Capítulo VI

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Desde ese dia, hubieron muchos cambios en mi vida, seguía viviendo en esa zona apartada del resto, pero aunque no eran las mejores, los productos y vestimentas que recibí eran de mejor calidad que las anteriores, los muebles ajados fueron cambiados por otros en buen estado, e incluso recibí algunos otros con los que antes no contaba, como era el caso del escritorio y el estante lleno de libros al costado de la pequeña chimenea que se había convertido en mi rincón favorito de mi pequeña vivienda.

Mis visitas junto a Orochimaru no cesaron, pero se habían vuelto mas llevaderos gracias a que se limitaban a tomar una vez al mes una muestra de sangre que utilizaba para su investigación y realizarme alguno que otro estudio necesario. Seguía siendo igual de doloroso cada vez que me extraían la muestra de sangre, pero ya no había maltratos de su parte o de Kabuto, quien era quien menos ocultaba su disgusto ante el cambio.

El personal de servicio siguió ignorándome, e incluso existía quienes parecían huir de mi presencia, especialmente aquellos a quienes sabía que mas desagrado le causaba mi presencia, esa actitud empezó cuando uno de ellos fue severamente castigado cuando pensando que nadie lo observaba derramo agua helada sobre mi ese invierno. Y por rumores que escuche de las conversaciones de alguno de ellos, existía una prohibición de infligirme cualquier tipo de daño por órdenes del líder del clan.

Dicha orden me sorprendió al inicio, pues sabia que no se trataba de una forma de protección para mí, por lo que investigando un poco me entere que fue para evitar represalias con el clan Uchiha, o mejor dicho, de su heredero.

También gracias a eso supe que las mejoras eran gracias a la intervención de él, y aunque algunos cambios en, el fondo lo agradecía, en realdad no podía estar del todo conforme al saber que era todo gracias a él, pues sus acciones, sabía que ocultaban un motivo egoísta de su parte.

Otro cambio fue el nuevo tutor a cargo de mi educación, que según sabia provenía de un clan leal a los Uchiha, el Maestro Sasori no Suna, que me impartía clases casi a diario durante las primeras horas de la noche en la biblioteca de la fortaleza, donde se preparo un lugar exclusivo para dicha actividad.

El Maestro era de unos veinte años de cabellos cobrizos y ojos cenizos opacos, pese a ser muy joven como para desempeñar el cargo de tutor, cargaba con una larga lista de recomendaciones que lo indicaban como un maestro con experiencia. Sus métodos de estudios eran muy efectivos como exigentes, no repetía nada dos veces, a no ser que sea para recalcar la importancia de lo que decía. No hablaba de su persona ni de nada que no este relacionada a sus clases, es mas se limitaba a un empecemos y un terminamos como saludo y despedida.

Era muy serio y competente con su deber, su voz era siempre calmada y monótona, y pese a su fría mirada, nunca fue cruel en ningún momento, se limitaba a desarrollar su clase, hacerme preguntas cada cierto tiempo, responder mis dudas y corregir mis errores. No podía decir que me gustara particularmente, pero estaba claro que tampoco me desagradaba y eso era algo positiva a mi parecer.

Pero no todos los cambios fueron positivos, también estaban esos que me agobiaban profundamente, como cuando conocí a mis primos. Neji, quien era un año mayor que yo y su hermana menor Hanabi, quien era menor que yo por dos años. Ambos eran hijos de mi tío y eran físicamente idénticos a el, desde sus cabellos castaños y rostros, hasta la malicia que brillaba en sus ojos.

A la par que empecé mi formación académica con el Maestro Sasori, también comenzaron mis entrenamientos de batalla a cargo del general Tokuma Hyuga, quien era mano derecha de mi tío, y el encargado del entrenamiento de los herederos Hyugas. Por lo que ella tuvo que integrarse a sus entrenamientos junto a sus primos, los cuales no hicieron ningún esfuerzo por ocultar su desagrado ante su presencia.

CALIDA OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora