Un Día Normal

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En la cueva el monje armado bajo un manto de osadía, medita, cual asceta, esperando el momento de la llegada de su iluminación. Su momento de esplendor se acerca mas él aun no lo sabe.

En la batalla contra sus enemigos cuando día tras día la luz se hace una consigo misma y combate a la oscuridad como si de un gran ave rapaz cazando a su presa se tratase, el monje es capaz de ver y pensar, de meditar y descansar. Mas nunca jamás como entonces capaz de, pese a todo, prosperar.

Si ante tus ojos el gran y único monje, perseguidor de los perseguidos, hendedor de los hendidos, es el más importante y único chamán de la voluntad personal, tú serás capaz de ver la totalidad de su poder en ejecución, pues si bien aquello en lo que uno no es capaz de observar como suya propia la salvación, en él mismo y en su perseverancia hallarás el don mas siempre, una y otra vez y más, la verdad:

Contra bestias y dragones, fieras; lobos y leones, jamás le verás temblar pues él mismo se mantendrán estoico hasta el final.

Si ante todo ello tú eres incapaz de apreciar su bien divino y su bondad, jamás ante ti se expondrá ninguna otra verdad.

Más si vos sois capaz de apreciar su toque divino, esencia instinta y determinación voraz, lo único y todo cuanto deseéis, una y otra vez se os concederá.

Él y solo él es la resistencia atroz del campesino popular, él es la grandiosidad, él es la verdad.

Y si más parece que ante todo, pese a meditar lo que hace es descansar, lo único que realmente hace no es descansar, sino meditar aun más.

Su grandeza, magnanimidad, voluntad divina y determinación una y otra, y cuantas veces más, serán.

Pues si incapaz tú eres de apreciar la verdad, mil maldiciones, y más, ante ti caerán.

Poemario de Bajo Presupuesto y Otros Desvaríos VariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora