Enfermería.

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Capítulo 6

Enfermería.

CECILIA

Nuevamente despierto.

Un dolor incomparable azota mi nuca, Tara en serio me ha dado la paliza de mi vida. Tara. ¿Por qué ha reaccionado de esa manera? Se ha convertido en un animal salvaje. Una bestia sin domar. Se supone que somos mejores amigas... o al menos lo éramos antes de que empezara la guerra. ¿Acaso ella ha cambiado tanto? ¿La Tara que en su momento llegué a conocer ha muerto? No lo sé...

Puede que los Zero hayan experimentado con ella. Posiblemente alteraron sus recuerdos y memoria, se encargaron de educarla a su manera, la han transformado. Tomaron su vida y la moldearon a su gusto; dentro de ella encarcelaron a una bestia cuya sed es saciada únicamente al liberar por las calles devorando la vida de inocentes. Los Zero son los únicos que pueden ser responsables de su nueva identidad.

El dilema es: ¿Cómo encuentro la verdad debajo la máscara? ¿Cómo averiguar la verdad sobre el pasado desconocido de Tara? Para descubrirlo mi escape tendría que esperar más no debo desperdiciar tiempo.

Debe haber algo.

Algo.

Algo que pueda mostrarme la esperanza en ella: la verdadera Tara. Necesito volver a verla, ver en sus orbes el destello claro que alguna vez habitó en su alma, resplandeciente, pura...inocente.

Intento girar mi rostro de manera que pueda a preciar mí alrededor con mayor detalle, al voltear ligeramente el cuello siento un tirón desgarrador hacer pedazos mis músculos. El tan solo regresar a la postura en la que me encontraba incrementa el dolor, ¿por qué duele tanto? El músculo en mi cuello se calienta, quema, intento suprimir lágrimas del dolor que me traicionan al abandonar mis ojos hinchados.

Debo moverme o moriré del dolor.

A pesar de sentir mi cuerpo tieso atado a la camilla, logro sujetar la orilla de la cobija que cubre mi adolorido cuerpo con una mano temblorosa. Tomo una bocanada de aire antes de quitar la áspera cobija, el movimiento me ha dejado sin aire por el dolor que atraviesa mi cuerpo. El frío que ahora inunda mi ser; la habitación esta helada.

Siento mis huesos congelarse y el solo moverlos se siente como si estuvieran a punto de quebrarse. Las punzadas que siento en mi nuca asimilan a navajas atravesando mi cráneo múltiples veces. Mis costillas, mi estómago, mis piernas, mis brazos...todo pesa, todo. Decorando mi cuerpo han de estar marcas de Tara, algunas permanentes otras temporales; un labio roto y moretones alrededor de mis costillas, mi cara hinchada, y piernas débiles. Un cuerpo que ha perdido la batalla.

Levanto mi cuerpo intentando mantener una postura recta. Mierda. Mi omóplato derecho está completamente vendado y dudo poder moverlo, intento pero termino vociferando una que otra mala palabra. Siento como el omóplato no está unido con el resto de mi esqueleto, está completamente zafado, tendrán que acomodarlo y eso va a ser un martirio.

Toco suavemente mi barbilla con mi brazo izquierdo, un dolor inhumano inunda mi cuerpo. Ahogo un grito mordiendo el interior mi mejilla, ¿cómo es posible que Tara me haya dejado así? ¿Tanta fuerza tiene?

Un quejido escapa de mis labios cuando la planta de mi pie descalzo toca el helado azulejo del piso. He desperdiciado demasiado tiempo en este lugar, el haberme topado con Blake, luego con Austin, más mi "hermosa" reunión con Tara y el tiempo que he estado en la inconsciente ha retrasado mis intentos de escape. Dudo lograr escapar con la condición en la que me encuentro. Grandioso.

Escaneo la habitación: enfermería. Hace años no entraba a una. Las camillas blancas e incómodas que tratan de aparentar ser hogareñas, el olor plástico de medicina preparada para drogar al paciente a tal punto que su corazón deje de latir y de por comienzo su propio "paraíso" permanente. Por un lado detesto ese olor, pero al mismo tiempo me trae nostalgia y esperanza... La oficina de mi padre solía oler así, antes de que perdiera la razón, antes de que la guerra empezara...

Matar por PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora