CAPÍTULO 6

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ERIKA

Despertar a las 10 de la mañana es lo mejor que le pudo pasar a mi viernes. Me hacía falta quedarme a descansar un par de horas extras. No está bien faltar a la universidad, pero ante ciertas situaciones es mejor quedarse en casa.

Extiendo mi brazo hasta la mesa de luz para tomar mi celular. Hay mensajes nuevos.


Dae— Erika, ¿cómo te encuentras hoy?

Te enviaré todos los apuntes de las clases, no te preocupes.

✔✔

Erika—Gracias, Dae, estoy mejor. Te quiero.

✔✔

Hyori—¡Erika, estoy en Seúl!

¿Podemos almorzar juntas? te extraño mucho.

✔✔

Erika— ¿Lo dices en serio? ¡Sí!

Dime en dónde nos reuniremos y la hora.

También te extraño, tenemos mucho por hablar.

✔✔

Hyori—A las 12:00AM en Momo Café. ¡Nos vemos!

✔✔


Salgo de la cama en busca de mi desayuno. Ahora me siento animada. Tengo ganas de un 30 % de yogurt y un 70 % de cereal. Mi preferido.

—Buen día—escucho a mis espaldas.

¿Qué hace él aquí? Se supone que estaría en la universidad. Pensé que me daría espacio después de la discusión de anoche, aunque por lo visto nunca será así.

—¿Por qué no fuiste a clases, Jeong? —Mi voz resuena con molestia.

—Quería quedarme contigo.

—No hacía falta.

De la alacena tomo la caja de cereal y de a poco lo vierto dentro del tazón. Después, el yogurt de frutilla baña cada anillo de color en la proporción exacta. Me saboreo casi inconsciente, tengo mucha hambre.

Jong Hyun continúa en silencio mientras prepara su taza de café. La camiseta blanca que trae puesta hace relucir la placa de identificación que cuelga de su cuello. La tiene desde el servicio militar.

A veces me cuesta creer que lo haya culminado. Me alegra saber que está bien, aunque me decepciona recordar que lo hizo para tomar distancia de mí. Nunca va a admitirlo.

Regreso a mi habitación sin decir ni una palabra. Los libros acumulados sobre el escritorio denotan lo mucho que he sufrido haciendo trabajos en las últimas semanas. Ordeno en tanto desayuno. Camino de un lado a otro con la boca llena de cereal, es una manía. Antes me sentaba a desayunar con mamá, con tiempo y calma. Ahora con suerte ingiero alimento si es que no estoy de un lado a otro como una completa loca. Si ella me viera seguro llamaría mi atención.

El escritorio queda despejado. Al fin. Me siento sobre la cama para cucharear lo último que queda del cereal antes de que se humedezca por completo. Odio que pase eso. 

Con la taza vacía no me queda otra que ir a lavarla. Mi compañero de piso sigue en la cocina, ha terminado su taza de café; aun así, se ha quedado perdiendo el tiempo con el móvil. Si no fuese por el sonido de mis pasos no se daría cuenta de mi presencia.

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora