Capítulo 17

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Cuando Harry se despertó a la mañana siguiente, tardó un momento en recordar por qué se sentía tan mal. Había vomitado delante de su profesor. ¡Qué vergüenza! Le dolía el estómago y la cabeza le latía con fuerza. Le llevó más tiempo aún averiguar qué hacía Snape durmiendo en uno de los sillones acolchados de su habitación.

Era la segunda vez desde que Harry había llegado a vivir con él que se despertaba y encontraba al hombre tan cerca. ¿Había estado aquí toda la noche? ¿Por qué, si su propia cama estaba al final del pasillo?

De repente, le empezó a doler el estómago y trató de reprimir un gemido mientras se acurrucaba sobre sí mismo, deseando que el dolor punzante remitiera. Sin embargo, Snape sólo había estado descansando tranquilamente en la silla y, cuando oyó el jadeo de dolor de Harry, se incorporó inmediatamente y miró al chico.

—¿Potter? —Preguntó mientras se levantaba y comenzaba a dirigirse hacia la cama.

—Estoy bien —murmuró Harry, con la voz apagada por la almohada.

Harry estaba tumbado de lado, con los ojos cerrados y la cara pálida y torcida por el dolor, mientras se rodeaba con los brazos, llevando las rodillas hacia el pecho.

—Niño ridículo —le regañó Snape a medias, —¿crees que estoy ciego? Puedo ver claramente que no estás bien —Sin decir nada más, Snape se sentó en el borde de la cama, agitó su varita y luego esperó mientras más pociones volaban hacia la habitación de Harry.

—Muy bien, siéntate aquí para poder tomar estas pociones —dijo Snape mientras se acercaba y palpaba la frente de Harry. Harry se estremeció al contacto, pero Snape no le dio importancia. —Te ha vuelto a subir la fiebre. Necesitas tomar estas pociones, Potter —Cuando Harry se limitó a negar con la cabeza y a meterse más en las sábanas, Snape puso los ojos en blanco.

—Potter, ¿te duele algo?—.

Harry volvió a murmurar incoherencias entre la almohada y Snape suspiró antes de pellizcarse el puente de la nariz entre el pulgar y el índice. Estaba claro que se necesitaba una táctica más fuerte.

—Si no puedes cooperar conmigo, entonces supongo que debería llamar por floo a Madam Pomfrey para que venga a echarte un vistazo ella misma—.

—Sna-ape, nooo —gimió Harry cuando finalmente giró la cabeza para mirar al profesor.

Snape levantó las cejas mirando al chico pero no hizo ningún otro comentario. En su lugar, se limitó a esperar, y entonces, con un suspiro, Harry se dio la vuelta y se impulsó hasta quedar apoyado en la cabecera.

—Muy bien —Dijo Snape con un movimiento de cabeza y luego preguntó: —¿Qué te duele exactamente? Y por favor, abstente de quejarte cuando me respondas—.

—Es que me duele todo, pero sobre todo me duele el estómago y la cabeza—.

Snape se acercó a donde estaban las pociones en la mesita de noche de Harry y tomó la primera. —Un calmante estomacal primero entonces —Luego, como idea tardía, añadió: —¿Ayudaría si tuviera sabor?—.

Harry parpadeó lentamente hacia Snape. ¿Realmente le había ofrecido saborizar las pociones para que le resultara más fácil tomarlas? ¿Qué estaba pasando aquí?

Se sentó más erguido y cruzó los brazos sobre el pecho. —¿Por qué te pones así? —Exigió saber. —No me estoy muriendo, Snape, sólo tengo una gripe estomacal o algo así —Soltó.

Los ojos de Snape se entrecerraron. —Soy perfectamente capaz, Potter, de llegar a esa conclusión por mí mismo. Simplemente pensé que preferirías tomarlas si estaban saborizadas a un sabor que te gustara. Desde luego, no volveré a cometer ese error —Le tendió el frasco de pociones a Harry, que lo tomó instintivamente, aunque frunció el ceño ante su tutor mientras lo hacía.

As Potter is to SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora