¿y ahora?

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(Por las dudas yo soy de Argentina y tal vez hay términos o maneras de expresar que no son como en la novela pero me cuesta, acá se habla de vos y no de tu y hago lo que puedo, aclarado eso ahí va el segundo cap.)










Por la tarde Franco salió de su hacienda con la excusa de necesitar estar solo y dar una vuelta a caballo por los predios, por ninguna razón comentó a sus hermanos, ni a ningún empleado sus verdaderas intenciones, ir a por Sara a la hacienda Elizondo y pedir explicaciones, sus hermanos lo hubieran detenido de inmediato sin entender que Franco no soportaría un día más sin hablar con ella, sin saber las verdaderas razones de su ocultamiento. 

Pidió que le ensillaran su caballo y aunque estaba muerto del miedo salió cabalgando rumbo a su destino. Aunque al parecer el destino lo sorprendió a él, llegando a los límites de su haciendo una sonrisa de oreja a oreja se le dibujó en el rostro al ver a Sara con algunos empleados en los límites de la hacienda Elizondo manteniendo una conversación también sobre su caballo, ella no se percató de la presencia del menor de los Reyes hasta que la distancia que los separaba era tan solo del alambrado que dividía las haciendas 

—Hola —la miraba con dulzura

—¿Franco? —Sara giró la cabeza sorprendida de verlo

—¿Podemos hablar un momento?

—ohh, estoy trabajando en este momento —señalando a los vaqueros, la desilusión se vio reflejada en el rostro del ojiazul 

—Solo un momento, por favor —casi suplicaba

—Esta bien —hablando más bajo para que los vaqueros no escucharán —nos vemos en el lugar de siempre —sonrió y Franco le devolvió la sonrisa

Había pasado un rato que Franco llevaba esperándola en el lugar donde se daban muchos de sus encuentros, charlas, besos, silencios, abrazos, esa piedra era la mayor testigo de su amor. Estaba impaciente imaginando que Sara no iría, que lo dejaría plantado y un dolor en el centro del pecho empezó a crecer hasta que divisó el caballo de Sarita galopando a lo lejos en su dirección, se sacó un palillo que mordisqueaba nervioso y con una sonrisa inevitable en los labios se paró sobre la piedra y bajo rápidamente para hacer lo que hacía siempre que se encontraba con ella allí, un gesto de caballerosidad, de tantos que tenía con ella y que Sara amaba que él tuviera.

Apenas Sara paró el caballo franco le tendió la mano y tomándola suavemente de la cintura la ayudó a bajar. Apenas puso los pies en el suelo Franco le quitó el sombrero dejándolo caer al suelo y sin previo aviso la tomó de la cintura acercándola a él, después de mirarla un instante con todo el amor que le producía esa mujer, unió sus labios en un suave y tierno beso al que Sara correspondió gustosa, parecía que sus labios habían Sido creados el uno para el otro de lo bien que se acoplaban, pasó un tiempo hasta que se separaron pero no por gusto, si no porque el oxígeno se les acababa, ambos respiraban agitados, Sara lo tomó del rostro acariciándolo, cerró los ojos y se limitó un instante a seguir con su tarea, parecía querer grabar cada parte de su rostro en las manos y Franco no daba más de la dicha de sentir el tacto suave del amor de su vida.

Estaban sentados en la piedra Sara estaba entre las piernas de Franco con la cabeza apoyada en el pecho de este escuchando los latidos acompasados de su corazón tenían ambas manos entrelazadas en el pecho de Sara, disfrutaban de un momento de silencio hasta que Franco decidió que era momento de romperlo, carraspeó para llamar la atención de Sara.

—mmhm —consiguió balbucear Sara que se encontraba con los ojos cerrados parecía estar por demás de relajada y en su pequeño mundo junto a Franco 

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