Capítulo 7. Gregoria Ryan (últimos capítulos Temporada 1)

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Ahí estaba yo, lavando aquéllas ropas tan sedosas y llamativas, litros de agua color carmesí caían de aquella tinaja de concreto, rapando una tras otra con jabón blanco, mientras imaginaba el sufrir de aquellas chicas que estaban debajo mío. A veces la cadena alimenticia es oscura, los más fuertes se consumen a los más débiles y yo... Me encontraba en la punta de aquella cadena.

Han tocado mi puerta, tock tock tock... Sonaba aquella puerta de madera prensada, oía a los oficiales llamar a mi nombre, dejé la lavadora encendida y tire aquella cubeta llena de agua carmesí.

Me dirigí a la puerta y entre abrí la misma:

– "Dígame Oficiales ¿En que le puedo ayudar?"
– "Venimos hacer una inspección de rutina en diversas casas, en los últimos días han desaparecido varías jóvenes y estamos descartando los posibles sospechosos ¿Sabrá usted algo al respecto?"

Los hice pasar caballerosamente les pedí disculpas en haberlos sentados en aquéllos muebles viejos y polvorientos.

– "Si no le ofende, vemos su casa algo descuidada"
– "Les pido una sutil disculpa, tantas cirugías que me han hablado, se me es muy difícil limpiar mi casa"
– "Si... Eso estámos.... Viendo"
– "Y dígame señor...."
– "G. Señor G."
– "¡Muy bien Señor G.! ¿Nos comenta que es cirujano?"
– "En efecto Oficiales, cirujano veterinario, muchos de la zona me hablan o vienen a buscarme para intervenir a sus mascotas" (sabía que si decía que era Médico Cirujano, estarían buscando mis registros en cada Hospital de la gran ciudad)".
– "¡Oh vaya! Entendemos"
– "¿Podemos hacerle una serie de preguntas?"
– "¡Por supuesto!"

Les invité un poco de mi Vino, ellos aceptaron y describieron la exquisitez del mismo, sin saber de donde cultivaba, inspeccionaron la casa después de una serie de preguntas, revisaron cada rincón sin sospechas y procedieron a retirarse, me sentí aliviado y proseguí con mis labores.

A la mañana siguiente, me paseaba por el Gran Centro Comercial, y te ví, sola, deprimida y sentada en aquella banca de color gris, llevabas puesta una blusa blanca y un short de mezclilla, tus zapatillas deportivas, cargando tu bolsa de color crema; pasé por unos helados y te invité uno, no lo pensaste ni dos veces y aceptaste mi humilde detalle, me pediste que me sentara contigo y me comenzabas a platicar tus problemas, tu novio te dejó esperando, te había mandado un mensaje que no iba poder acompañarte hacer de compras y al principio le hiciste caso, pero te diste cuenta, que todo fue un engaño, pues habías visto a tu novio sentado con otra chica.

Tus chinos rojizos hacían que tu expresión sobre saltara la tristeza, la incertidumbre y la melancolía, esas dulces lágrimas que te corrían de tus ojos hacían que tu rímel se desmarcara de tus bellos ojos de color miel, tu piel morena, tu cuerpo delgado, piernas perfectas y largas se veían expuestas de aquel short de color mezclilla, te acurrucaste a mi pecho y estallaste en llanto, te tranquilice y te invité un café, lo pediste dulce, mientras yo lo tomaba amargado.

Me agradeciste por tomarme las molestias de acompañarte en tu dolor, te sonreí y me gané tu confianza, te ibas a despedir de mi, pero te invite ver una película, la que estaba en cartelera era perfecta, trataba de asesinos en serie, me aceptaste el boleto, entraste conmigo y llegábamos a los preliminares, nos sentamos hasta mero arriba donde nadie nos vería.

La película había comenzado, las luces de la sala se fueron difuminando y comenzaban las primeras escenas, una mujer corriendo de un asesino pidiendo gritos de auxilio, por como iba pasando la película te fuiste relajando y te fuiste acomodando en mis brazos; de mi traje sastre saqué un trapo húmedo y lentamente veía lo profundo que te ibas quedando dormida. Saqué una pequeña navaja y te abrí el cuello, tu sangre estaba comenzando a correr, con mi navaja te fuí destazando parte por parte esas largas piernas, y en una bola negra fuí metiendo tus oídos, tus pezones, parte de tu cuello, y tus piernas, durante el intermedio salí de la sala y me dirigí al baño.

Al salir del baño se oían gritos, mucho escándalo; me lave las manos y me cambie el traje, por otro más limpio, mientras que el sucio, lo metí en una bolsa negra y lo deseche en el baño, salí como si nada con mi bolsa pequeña de algunas partes tuyas, tus falanges, tus ojos y sólo veía la gente correr de un lado a otro; mi único pecado, es haberte dejado la pierna con mis dientes marcados sin ese trozo que en la función me deleité.

arrivederci

#CRUROFILIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora