TAYLOR
Apenas quedaban alumnos dentro, las animadoras habían sido las primeras en hacerse las pruebas y luego, los miembros del equipo. Cuando entramos al gimnasio quedaban dos chicos del equipo, los médicos y mi hermano, que, apoyado contra la pared, tachaba nombres y rellenaba formularios de los alumnos correspondientes.
Se estaba comportando como un auténtico capullo con Kami. La noche anterior había podido ver en sus ojos el odio que le profesaba y era injusto. No quería volver a ver en Kami la expresión de miedo y tristeza que vi cuando Thiago le gritó en la puerta de su casa. Por mucho que él insistiera en querer culparla, Kami no había sido la culpable de nada.
Volver a verla, hablar con ella, incluso sentirla entre mis brazos, me había traído recuerdos infantiles que había mantenido guardados desde hacía años. Guardados porque me hacían daño, porque la había echado muchísimo de menos. Kami había sido amiga mía desde la guardería. Nuestras madres se hicieron amigas cuando lo hicimos nosotros con apenas cinco años. Por eso la traición de aquella mujer con nuestra madre había sido incluso peor... Nuestras familias habían sido amigas. ¿Cómo se le podía hacer algo así a alguien que prácticamente consideras parte de tu familia?
Mi hermano levantó la mirada de los formularios y nos indicó que pasáramos cuando el resto ya se había marchado por la puerta.
Los tres médicos miraron a Kami con ganas de acabar ya y sentí cómo la pobre empezaba a temblar. Le pasé un brazo por los hombros y la atraje hacia mi cuerpo.
—Venga, valiente, que no es nada —le dije para animarla.
Se sentó en la camilla y cerró los ojos con fuerza.
—Solo será un momento —le dijo la enfermera—. Dame tu brazo izquierdo.
Kami entonces abrió los ojos y miró hacia el lado contrario a la vez que le tendía el brazo para que le pincharan. Le cogí la otra mano con fuerza para que estuviese tranquila. Sus ojos seguían mirando por encima de mi hombro hacia el lado contrario del pinchazo.
—Muy bien... —dijo la enfermera—. Unos segunditos más y ya terminamos...
Cuando le quitó la aguja y vi que todo estaba bien, que no le habían hecho daño ni nada parecido, me permití mirarla a la cara.
Seguí el trayecto de su mirada y vi que sus ojos estaban clavados en mi hermano, que le devolvía la mirada con tranquilidad. Conocía muy bien esa expresión... Era la misma que había mantenido miles de veces cuando habíamos tenido que ingresar a nuestra madre por algún ataque de ansiedad. Él la miraba de aquella forma y ella se tranquilizaba. Yo siempre había sido un manojo de nervios, me ponía muy nervioso cuando ella se ponía tan mal... Thiago siempre era la roca, la seguridad personificada, la persona que nos hacía sentirnos seguros. En ese momento agra-
decí que lo hubiese hecho por Kami.Yo deseaba que ellos volvieran a llevarse bien... Nunca habían tenido una relación como la que había compartido ella conmigo, pero sabía que mi hermano le había tenido un cariño especial.
Pero así y todo... Sentí algo amargo en la boca del estómago al ver cómo la miraba. En ese momento no le di más importancia, pero no me gustó cómo me hizo sentir.
Cuando mi hermano vio que los observaba, bajó la mirada hacia el formulario y Kami a mi lado giró la cabeza hacia mí.
—¿Todo bien? —le pregunté con una sonrisa.
Ella asintió en silencio. De repente le había cambiado el ánimo, estaba pensativa y en sus ojos podía leer la confusión.
—¿Seguro? —insistí.
En ese momento sonó la campana que nos indicaba que era la hora del almuerzo.
—¡A comer! —dije notando el hambre después del entrenamiento y deseando largarme de aquel gimnasio por un rato.
Kami hizo una mueca en respuesta.
—Creo que me voy a ir a casa... —dijo bajándose de la camilla—. Todo esto me ha revuelto el estómago y no me encuentro muy bien...
—¿Quieres que te lleve? —le pregunté. No se la veía muy allá—. Mi hermano puede darnos un pase para saltarnos las dos últimas horas, ¿verdad, Thiago?
—De eso nada —dijo cogiendo la bolsa de deporte y colgándosela al hombro—. Tú te vas a clase, listillo.
—¡Venga ya! —dije mirándolo con incredulidad—. ¡Está enferma!
—No pasa nada... —dijo Kami bajándose de la camilla—. Me quedaré...
—No he dicho que no vaya a darte el pase a ti —dijo como única respuesta.
Miré a Kami y al menos me sentí más tranquilo de que ella sí pudiera irse a casa.
—No hace falta —le contestó ella con los labios apretados.
—Hace falta si acabas vomitando en los pasillos, cosa que tiene toda la pinta que va a terminar sucediendo si no te marchas a casa y te acuestas.
—Vete a casa, Kami —intenté convencerla.
Kami miró alternativamente a uno y a otro.
—Vale, me iré —dijo colgándose el bolso de marca que llevaba como mochila.
Thiago suspiró y dejó la bolsa de deporte en la camilla. El médico y las dos enfermeras ya se habían ido y solo quedábamos nosotros tres en el gimnasio.
—Vete a comer, Taylor —me dijo entonces mientras rebuscaba en su bolsa de deporte—. Ahora le doy el pase.
Asentí agradecido a mi hermano, que por primera vez no se comportaba como un imbécil delante de nuestra vecina, y me acerqué a ella.
—¿Vas a estar bien? —le pregunté preocupado.
—Sí, de verdad —me dijo ella con una sonrisa.
Mis ojos se detuvieron unos segundos de más en sus labios hasta que me obligué a levantar la mirada y mirarla a los ojos.
—Nos vemos mañana, entonces. —No me sorprendió que se pusiera de puntillas y me besara en la mejilla. Siempre lo había hecho, pero desde que la había vuelto a ver después de tanto tiempo, aquellas muestras de afecto aún me pillaban desprevenido.
El cosquilleo que sentí en mi piel cuando se apartó me acompañó durante el resto del día...
***
¡Hola a todos! Aquí tenéis el nuevo capítulo. Perdonad que no pude actualizar el jueves, en compensación os subo hoy tres capítulos :) ¡Os quiero!
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DÍMELO BAJITO
RomanceKamila Hamilton lo tenía todo bajo control... O eso creía: no entraba en sus planes que los hermanos Di Bianco volviesen de nuevo para poner su mundo al revés. Thiago fue quien le dio su primer beso. Taylor fue el que siempre la protegió. El regres...