De regreso a la realidad

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De regreso a la realidad

Terminamos de alistar nuestras maletas para poder salir a disfrutar las últimas horas que nos quedaban aquí y no estar con el tiempo justo. Salimos a pasear por la playa y después fuimos a comer a un restaurante en el que Daniela había quedado de verse con sus amigos para la despedida. Ahí estaban solo José y Lorena, argumentando que los chicos aun dormían debido a lo tarde que terminaron la fiesta o temprano, ya que estaba saliendo el sol cuando cada quien se despidió, excepto los pocos que se habían acercado hasta los campos de vóley para presenciar las finales del torneo.

Estuvimos charlando durante algunas horas, entre platicas y risas caminábamos a la orilla del mar, Daniela y yo tomadas de la mano, como si fuese lo más normal del mundo, como si siempre lo hubiéramos hecho así, no nos importaba nada en ese momento, o al menos a mí, me sentía libre y feliz de sentir a Daniela a mi lado, en momentos ella giraba a mí y me daba besos espontáneos, cosa que me hacía sentir mariposas en el estómago, y todo mi cuerpo vibrar de pura felicidad. Las chicas no decían nada, solo se miraban entre ellas y sonreían.

Así pasamos algún tiempo, compartiendo con ellas nuestras últimas horas californianas; después, nos despedimos con la solemne promesa de volver al año siguiente.

-Cuídala bien-me susurró Jose antes de dejarme ir. -Es demasiado buena, merece ser feliz.

Sabía que no le faltaba razón así que, usando su señal, le di mi palabra.

El viaje al aeropuerto lo hicimos en taxi. Una vez allí no pude resistir la tentación de imprimir las fotos mientras esperábamos la salida del avión. Muchas instantáneas, en las que Daniela era la absoluta protagonista, confirmaron su previsible fotogenia, pero también cierto grado de pericia que gustó atribuirme, un vestigio de los años que llevaba experimentando con las cámaras. Repasamos las imágenes juntas, recordando cada momento como una pieza única cuyas sensaciones despertaron entre nosotras una complicidad nueva. Ya teníamos un pasado común que podíamos revivir a cada momento, en cada mirada.

Al entrar al avión, una sensación de agobio me atrapó y no por enfrentarme nuevamente a volar, sino porque en pocas horas estaría de vuelta a la realidad, esa realidad que he estado ocultando, esa realidad que me cuesta aceptar, la realidad en la cual Daniela no está, por un momento desee que alguna chica se levantara y dijera que algo andaba mal con la "left phalange" del avión y nos hicieran bajar para no tener que regresar a esa maldita realidad, cosa que no sucedió.

Al despegar el avión, agarre de nuevo la mano de Daniela, no quería separarme de ella, volteé a la ventanilla desde donde me atreví a contemplar las nubes del atardecer sobre el océano, los precipicios de rocas, las montañas entre valles verdosos. Pasada la medianoche aterrizamos en Nueva York, tomamos un taxi que nos condujo hasta el ático de Daniela. El conductor se bajó para ayudarnos y entonces, cuando también sacó mi bolsa del maletero, Daniela y yo nos miramos.

—Así está bien, gracias-le dijo al hombre sin darme opción. —Aquí tiene, le extendió la mano para pagarle.

Yo continuaba mirándola o, en realidad, admirándola, era tan difícil pensar en alejarme de ella.

-Quédate esta noche -me pidió con un puchero en cuanto él taxi se fue. -Ya pensaremos mañana, ¿sí? Por favor.

-¿Pensar?-pregunté mientras sonreíamos. No pude negarme ante su suplica, subimos el equipaje al sexto piso.

Al entrar, dejamos las maletas en la entrada, ya que Daniela no quiso perder tiempo, me tomo entre sus brazos, me dio un fuerte abrazo mientras susurraba en mi oído que tantas horas sin abrazarme le habían parecido una eternidad. Me tomó de la mano y me dirigió hacia su recamara. Ya en la recamará, yo me puse nerviosa, como si fuese la primera vez a solas con ella.

Diez días para D [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora