Cartas a Victor cap 4

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Camilo Fernández

Capítulo 4


Hoy mi animo es extraño, vuelvo a ver a mi gente y eso me llena de alegría pero la conversación con Victor me ha dejado un poco pensativo. Por suerte hoy la cerda bizca no ha venido y el día pasa bastante rápido.

Una vez que finaliza mi jornada, me marcho a casa y me llevo una sorpresa al abrir la puerta y encontrarme una nota en el suelo. La levanto y leo:

"Espero que disfrutes de tu estancia en tu ciudad y, aunque suene egoísta, espero que  pase rápido el tiempo para verte Víctor "

Releo la nota una y otra vez, no me puedo creer que haya venido a meterme una nota debajo de la puerta. Cojo mi móvil, abro la app y le escribo:

Sonriendo voy por mis maletas y me encamino a pillar el tren

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Sonriendo voy por mis maletas y me encamino a pillar el tren.

En una hora estoy llegando a la Estación Campo Grande de Valladolid, esto de la alta velocidad es una maravilla. Como no podría ser de otra manera, hace un frío horrible. Mi madre me espera en el parking y, según me ve, corre a abrazarme.

-Hijo de mis amores!-. me dice sonriendo mientras me abraza.

-¡Madre! ¿Cómo estás?-. digo devolviéndole el abrazo.

-Bien cariño mío, deseando que vinieras. Vamos que tengo la cena en el horno-. me dice mientras subimos al coche.

Mi madre y yo tenemos una relación estupenda, yo soy fruto de lo que se llama un "penalti". Mi madre me tuvo con 17 años y, pese a que mi padre decidió marcharse y no volver nunca más, mi madre ha sabido cómo suplir su ausencia. Es una mujer luchadora a la que nunca le ha quedado grande nada.

Una vez en casa, dejo mis cosas y ceno con mi madre. Nos ponemos al día de todas nuestras cosas. Me cuenta que está conociendo a un chico que la tiene loquita, es algo más joven que ella pero es muy maduro y se divierte mucho con él.

Yo la escucho encantado, me encantan la batallitas de mi madre. Yo le cuento mis movidas en el curro con la perra del infierno pero omito el tema de Victor, no hay nada que contar.

A eso de las once de la noche quedo con dos de mis mejores amigas de Valladolid, Martina y Claudia. Quedamos en vernos en casa de Claudia, vivimos a dos calles de diferencia y siempre su casa es nuestro punto de encuentro. Según las veo la alegría se apodera de mí y se me olvidan todos los males.

-¡Hola cariño!-. me saluda Martina.

-Hola bebecito-. me dice Claudia.

-Amores, ¡venir aquí!-. digo mientras las beso y abrazo.

-¿Qué tal estás?-. me dice Martina.

-¡Bien! Un poco cansado del trajín del día, el viaje y demás  pero con muchísimas ganas de veros y darlo todo.

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