La invitación

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La invitación

- ¿Me acompañas a cenar? —supliqué, recurriendo al tono de niña malcriada que mis limitados recursos me permitían.

Esas fueron mis palabras antes de que ella pudiera reaccionar y debió de sonar tan patéticamente sincero y descalabrado que aceptó.

Mi corazón latió tan rápido al ver su respuesta que sentía que desfallecía en ese momento. consintió solamente si íbamos a un restaurante cercano, cuya especialidad era la hamburguesa Mac de carne y papas fritas; el local se encontraba, al igual que su apartamento, ubicado en el barrio de Chelsea.

Mientras me guiaba hasta allí pude conseguir que me dijese su nombre, el cual es Daniela Calle, (vaya nombre tan mas chulo y parece nombre de profesora), me dijo que tenía veintinueve años y también me contó que acudía a El Gran Gimnasio a diario para practicar full contact, deporte. del que hablaba con verdadero entusiasmo, después de haber dejado su verdadera vocación, la natación profesional, me contó que cuando no llegaba a ir al gimnasio, se le daba muy bien hacer yoga. Cuando llegamos al lugar, me llevó hacia una mesa situada junto a una ventana y allí nos sentamos la una frente a la otra, en medio del silencio.

Colocó los codos en la mesa mientras me observaba fijamente con la cara apoyada sobre las manos. Yo crucé los brazos ligeramente, alcé la barbilla y, aunque temí salir perdiendo, dejé que nos examinásemos sin más, tratando al menos de parecer confiada pese a llevar un rato tambaleándome por dentro.

La cercanía me permitió escudriñar cada uno de los rasgos de su bello rostro; perfectamente ovalado, de nariz recta y ojos almendrados, extrañamente entre café claro, que, con cada reflejo de luz, se mostraban como verdosos sobre una boca armoniosa, no demasiado grande pero alargada, con los labios sencillos y carnosos y una espléndida sonrisa, me perdía en ella. Ella jugaba a veces con algunos mechones de pelo, arrastrándolo de la frente tras sus orejas como en un gesto de concentración, me miraba como examinándome. -a mí me causaba nervios queriendo saber que pensaba, porque me observaba tan detenidamente- a ella le gustaba echarse hacia atrás y volver a atacar con ímpetu, sy estirando el cuello, entrechocando los nudillos dulcemente. Supuse un enigma extraordinario que una mujer tan genuinamente hermosa pudiese mostrar posturas de naturales sin alterar un ápice su atractivo.

- ¿Qué hacías ayer en el gimnasio? - preguntó de pronto, entrecerrando los ojos y anticipándose al hombre que tomaba la nota.

-Mi prima María es asidua-alegué. -Me alojo en su apartamento.

-Pensé que estabas sola-Soltó con un aire de extrañeza.

Cuando el camarero se acercó, pedimos un par de menús completos. Luego respondí tratando de resultar convincente, aunque los nervios ya me habían invadido, sabiendo que estaba en aprietos.

-María trabaja en la biblioteca —afirmé. No quiero que mi estancia afecte a su ritmo laboral. Asintió de manera serena y luego comenzó a comer patatas fritas.

De pronto me di cuenta de que, por primera vez, había bajado la guardia conmigo, su semblante ya más relajado le daba un toque sexy y llamativo.

-Tienes un nombre bonito -señaló pensativa. Si tienes cara de María José y ambas reímos con su comentario.

-Y según tú, ¿Qué cara tienen las Marias? -Pregunté con una ligera risita de lado.

-Pues cara de... alguien que le gusta seguir a las personas, asechando a la presa. -Soltó una risilla que me dejó maravillada.

- ¿Estas queriendo decir que soy una psicópata que persigue a la gente? -Hice cara de ofendida y tocándome el pecho de manera dramática.

-Yo no dije eso, pero ya que lo dices así -Lo dijo con una cara traviesa y media sonrisa dibujada en su rostro.

-No, no, no es así, de verdad que te seguía porque pensé que eras otra persona - Respondí esperando me creyera de verdad, sin esperar su respuesta

-Y según tú, ¿quién pensaste que era?

Me puse tan nerviosa que no sabía que responder, cuando de pronto nos interrumpió el mesero preguntando si todo estaba bien y si necesitábamos algo más, en ese momento agradecí a todos los santos por librarme de esa pregunta. Y para escapar de lleno de esa encerrona, salí huyendo un momento al baño, al regresar, rezaba para que se olvidara de la conversación que minutos atrás habíamos tenido. Y así fue.

- ¿Y qué haces en Manhattan?

-Vacaciones -atajé con una sonrisa. —Las necesitaba.

- ¿En qué trabajas?

-Soy asistente de cuentas en una constructora-comenté en un tono inconscientemente aburrido que nos hizo reír a las dos.

-No pareces encantada-sonrió ella. -Pero suena muy bien.

En aquel momento recordé el rostro de Sebastián Junto a mi padre el día que comencé a trabajar en el negocio; a ellos les pareció que aquel inicio era un verdadero triunfo.

-No está mal para una estudiante de Historia del Arte - dije sin pensar.

- ¡¿Historia del Arte?! -exclamó Dani soltando el tenedor mientras arqueaba graciosamente las cejas. - ¿Y qué haces en una constructora? Era tan buena pregunta que no supe qué contestar.

Acabamos de cenar hablando sobre cine, música. Comentábamos las películas de estreno en la cartelera de esa semana y, cuando casi nos habíamos puesto de acuerdo, ella se levantó de repente.

-Es tardísimo-advirtió. -Y tengo que estar temprano mañana en el Mocca.

- ¿Es donde trabajas? -indagué. Asintió con la cabeza

- ¿Es un buen sitio? —Proseguí intentando sonsacarle.

-Sí, se puede decir que bastante bueno - Sonrió con una mirada brillante. -Aunque.

- ¿Aunque, ¿qué? -repetí con curiosidad.

-Es mucho mejor los fines de semana y más si es por la noche-resolvió al fin.

Pagué la cuenta después de una pequeña discusión sobre quien pagaba la cena, ganando yo con la promesa que la próxima vez, sería ella quien pagara y luego me apresuré a seguirla calle abajo tratando de averiguar más, pero Daniela se despidió de mí y echó a correr.

Estaba a punto de desaparecer de mi vista cuando regresó de nuevo para hacerme entrega de un pequeño papel.

-Pásate cuando quieras -me indicó con un guiño. -Te devolveré la invitación. Entonces se marchó de verdad depositando la tarjeta de un café bar sobre mis desconcertadas manos y un tierno beso en mi mejilla que me hizo cerrar los ojos con el contacto.

Cuando ella se fue, yo me dirigí hacia el apartamento de Vale con una sensación de alegría, me sentía tan bien, tenía una sonrisa de tonta que no podía disimular, ese encuentro con Daniela, esa charla y el haber conocido un poco de ella, me había dejado una sensación de satisfacción, sentía flotar al recordar cómo me miraba y en lo verdaderamente hermosa que era ella, escuchar su voz, ¡que divina voz!, y ese beso en mi mejilla parecía que aun sentía sus labios, ese contacto me hizo estremecer por completo, aceleró mi corazón al máximo y mi estómago, joder, una revolución total.

Al llegar al apartamento, entré de la manera más sigilosa para no ser escuchada por Vale, está ya estaba en su recamara, agradecí que así fuera, porque tenía idea de lo que le diría, si me cuestionaba donde había estado toda la tarde. Entré a la que en ese momento era mi habitación y me dispuse a prepararme para dormir.

Diez días para D [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora