❀ Capítulo 8 ❀

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8|| Vaya, pues... Mierda.||

Save you tonight - One direction.

•~Octubre.~•

Tanner:

Tenía la cabeza hecha un lio.

Después de la fiesta de Matt dos semanas atrás, me di cuenta de que necesitaba comunicarme con mi psiquiatra antes de que mi madre tomara la decisión por su cuenta y me llevase a rastras.

Honestamente no sabía qué hacía allí, hubiese deseado jamás volver, pero por mucho que me jodiera admitirlo lo necesitaba.

En especial por lo distraído que había estado en los últimos días. La cosa no tenía buena pinta y mi familia comenzaba a notarlo.

Me dirían lo que ya sabía, pero no existía nada peor que otra persona verbalizándolo por ti, porque eso lo hacía mucho más real.

Y yo no quería que lo fuera.

Prefería quedarme en la ignorancia, así se vivía más pleno; pero no podía retrasarlo aunque estuviese rogándole al puto cielo por ello.

—¿Cómo has estado? —preguntó Lucille con una sonrisa entera en su rostro profesional.

Pregunta fácil.

Había estado distraído, inquieto, disperso, muy alterado y la mierda de desconcentrado. No es como si no fuese obvio.

El sábado por la mañana después de la fiesta, cuando vine a sacar la cita de hoy, solo la vi quince minutos. Pero con eso bastó para darme cuenta de que, me gustara o no, debía regresar a terapia.

—Tranquilo. —contesté, entornó los ojos y desvió la mirada hacia el ordenador de escritorio que tenía a un costado.

No necesitaba revelar que le había dicho "hermosa" a la chica con la que fingía una relación en una arranque de sinceridad, no era como si eso fuese relevante.

Quería creer que la situación, lo que había pasado y el hecho de estar solos, me afectó lo suficiente como para no poder cerrar la boca antes de soltar algo de esa magnitud. No había sido por otra maldita razón.

Ya, claro.

—Te veo más inquieto que la semana pasada, ¿Ha pasado algo?

—No mucho, supongo que es porque me salté el entrenamiento para venir.

—Vale, y normalmente el Lacrosse es lo que te ayuda a mantener la mente ocupada.

—Ajá.

Se llevó ambas manos entrelazadas en un puño al mentón y me regaló una mirada severa.

—Dixon.

—¿Sí? —pregunté tratando de parecer sereno.

—He analizado las ultimas anotaciones que tenía de ti y aunado a los estudios y exámenes que se te practicaron hace días, creo que ya sabes que sigue.

—No creo que haga falta decirlo.

—Por supuesto que hace falta.

—La verdad no —insistí—, estoy al tanto.

Pero sabía que era inútil, ella estaba obligada a decirlo y yo a escucharlo. Por mucho que me jodiera y lo odiara.

De por si estar frente a ella me costaba, jamás fui muy fan de la terapia, menos de sentarme una hora y media frente a una persona para hablar de mis problemas.

La guía de consejos de Faith. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora