Capítulo 14

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TAYLOR

Seguramente me acababa de meter en un buen lío. Si mi hermano se terminaba enterando de que había invitado a Kami a casa, ardería Troya. Ya lo había dejado bastante claro el día anterior, pero yo no estaba de acuerdo en absoluto con esa postura suya contra Kami. Hasta mi madre había dicho que quería verla y mi hermano no podía seguir culpándola de esa manera por lo que pasó. Si el resto de nosotros lo habíamos superado, o al menos vivíamos con ello día a día, él debería hacer lo mismo.

Sabía que iba a terminar teniendo problemas con él si seguía empecinado en relacionarme con nuestra vecina, pero no me importaba. Haber vuelto a Carsville, haber vuelto a mi vida, verla a ella, me hacía feliz. No voy a mentir diciendo que toda esa situación no me traía también muy malos y tristes recuerdos, pero no se podía hacer nada para cambiar el pasado. Y en mi presente cada vez tenía más claro que Kamila Hamilton me gustaba... Pero no me gustaba como antaño, cuando la veía como mi hermana pequeña. No, ahora me gustaba de verdad, de tener curiosidad por saber qué había debajo de su falda, por ejemplo. Todos esos años separados habían terminado con el amor fraternal que siempre le tuve y, aunque se me hacía un poco raro y hasta incluso a veces me sentía culpable por tener ciertos pensamientos hacia ella, no podía evitar sentir algo especial.

Tener ese pensamiento en mi cabeza me provocó un escalofrío agradable e intenso. Volverla a ver y darme cuenta de que era toda una mujer me había dejado sobre todo bastante impactado. Había tenido mis líos en mi antiguo instituto, de hecho fui de los primeros de la clase en perder la virginidad a los catorce años. Mi hermano me pilló saliendo a hurtadillas del cobertizo que teníamos en mi antigua casa con una chavala que por aquel entonces me traía loco y, en vez de echarme la bronca, me felicitó. Así éramos nosotros... Los hermanos Di Bianco, los golfos del instituto, los que la liaban parda a todas horas.

Mi hermano tenía tres años más que yo, sí, pero siempre habíamos sido uña y carne, inseparables. Era él quien me compraba los condones en la farmacia y me los daba cuando los necesitaba. Era él quien me había defendido de nuestros padres cuando llegábamos a casa con el ojo hecho un cristo y el labio partido. Era él quien se comía las broncas si nos portábamos mal... Siempre me había sobreprotegido.

Desde que habíamos vuelto al pueblo, había notado que nos distanciábamos un poco. La razón era esa chica de pelo largo y ojos marrones que nos tenía locos a los dos, aunque locos en diferentes términos. Yo me despertaba por las mañanas habiendo tenido sueños húmedos con ella y mi hermano la mataba con la mirada cada vez que la tenía cerca. Pero... ¿lo que sentía hacia ella era solo odio o escondía algo más?

Me detuve en mi taquilla para cambiar los libros y dirigirme al aula de matemáticas. Como era la clase avanzada, el resto de mis compañeros no estaban conmigo, excepto Julian. Al entrar me saludó con un gesto de su mano y no pude evitar devolvérselo por instinto, aunque seguía habiendo algo en él que no me convencía. No sé si era por la forma en la que miraba a Kami o la manera en la que había golpeado el otro día a Dani cuando le dimos una paliza entre los dos. Su mirada había sido calculada, fría; le había golpeado sin rabia, pero con fuerza, como si tuviese un dominio excepcional sobre su mente y su cuerpo...

No sé...

A lo mejor solo es que estaba celoso.

Cuando terminó la clase, salimos juntos hacia la cafetería. Julian había sido admitido en el equipo de baloncesto y los demás compañeros lo habían aceptado un poco a regañadientes. No me molestó que me siguiera hacia la mesa donde nos esperaba el resto del equipo, pero sí me molestó ver que, en vez de sentarse con los chicos, se dirigía hacia la punta donde el equipo de animadoras almorzaba charlando animadamente.

Qué listo era el cabrón.

Había puesto los ojos en ella y se la sudaba invadir su espacio para poder estar juntos. Kami le sonrió con esa dulzura innata que tenía y el resto de las chicas aceptaron que se sentase con ellas a almorzar.

Sin dudarlo ni un segundo, lo seguí. No me preguntéis qué cojones se me pasó por la cabeza, pero fui y me senté al otro lado de Kami. Su mejor amiga, Ellie, frunció el ceño al ver que la empujaba ligeramente para hacerme un hueco.

—¿Se te ha perdido algo en nuestra mesa, Taylor? —me preguntó Ellie pegándome un codazo en las costillas.

Sonreí mientras le robaba un fruto seco de su bandeja.

—Este finde es el partido contra Falls Church —dije inventándome algo sobre la marcha. Me llenó un calor interno cuando vi que Kami me miraba con esos ojitos tiernos llenos de alegría al ver que compartía con ella el almuerzo—. Me preguntaba si estaríais dispuestas a uniros a los chicos en una aventura jamás repetida en la historia de este instituto...

—Lo que quiere es que nos castiguen a todos igual que han hecho con él —soltó Ellie de manera irónica mientras se retocaba el pintalabios rojo.

—Te equivocas, niña —contesté ignorándola olímpicamente—. Hemos decidido hacer una partida de paintball. Carsville contra Falls Church. ¿Quién se apunta?

Kami me miró divertida.

—¿No tenéis suficiente con que os den una paliza al baloncesto?

Todas se rieron; al menos Julian se mantuvo de mi lado. Abrí los ojos con incredulidad y le di un toque en las costillas que la hizo saltar y reírse.

—¿Cómo que si no tengo suficiente con la paliza que me van a dar al baloncesto? Querida vecina, desde que yo he llegado al equipo, la palabra «paliza» solo se va a utilizar para hacer referencia al equipo contrario, ¿de acuerdo?

—No se nos permite hacer otra actividad que no sea la estipulada por el instituto mientras estamos fuera...

—Y ahí es donde se ve quién de aquí tiene ovarios para ir en contra de esta autoridad impuesta por cuatro profes amargados.

—¿Cuándo pretendes escaquearte para ir a jugar al paintball si llegamos por la tarde, seguramente entrenaremos y el partido es al día siguiente por la mañana? —me preguntó Kate, la otra amiga de Kami y, si no recordaba mal, la capitana del equipo, arqueando esas cejas negras perfectamente depiladas.

Sonreí y las miré a todas con picardía.

—La partida va a ser nocturna. —Se hizo un silencio momentáneo y aproveché para levantarme—. Quien quiera apuntarse deberá decírmelo mañana por la mañana.

Todas empezaron a hablar animadas y yo aproveché para inclinarme sobre Kami.

—Espero que te apuntes, pequeña cobardica —le dije rozándole la oreja con mis labios y sonriendo como un idiota al ver que se le ponía el vello de punta.

Regresé con mis compañeros con una sonrisa en la cara imposible de borrar.

DÍMELO BAJITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora