VIII

5 2 0
                                    

Aquellas instalaciones se alejaban de toda la bendita normalidad que hubiera deseado recuperar con toda su alma. Los aterradores lamentos recorrían los corredores de los bloques penitenciarios del bloque de reinserción número diez, en algún lugar no identificado de Génesis. Le habían golpeado brutalmente antes de llevarle a su nuevo habitáculo rodeado de barrotes de un metal tan fácilmente manipulable con las herramientas adecuadas que en ese momento Beta-07 no tenía y eso solo le estaba culminando en una frustración ejemplar, tan irónica como la situación que estaba experimentando. Ya nada de eso, ningún intento, serviría para retroceder hasta su bloque donde descansaba de una dura jornada, o sin irse tan lejos, a aquel taller donde le hacían sentir como una unidad entre miles y nada diferente de los demás. Le esperaba la reeducación, y él sólo podía sentir un escalofrío tan gélido que le recorrió todo el estómago, provocándole náuseas.

La iluminación era tenue, de un color blanco muy apagado, y a medida que iba siendo empujado por el corredor donde otros bloques de celdas, otras caras se fijaron en la desdicha de otro nuevo destino fatal. Eran escuálidos. Todos. Estaba claro que no habían alimentado correctamente desde que habían ingresado a reeducación. Y ese destino le aguardaba a él también. Osó mirar hacia los desdichados que aguardaban tras los barrotes, y antes de poder discernir una sola cara, cayó al suelo. Una descarga eléctrica de un poderoso voltaje recorrió todo su cuerpo, causándole un dolor legendario que hizo que bramiera de una manera brutal. Sus gritos de dolor resonaron por toda la planta, y sus paredes hicieron rebotar esa muestra de osadía. Le levantaron bruscamente y le volvieron a empujar. Eran tres, fuertes, con un traje completamente encubierto de un color rojo carmesí. Ya no tenía fuerzas, pero para su único alivio, ya había llegado hasta la sección b-32, su hilera blocal donde estaría alojado el tiempo que a los responsables de la reeducación decidieran empezar a lavarle el cerebro.

Estaba tan cansado. Cuando llegó hasta su celda, discernió una figura en una esquina. Era femenina, delgada y se encontraba totalmente agazapada entre aquella oscuridad artificia. Le hicieron entrar y cerraron la puerta de su nueva celda a cal y canto. Se llevó las manos a su costado, el lugar donde le habían golpeado con una porra eléctrica. Tenía una quemadura, y algunos capilares se habían frito. Aulló de dolor nuevamente, con menor intensidad. Aún así, toda la sección le escuchó. Incluso él se había escuchado a sí mismo. Estaba escuchando su último delirio de protesta.

El silencio era tan incómodo en aquel lugar. No tenía nada, ni una cama, ni un aseo, nada. Solo era una prisión de cuatro paredes de metal con una bombilla en el techo que apenas iluminaba la cuadrada celda en la que se encontraban. Tampoco era grande, de unos escasos tres o cuatro metros por lado. Pero el detalle de dónde se encontraba ya no le importaba, y cada vez más sintió curiosidad de la chica que estaba en aquella esquina. Ella no le miraba, y parecía tener la mirada fija en un punto de la habitación. Tenía las piernas encogidas y los brazos sujetando sus rodillas. Parecía estar susurrando algo incoherente, repetidas veces.

-¿Hola?-se acercó, lo suficiente como para ver su rostro apagado y decadente, síntoma de la desnutrición. Sus brazos eran tan delgados como palillos, y sus piernas parecían dos alfileres. De no ser porque iba vestida de laboratorio, vería una figura esquelética. Su melena, rubia y corta a media espalda, y su ya apagada mirada, hicieron creer a Beta-07 que la esperanza había abandonado aquel lugar.

Ella en cambio, no dirigió ninguna palabra, ningún saludo, nada.

-Ya llegan...-dijo aquella muchacha.

Beta-07 se encontraba cada vez más aterrado por su nueva compañera. Puso su mirada cada vez más atenta en su rostro, y marcas de ojeras desvelaban que aquella mujer ya apenas podía dormir. Empezó a preguntarse si el destino le llevaría a perder el juicio, atrapado en aquella celda hasta que él mismo se doblegara su propio espíritu y sucumbiera a que le practicaran un lavado de cerebro.

-¿Cómo te llamas?-preguntó, nuevamente se atrevió a hablar, pero el miedo era más poderoso que su seguridad.

La chica paró de recitar su salmodia repetitiva y susurrante para posar su mirada en Beta-07. Por un instante se sintió abrumada por su presencia. Estaba en un trance tan hipnótico que había conseguido desmigajar la noción del tiempo y el espacio. Lo miró fijamente a su rostro y no medió palabra alguna.

-¡Por el amor de Génesis, necesito saber algo! ¿Puedes ayudarme?-levantó la voz, más aterrorizado que enfadado.

-¿No ves que es en vano, chico?-dijo, con una frialdad tan dura, como fueron sus palabras.

Beta-07 se sorprendió de que hablara, pero su sorpresa se vio interrumpida rápidamente por una oleada de sentimientos encontrados. Corrió a los barrotes, incrédulo de todo lo que había escuchado. Harto del sitio. Arrepentido de haber desafiado a la autoridad. Golpeó los barrotes y gritó con fuerza.

-Por mucho que grites, nada te va a salvar de lo que está por llegar.-dijo aquella voz que era fría, cansada, y en cierta parte, decepcionada.

Beta-07 paró y jadeó deliberadamente. No había comido desde hacía muchas horas, y estaba cansado, debilitado.

-Escuchame, chico. ¿Tú también te has dado cuenta?-le preguntó.

-¿De qué?-preguntó, esta vez más enfadado que confuso. Ya estaba harto de tanto secretismo.

-De la llegada.

-¿Qué llegada? ¿Qué es esa llegada?

La mujer se levantó como pudo y él la contempló. Delgada en un extremo caso de desnutrición, cuyas caderas huesudas podrían desencajarse en cualquier momento rápidamente. Avanzó lentamente hacia él, y ahora podía contemplarla mejor. Era algo más bonita a la luz de los focos tenues del techo, pero su aspecto aún era aterrador. Se detuvo delante de él.

-La llegada de los otros.-dijo finalmente.

-¿Qué otros? ¿De qué estás hablando?

La chica sonrió rápidamente, con una compasión por la ignorancia superficial que parecía portar aquel muchacho corpulento.

-¿Crees que somos los únicos en este planeta chico?-respondió.

-¿Quieres decir que...?

-Hay más como nosotros fuera, en la superficie. Nos han mentido todo este tiempo.

-¿Y cómo sabes eso?-preguntó cada vez más intrigado.

La mujer sonrió nuevamente.

-Soy Alpha-02, responsable genetista del proyecto HARES, y muy pronto, vendrá la guerra.-finalmente respondió.

Y ahora todo lo que había presenciado los días anteriores había cobrado sentido. Ese XT-50 que había construido. Aquellas nuevas tecnologías de los ingenieros militares. Todo había cobrado sentido. Y era todo cada vez más aterrador. Ya nada era seguro. Y no volvería a serlo jamás.

Proyecto ÉxodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora