VI

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Eran las seis de la mañana cuando Concepción, descalza y vestida en una bata negra de satín, regresó a su habitación con una humeante taza de café que sujetaba entre sus manos. Aún se sentía un poco adormilada, por lo que, casi de manera automática, le dio un sorbo a su bebida mientras se acercaba a la puerta del balcón, desde donde se podía apreciar la ya transitada calle y, sobre ésta, un cielo que se iba tornando de un oscuro color a uno gris más claro; se permitió contemplar la vista por unos minutos, mientras intentaba recordar todas las descripciones que alguna vez había leído del amanecer y las sensaciones que producía pero ¿de qué servía si no podía comprender el significado? Tal vez, si se lo pedía, Dolores le podría ayudar a entender el sentido de un claro azul o de las incandescentes nubes del alba.

     Concepción sacó su móvil del bolsillo de su bata, abrió la aplicación de la cámara y tomó una foto que le envió a la joven que últimamente gobernaba sus pensamientos. No escribió nada, pues para la pensativa mujer, una imagen valía más que mil palabras y, con esa simple pero artística captura, Concepción intentó comunicar que Dolores era el primer pensamiento que tenía en la mañana y, cuando giró el rostro para observar su cama destendida, por fin se sintió cómoda con el deseo que sentía porque Dolores estuviera ahí con ella al despertar, que no sólo fuera una fantasía sino una realidad el poder abrazarla por debajo de las sábanas, besarla antes de pronunciar un buenos días o hacerle el amor antes de desayunar.

     Concepción se masajeó el cuello cuando consideró que su fantasía se había tornado inapropiada y es que era una locura imaginar a Dolores en su cama, debajo ella y retorciéndose de placer cuando el único acercamiento físico que habían tenido había sido un dulce beso en la mejilla. No obstante, y si Concepción se permitía ser honesta, la mirada de Dolores era seductora cada vez que le miraba, no disimulaba cada vez que esos felinos ojos se desviaban a su boca ni tampoco podía controlar la manera en cómo su parpadeo se volvía pesado y lento cuando quedaba absorta por cualquier cosa que Concepción dijera.

     La galerista suspiró lentamente para luego correr las pesadas cortinas de las dos grandes ventanas que se ubicaban a los costados del balcón, logrando así que cada objeto de su habitación se iluminara, en especial, el caballete que se encontraba junto a una de las ventanas.

     Concepción se sentó en el banquillo para inspeccionar la obra que había iniciado el fin de semana; el boceto en servilleta que le había entregado Dolores estaba sujetado con un clip en la esquina superior derecha y, debajo de él, se podían ver trazos suaves a lápiz a mayor escala que seguían el mismo patrón que su dibujo modelo pero, donde realmente se podía ver su talento era en los ojos ya que eran una copia hiperrealista de la mirada de Dolores; Concepción había sido capaz de captar la profundidad e intensidad de sus ojos y la artista quedó prendada de su propia obra.

     Era en momentos como ese en los que Concepción intentaba cuestionar la dinámica que ella y Dolores tenían porque resultaba extraordinaria la forma en cómo esa joven se metía bajo su piel con su sola existencia; su aparición, tan inesperada, se sentía cómo un oasis en medio del desierto, un desierto en el que Concepción había vagado toda su vida y le hacía preguntarse si alguna vez se enamoró de verdad porque, si bien, recordaba a Daphné con cariño por todo lo que vivió con ella, también la recordaba con amargura porque, si Concepción era totalmente honesta consigo misma, quizás no la amó lo suficiente y esa pequeña posibilidad era la razón por la que, al final, la dejó sin mirar atrás.

     Con Dolores era impensable hacer algo así. Sí, la galerista - en un pobre intento por negar sus sentimientos - le había dicho que ella no era la persona indicada para la joven morena pero la realidad era que Concepción anhelaba la compañía de Dolores en todos los sentidos que pudieran existir; había una compatibilidad difícil de explicar, casi cósmica, como si se conocieran de toda la vida o de vidas anteriores a esa; había química, también atracción pero más allá de eso, Concepción se sentía completa cuando estaba con Dolores, sentía que todo lo malo que alguna vez había experimentado tenía el solo propósito de haberla colocado en ese café para que Dolores la encontrara...

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⏰ Última actualización: May 01, 2022 ⏰

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