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Golpes de martillos resonaban como agudos graznidos en los talleres subterráneos de las instalaciones de los Tech. El sonido de los soldadores fundiendo y sellando fisuras de lo que parecía una mole acorazada se entremezclaba con los repetitivos ruidos mecánicos de los engranajes de las grúas que colocaban los apéndices metálicos de aquella máquina de guerra en construcción. Parecía un enorme vehículo acorazado, con torretas en ambos flancos derecho e izquierdo. Aquellas ametralladoras daban miedo. Eran mucho más letales que las de las unidades XT-45 que aguardaban la entrada al complejo subterráneo de Génesis. Un joven de cabello muy corto, con manos callosas y una mirada verde y penetrante soldaba los apéndices armamentísticos de la superestructura belígera. Se preguntaba para qué era necesario este proyecto, si en toda la historia de Génesis las amenazas habían sido controladas por el XT-45. Aquella genilidad de un ingeniero psicópata era el XT-50, un vehículo de combate acorazado con forma de rombo, que culminaba con las dos torretas en sus flancos y unas antenas en la parte superior, la cual tenía una abertura en cénit que podían ocupar hasta cinco operadores. En su interior, habían complejos sistemas de telecomunicaciones, dirección y control y elaborados programas de combate, que podían seguir el movimiento de los objetivos a una velocidad casi instantánea, y que hasta contaba con cámaras infrarrojas para detectar posibles objetivos ocultos. La munición que empleaba eran proyectiles de un diámetro de casi dos centímetros, capaces de perforar hasta el titanio.

Beta-07 terminaba de soldar, y se preguntaba cuándo le reconocerían su labor. Había pasado los largos años de su instrucción en los complejos de instrucción y aprendizaje de los Tech estudiando ensamblaje y comprensión de estructuras biomecánicas. De entre todos los estudios a los que podían aspirar los Tech, este era el más práctico, sin duda. Era conocido por ser un técnico bastante hábil, quien había pasado las pruebas con facilidad, reparando un modelo de XT-45 obsoleto y con fallos en su soporte vital. Era joven, vivo, y muy reflexivo en lo que hacía. Sus músculos escondidos en su traje de trabajo negro y blanco, reglamentario, eran testigos de un duro trabajo constante en ser lo que él quería ser. Un técnico ensamblador.

Solo que nunca le habían pedido ensamblar un prototipo de guerra de tal calibre. Como mucho, solo le habían mandado a ensamblar de nuevo partes estropeadas de aquel modelo XT-45. Se dedicaba a tareas mucho más simples, como el ensamblaje de cadenas de fabricación,  o el ensamblaje de los tranvías de transporte de Génesis. Bueno, más bien, de los raíles, hecho que todavía le degradaba aún más. A pesar de su eterna disposición en cuanto a su pasión, siempre le habían degradado a tareas más simples de lo que él esperaba. Tareas que, para su intelecto, eran frustrantes. Beta-01 era su supervisor, y el de todos los Beta en los complejos Tech. Había asumido el poder de la casta tras el fallecimiento por causas naturales de Alpha-01, quien fue encontrada en su habitación fallecida. Jamás se supo del asesinato que sufrió.

Y sin embargo, ahí estaba, ensamblando el primer prototipo de XT-50. Por fin sentía que estaba haciendo algo más productivo, pero el ver la colosal imponencia de aquel Golem de acero solo podía causarle inquietud, que a su vez solo podía dejar paso a una intriga natural.

Cuando su jornada llegó a su fin, se dirigió a su habitáculo. Al coger el tranvía de transporte, pudo observar por la ventana como en los laboratorios de los Tech estaban trabajando con líquidos incomprensibles. Él se preguntaba para qué diantres podrían servir esos viales de extraños pero llamativos líquidos de colores tan vivos. Unos minutos más tarde pudo observar como en los otros talleres se estaban haciendo pruebas armamentísticas con fusiles de combate. Unos ingenieros estaban probando la efectividad de sus nuevas armas con un blanco en movimiento. Estos fusiles, los cuales tenían un visor infrarrojo incorporado, y una cadencia de tiro muy alta, eran capaces de volatilizar las dianas con sus potentes disparos perforantes.

No comprendía nada. Nunca antes habían estado trabajando en desarrollo armamentístico con tanta animosidad, y todo aquello le hacía sentir curiosidad. Normalmente los Tech solo se dedicaban al desarrollo local en cuanto a la mejora de productividad de los Artesanos, o en cuanto a facilitar la labor de los Proveedores. También a la genética y progenie de la colonia. Pero no al desarrollo armamentístico. Era muy poco habitual que le hacía sentir un poco de temor.

No tardó sino unos pocos minutos en llegar a la zona habitable, y cogió su aerodeslizador para llegar a su habitáculo, quién al llegar, apagó el campo antigravitatorio de su vehículo para poder plegarlo y llevárselo consigo al interior de su vivienda. Aquella casa cuadriculada era el sueño de cualquier aficionado a cacharrear con artefactos de todo tipo de calibre. Habían cables tirados por doquier, engranajes en los sillones y pequeños trozos de metal en el suelo. La verdad es que, con tantas horas de trabajo, era muy poco factible el ordenar su habitáculo, pues llegaba muy cansado de una larga jornada trabajando con acero, calor, sudor y maña. Pero aquella noche, cuando consiguió llegar a su habitáculo, no pudo evitar quedarse un poco más tarde para comer un buen plato de champiñones con carne de rata salteada. Le añadió especias de barbacoa, y a su vaso de agua un saborizante de cerveza. Le encantaba tras una larga jornada de trabajo.

Trabajaba 18 horas al día, y por tanto tenía que usar estabilizantes musculares y pastillas del sueño para engañar a su cerebro de la falta de descanso. Cuando terminó de cenar, se acostó en su cama. Se tomó sus medicaciones y sus músculos reposaron bajo las sábanas. Aquella noche todo pasó muy rápido para él, y una curiosidad nunca antes experimentada empezó a camuflarse entre los recovecos más ocultos de su mente. Era solo cuestión de tiempo que el muchacho empezara a sospechar de muchas más cosas.

Y aquella noche, por culpa de tanta curiosidad, sus niveles de conciencia eran tan altos que la medicación no le hizo efecto, y le pasaría factura.

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