30: Adiós.

5 1 0
                                    

Contrario a lo que se podría haber pensado, el enojo de Bryan por la partida de Emily no duró demasiado.

Él se sentía orgulloso de la rubia que había terminado de robarle el corazón en cuestión de semanas; le alegraba verla mejorar día a día y tenía la esperanza de poder seguirla acompañando en su proceso, pero un repentino ataque de celos no le había permitido expresar todo aquello que se había guardado.

En aquel momento había sido enceguecido por la rabia que nunca había podido controlar. Era obvio que ella tenía una vida fuera de esas cuatro paredes, y él no podía concebir la idea de no formar parte de esta.

Durante los últimos días que salieron juntos, con la intensión de conocerla mejor, ocasionalmente le había preguntado a Emily por aquello: por sus amigos, lo que hacía en semana y en sus días libres, los lugares que visitaba, entre muchas cosas más; ella decía no tener verdaderos amigos, pero al responder las siguientes preguntas, mencionaba algún par de nombres en medio de anécdotas que iba recordando.

Bryan siempre había querido formar parte de estas cosas, pero en realidad, hasta ese momento, él nunca había tenido algo de Emily. No estaba en su lista de amigos, no estaba en su rutina semanal ni en sus planes para los tiempos libres, no había estado en ninguno de los lugares que solía visitar, ni en las historias que contaba sobre ellos; él no estaba en nada y la impotencia lo consumía con el pasar del tiempo, pues siempre había querido ser su todo.

Sin embargo, la rabia que le provocó escuchar la noticia de que la rubia se iría para continuar con su vida, solo duró un par de horas, luego se convirtió en una absoluta vergüenza que no le permitió volverse a acercar a sus amigos durante algunos días.

Antes de enterarse de la noticia de que Emily saldría, habían cambiado a su compañero de habitación; los primeros días se quejó por aquello, pues su nuevo compañero era un chico de su edad que escasamente le dirigía la palabra y él ya se había acostumbrado a la presencia de Jean, pero tras su disgusto, le pareció que la distancia era un tipo de ventaja. Cenaba solo cuando el restaurante estaba por cerrar, no asistía a las actividades grupales y se escondía durante la tarde.

Bryan no podía con la culpa de haberse mostrado de aquella forma, sin poder dar alguna explicación decente. Claramente había actuado como un idiota delante de personas que solo se habían comportado de buena manera con él y Emily se lo había dicho antes de que él huyera.

Cuando el día de la salida de la rubia llegó, Bryan estaba demasiado confundido. Quería despedirse, pero estaba seguro de que ella no querría verlo y ahora que no tenía a Jean para que lo aconsejara en estos asuntos del amor, tomar este tipo de decisiones se le complicaba más. No le agradaba el concepto de autoridad, pero su compañero de habitación, al ser un poco mayor, le inspiraba esto, y él escuchaba con más atención sus consejos.

Solo podía pensar en que, por un momento de rabia, había tirado a la basura todos los esfuerzos que había hecho por encontrar a la pequeña rubia de sus recuerdos. Eran muchos años de búsqueda que había desperdiciado por haber cometido un error.

En resumen, Bryan no estaba enojado con sus amigos, estaba enojado consigo mismo por su impulsividad, sus celos e ira incontrolable. No podía creer que por algo tan minúsculo había arruinado por completo la mayoría de sus planes de vida, pues en todos, siempre había estado ella.

Sonaba loco y obsesivo incluir a alguien desconocido en su futuro, pero desde que vio a Emily por primera vez, Bryan no dejó de imaginar una vida perfecta a su lado. Pocas veces, él se cuestionó si esto estaba bien, y siempre tenía la misma respuesta para sus dudas: estaba bien porque no le hacía daño a nadie, pero estaba mal porque le faltaba ella y con su obsesión solo se lastimaba a sí mismo.

No soy un recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora