Y aún así podía verlas con claridad. Gruesas tiras negras estaban trepando por su pierna. Estaban muy frías, y se aferraban con fuerza a su piel.

Sedna, con un movimiento seco, puso fin a la vida de Cynthia Potts. Las sombras volvieron a él, arrastrando una crisálida negra tras ellas. La levantó, y cerró los ojos, dejando que el suelo le tragase a él, junto al cadáver.

Cuando abrió los ojos, estaba en la sala tapizada del principio. Frente suya se alzaban Los Que Eran Como Él. Era curioso como sus sombras siempre le llevaban de vuelta a ellos. Tenía la sospecha que esa correa invisible tenía que ver con el mareo que le había provocado el individuo de antes. Depositó con cuidado el cadáver, y retiró la crisálida, que casi parecía deshilarse, para finalmente ser absorbida por su cuerpo. Toda la oscuridad era suya.

—Con ella damos por concluido el incidente de hace un par de meses—comentó una de las figuras, ignorando a Sedna.

—Sigo opinando que deberíamos deshacer la unidad de Louise Glocker. Hay demasiados individuos inestables, sin ofender.—habló una segunda figura, paseándose con nerviosismo por la estancia. 

—Ninguna ofensa tomada. Estoy supervisando la situación personalmente, y sus Inconvenientes están bajo control.—respondió la voz que había iniciado la conversación.

—Me preocupa la cría. El Inconveniente de la otra, Vivianne, creó recordar que era su nombre, es inofensivo.—intervino una tercera.—Pero lo cría, ella podría ser nuestra ruina. Esperad. La gala es dentro de poco, ¿no? Decidiremos por voto tras observar su comportamiento a lo largo de la noche, y si se confirman nuestras sospechas, Thaddeus puede deshacerse de ellos entonces.

Resonaron murmullos de aprobación por la sala. Una de las figuras encapuchadas se acercó a Sedna, que seguía inmóvil, con el cuerpo a sus pies, en el centro de la sala, y agarró su cabeza con brusquedad.

—Excelente trabajo como siempre, Thaddeus Halcyon.

Sedna volvió a notar el familiar mareo, y se desplomó sobre la moqueta roja. Cuando recuperó la conciencia, estaba de vuelta en la celda, y no recordaba con claridad que había hecho. Solo oscuridad. 



///Nota de la autora: Hola:) 

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