Cartas a Victor cap 15

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Camilo Fernández











Capítulo 15

Intento abrir los ojos y es imposible. ¡Vaya resaca!

A mi lado tengo a Martina, la veo dormir y sonrío. Anoche la liamos pero bien. La cabeza me duele ligeramente pero estoy contento, me he olvidado de él en toda la noche y siento que vuelvo a ser yo. Me siento en la cama y me fijo con detenimiento en la bonita habitación.

La habitación es grande, espaciosa. La cama está en medio la estancia y seguido tiene un espacio con una bonita mesa redonda color madera oscura con sitio para cuatro comensales. Las paredes son blancas, los techos altos y la decoración es minimalista dando un ambiente de tranquilidad. En un lateral tenemos una terraza bastante grande, con vistas al mar. Esta cuenta con una mesita en medio para dos personas y dos sofás blancos para disfrutar de las vistas. Toda una fantasía.

Con cuidado, me levanto de la cama y voy en busca del teléfono de la habitación y, cuando lo encuentro, pido a la recepción del hotel el desayuno. Veinte minutos después llaman a la puerta, yo me pongo un pantalón de chandal y abro. El camarero me entrega un carro con el desayuno que he pedido y me dirijo con él a la terraza. Allí lo coloco todo. He pedido:

Unas tostadas con tomate y jamón, otras de aguacate y salmón. También pido dos cafés con leche, zumo de naranja y varias piezas de fruta picada en cuadritos.

Cuando ya lo tengo todo organizado de una manera que me gusta, voy a despertar a Martina. Ella protesta pero, como ya la conozco, sé que en cuanto vea la comida le cambiará el humor.

-Madre mía la que liamos ayer-dice recogiendose el pelo en una coleta.

-Calla, por fin volvemos a ser nosotros-.

-Necesito un cafecito-.

-Anda, ven que te tengo una sorpresa-. digo tirando de ella.

Al llegar a la terraza, Martina abre los ojos y aplaude:

-¡Qué bien! Qué pintaza tiene todo-.

-Venga, vamos a desayunar- digo mientras nos sentamos.

-Por cierto, hay cambio de planes. Hoy vamos a ir a un sitio que está al final del paseo de la playa. Vamos a alquilar unas motos y a recorrer bien el pueblo.

-Verás tú... Escoñetadas en Francia-.

Martina se parte el culo.

-¿Qué vas a hacer con lo de Víctor?- pregunta observándome fijamente.

-Voy a quedar con él y que sea lo que tenga que ser. Aunque voy a quedar con más gente, sí el no me da la importancia que merezco yo tampoco-.

-Me parece bien-.

Al terminar de desayunar, nos dirigimos a la ducha. Mientras yo estoy dentro oigo a Martina hablar por teléfono y, cuando cuelga, entra corriendo y me dice:

-Tenemos una hora para estar allí, así que tenemos que darnos prisa.

-¿Y esas prisas ahora jamía?-. digo preocupado.

-La reserva de las motos, que tiene que ser ya-.

Corriendo, terminamos de arreglarnos. Yo me decido por un pantalón chino color marrón claro, una camisa blanca larga y mis vans negras. Me desabrocho los primeros botones de mi camisa y me recojo los bajos del pantalón dejando los tobillos a la vista. Martina ha optado por un bonito mono corto, blanco también, con unas zapatillas blancas. Vamos en cierto modo conjuntados y eso me gusta.

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