Misión.

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Capítulo 7

Misión.

TARA

¿Por qué habría de aparentar? Mi vida concluyó con el preámbulo de esta interminable conflagración. Desde el comienzo he presenciado sangre ser derramada, cuerpos siendo desmembrados, aullidos de inocentes prescindiendo cualquier tipo de esperanza al momento en que la guillotina cae en picada dejando como recuerdo el sonido de cuellos tronando y cabezas rodando. ¿Es así como una niña de siete años debe ser criada? ¿Solitaria? ¿Abandonada?

La verdad es que ya no tiene importancia, ésta realidad en la que fui sometida ha dejado de perjudicarme. Simplemente la muerte no logra conmoverme...o al menos ya no. Las pesadillas no logran atormentarme, no he despertado empapada siendo asfixiada por la aprensión de llevar conmigo aquella maldita tentación. No soy capaz de subsistir sin saciar mi necesidad, oh dulce adicción, que la sangre ha llegado a colmar. Que color más radiante tiene: rojo carmín. Llegar a apreciar aquél lujurioso color provoca la sumisión ante el placer de la tortura, la matanza, la aniquilación. Me he vuelto adicta a matar.

¿Sádica? Tal vez...pero antes yo no era así: el mundo me volvió así.

El mundo me ha transformado en una homicida, un monstruo sediento por aquél liberador sentimiento de venganza. Liquidar a quienes se me ordena actúa como un sedante para apaciguar el deseo de vendetta que invade tanto mi cuerpo como mi mente. Podría ser considerado una canción de cuna para sosegar lo indomable, es lo que me ha rescatado de mi maldita destrucción. Me he enamorado de aquello que me permite disfrutar el suplicio de otros para no tener que experimentar ningún tipo de calvario.

Matar.

Asesinar.

He encontrado refugio en aquello que condenó mi vida en el primer lugar... ¿Por qué habría de cambiar? ¿Por qué dejaría de matar?

Ahora solamente debo preocuparme de mi bienestar, sólo eso importa. Mi bien personal. He tenido que ceder mi alma, corazón y vida a un grupo de aborígenes cuya mentalidad no aparenta más que la negrura alma que anida en el abismo de la desgracia misma. De pequeña nadie me dio a conocer el paradero del Infierno, no fue hasta después que me fui dando cuenta que éste es el Infierno y nosotros los demonios.

―Deja de divagar en tu propio mundo.

―No te cansas de seguirme, ¿eh Grey?

―No te halagues demasiado, no tengo ni el más mínimo interés en ti Park.

Austin. No existe día en que no pare de agobiarme con su presencia. Está presente para joder mi vida. Maldito.

¿Qué acaso no planea rendirse? Desde la inesperada llegada de Cecilia a las instalaciones no ha parado de seguirme. Sé que su intención primordial es averiguar las razones detrás de mi reacción al reencontrarme con ella, después de todo, para él, el verme estallar en un ataque iracundo de cólera sin ser provocada o molestada podría resultar novedoso. Lo cual, sin ninguna duda ha despertado en Austin la peculiar necesidad de indagar sobre el "¿por qué?" detrás de toda acción que realice.

―Sabes que te mueres por mi.― ¿Qué más puedo hacer? Después de todo he compartido con él seis extensos años de mi repugnante vida. Desde mi ingreso a los Zero, he estado obligada a soportar al par de idiotas que conforma el resto del equipo elite: Austin Grey y Blake Griffin.

―Oh sí, siempre me has parecido preciosa, ― No negaré que el imbécil es un buen asesino, sus habilidades tanto en combate como en agilidad superan las expectativas de cualquier individuo. No por nada es el líder primordial del equipo. Es intelectual, fornido, precavido y un embustero de primera: el asesino ideal. Lo único que llega a traicionar la "superioridad" de Austin es el hecho de que el idiota no es nada más que un faldero sin remedio. Igual que Blake.― Me robaste el corazón desde la primera vez que te vi.

Matar por PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora