1.10. Tomar medidas

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Un día más, los dos amigos se reúnen en el claro. Todo es tan agradable como siempre, pues decidieron ignorar la parte incómoda de la conversación del día anterior. Hoy en día hay muchos románticos, así que a veces le dan brotes melancólicos a la gente.

--¿Todo bien? --pregunta Victoria al ver a su amigo.

--Sí, claro. Todo bien --responde extrañado por la pregunta.

--¿Seguro? --.

--Sí- ¿No dijimos que ignoraríamos lo de ayer? --.

--Es que me preocupo --se entristece un poco la chica.

Axel llega hasta donde está su amiga y le acaricia la cabeza.

--No pasa nada, todo está bien --sonríe.

--Vaale, me fiaré de ti --arruga el hocico.

--¿Seguimos con tu historia? --.

--Claro --la bestia empuja un poco al hombre para que este caiga suavemente sobre su lomo, quedando ella tumbada en el suelo y él sentado con la espalda apoyada en su amiga.

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Cuando recuperé las fuerzas desperté otra vez en la habitación acolchada. Me incorporé aturdida y con dolor en todo el cuerpo.

--Argh... ¿Qué ha pasado...? --me sujetaba la cabeza con la mano.

Me levanté con gran esfuerzo y con ayuda de la pared. Apoyándome en esta, fui hasta la puerta y miré por la pequeña rendija, al otro lado había un pasillo blanco que comunicaba con más celdas como la mía.

--¿Dónde estoy? --pensé en voz alta.

--En el hotel cinco estrellas para grandes criminales, bienvenida --dijo la voz de un hombre que parecía provenir de una de las celdas que tenía delante.

--¿Qué? ¿Por qué? --me sentía desorientada y no entendía cómo ni por qué había llegado ahí.

--Si no lo sabes tú, nosotros menos --dijo otra voz, aún más grave que la anterior.

--Joder --dije en mi idioma natal.

--Encima extrangera --añade el primer hombre.

--Te irá bien, desprendes buena vibra --comentó el segundo.

--¿Crees que si desprendiera "buena vibra" estaría aquí encerrada? --dije molesta.

--No todos los que están aquí son culpables --respondió el primero.

--¿Y vosotros sois inocentes? --curioseé.

--Negativo --respondió el segundo.

--¿Y qué habéis hecho? --.

--A los tres se nos ocurrió robar el mismo objeto mágico, el mismo día y a la misma hora, como no contábamos con encontrarnos, el plan salió mal para todos --informó el primero.

--¿Tres? --pregunté extrañada.

--El preso de mi derecha es el tercero. Es el que da más miedo, pero no habla --dijo el primero.

--Creemos que es mudo o algo así --añadió el segundo.

--¿Lleváis mucho tiempo aquí? --.

--Un mes, tal vez más --respondió el segundo.

--Aquí se pierde la noción del tiempo --añade el primero.

--Por eso muchos de los presos acaban locos --continúa el segundo.

Las vidas de VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora