El karaoke II

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Una vez dentro del local, vi que había bastante gente mirando hacia el mismo lugar. Al instante, divisé al cantante de la banda. Un chico con voz chillona y la cara llena de granos. Estaba junto a otro que tocaba la guitarra y otro chico que aporreaba un piano. La música era pésima.

—¿Ese es tu amigo? —le pregunté a Ross.

—Sí —Sonrió orgulloso—. ¿A que es bueno? Practica continuamente.

—Uf, es fantástico —dije con sarcasmo, acercándome a la mesa que había elegido Naya.

—¿Qué es lo que más te gusta de ellos?

—La originalidad —dije mirándolo.

—Lo sé. Nunca habías oído algo así, ¿verdad?

—No. Nunca.

Ross se detuvo junto a la mesa, mirándome, y yo hice lo mismo. Entonces empezó a reírse a carcajadas.

—No tengo ni idea de quiénes son, pero espero que no quieran dedicarse a esto o pasarán hambre.

Me reí.

—Suenan espantoso.

—No lo habría dicho mejor.

—Y bien ¿En dónde está la banda que conoces?

—Tocan después de estos profesionales.

Me senté en una silla libre y él se dejó caer en la que tenía al lado. Noté su mirada clavada en mi perfil.

—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —le pregunté.

—No. Eso lo que no sabía que usabas gafas. Ayer no las traías —dijo, curioso.

—Ayer mi madre me obligó a ponerme las lentillas. Así que, acostumbrate a verme con gafas —dije mirándolo a los ojos.

—¿Cuándo empiezan ellos? —preguntó Naya, leyendo la carta del bar con una ceja enarcada.

—Se supone que tenían que haber empezado hace treinta y cinco minutos —dijo Will—. Habrán llegado tarde.

—Qué novedad —dijo Ross en voz baja.

El camarero vino poco después y todos pedimos una cerveza, menos Naya, que pidió un cóctel, y Sue, que no pidió nada.

Sin embargo, vi que sacaba una botella de agua de su mochila.

—¿No bebes? —le pregunté, intentando tener una conversación.

Ella me dedicó una mirada recelosa, se apegó a su botella de agua y entornó los ojos.

—No te daré de mi agua.

—No te la he podido.

—Si te veo bebiendo de mi agua, te vas a arrepentir.

—Eso dímelo cuando te la pida —dije, con una mirada retadora.

—Parece que tienes competencia Boo —me susurró Mark.

Me quedé mirándola con una ceja enarcada y sonriendo de lado.

—Parece que ya salen —comentó Naya, señalando el pequeño escenario.

Efectivamente, el grupo actual bajó y apareció otro grupo de tres chicos. No sé cuál de ellos me causó una peor impresión. El primero en subir al escenario lanzó el piano eléctrico al chico del otro grupo que lo había tocado, que lo agarró como pudo, y dos camareros le ayudaron a subir su batería. Otro enchufó una guitarra eléctrica a un altavoz y el último, un chico con un chaleco vaquero abierto y sin camiseta, se colocó detrás del micrófono.

Cuando Las Estrellas Dejen De Brillar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora