Capítulo 8

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El parque no destrozó ninguna expectativa, ni la atracción más aburrida según Eric logró opacar mi ánimo. Estábamos en la zona de Halloween, caminando en dirección a la mansión del terror, para luego comprar la chaqueta que me habían encargado.

Amé los fantasmas que decoraban las lámparas de huesos. En esta parte del parque, el suelo tenía huellas de diferentes criaturas, arbustos con esqueletos y tarántulas ocultas entre las hojas. La fachada de los edificios era de unos colores morados, negros y anaranjados. Excepto las atracciones, que tenían madera vieja y oscura con carteles de advertencia. La música, según logré apreciar cuando pasamos por un parlante, parecía una mezcla de sonidos fantasmales con risas malvadas.

No había mucha gente esperando a entrar en la mansión, porque no esperamos mucho. No parábamos de hablar, en lo que llevábamos de día, había aprendido algunos de sus gustos. Compartíamos el gusto por la música emo, aunque a él le gustaba más la onda punk. Antes de huir a VillaVerde, me dijo que iba a ser un beisbolista y que tenía toda la vida trazada para ello, pero no se sentía feliz. Aproveché aquel momento y le comenté más de mi vida, el colegio de mierda y mi infelicidad.

Comencé a sentirme a gusto hablando con él, casi se sentía como si nos conociéramos desde hace mucho y no dos días. El tiempo era demasiado extraño, así como la ida en el autobús me creó esa sensación de estar en una cúpula temporal, el pasar este día con Eric estiró las horas en días y los días en meses.

No me había sentido así en años y eso era lo que más apreciaba en alguien. Se me cruzó por la cabeza la idea de que podría intentar que él y yo fuésemos más que amigos. Por un momento lo sentí posible, quizás esto era una cita y no una salida común. Quizás yo era muy lento como para poder darle señales y verificar que estábamos en la misma página. Lo que menos deseaba era arruinar todo por ideas locas.

Subimos el escalón y dimos unos cuantos pasos más. Era nuestro turno de montarnos y para mi alivio no teníamos que caminar adentro de la mansión; los pies me lloraban.

Me subí en el carro junto con Eric, quién me comentó que los botones que estaban ahí eran para girar y tener una experiencia completa de terror. Dejé que lo manejara él, porque total, era mi primera vez aquí y no quería perderme de cosas interesantes que tenía esta atracción.

Un par de puertas blancas con sangre se abrieron cuando la mujer presionó el botón para que nos adentráramos en la mansión.

Escuché a Eric imitar una risa malvada a mi lado y le di un codazo a modo broma.

Había unas voces que, aunque sonaban un tanto fantasmal, no logré entender que decían. Supuse que eran algo sobre la mansión y los que la habitaban; eso era lo común en este tipo de cosas. El carro giró hacia la derecha en el momento de pasar por una baranda de madera fina, que mostraba a una pareja siendo asesinada por un enmascarado mientras gritaban de espanto.

Frente a mí, se abrió una puerta en la que salió el asesino con una sierra. Durante esos segundos mi alma abandonó mi cuerpo y grité. A mi lado Eric reía.

—¡Eso no se hace! —espeté con el corazón latiendo, era de susto fácil. Eso no se lo iba a decir, no quería mostrarme vulnerable en una mansión del terror. De repente, sentí que algo cayó al suelo del carro—. ¡Mierda!

Toqué mis bolsillos para si era alguna cosa que me pertenecía, no sentí mi celular. Revisé a ver si el dinero seguía ahí y, por suerte, no se había caído.

—¿Qué pasó? —preguntó Eric colocando una mano en mi hombro.

—Se cayó mi celular del bolsillo —anuncié mirando hacia mis pies, pero estaba todo tan oscuro que no veía nada.

La sombra del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora